viernes, 16 de mayo de 2008

El sindrome del anonimato en los foros virtuales







Por Mir Rodríguez Corderí



El escenario es un cuadrado que se abre en la pantalla frente a los ojos del usuario.
Puede tener un logo, determinado color, alguna imagen alusiva que titila en su pretendida ilusión de marquesina.
Se enuncian objetivos, se delimitan competencias, se determinan las reglas del juego. 

Hacia la izquierda luce el número de miembros, suscriptores  que ven, leen, están, escriben, se manifiestan, presumiblemente y sólo potencialmente. 


Cuando se levante el telón podrás comprobar que sólo un 5% de ese número concurre casi diariamente, entre un 10 y un 20%  se anima los fines de semana o días no laborables y en el término de un semestre puede que hayas podido compulsar hasta un 30% del universo total.

Y aquí nos topamos ya con la estridente palabra del título: anonimato.
Dando por ciertos dichos guarismos, debemos estipular que prácticamente un 70% del total de miembros permanece anónimo durante todo el año – por tomar una medida de tiempo caprichosamente-
¿Qué quiere decir esto? La mayoría silenciosa sólo lee o en la mayor de las suertes, selecciona desde su correo algunos mensajes, los clasifica, los guarda o los reenvía a otra lista a la que también pertenece.

¿Vocación de archivistas?

¿Pánico a la exposición pública?

Las razones del anonimato celosamente guardado en esta primera aproximación pueden ser diversas y hasta antagónicas.
Con sus componentes archiconocidos de timidez, baja autoestima, inseguridad, precaución timorata, temperamento débil, falta de iniciativa, y otros que dibujan un low profile voluntario, puede codearse, de pronto, con alguna personalidad decididamente egocéntrica con un marcado sentido de superioridad intelectual y pretendida autosuficiencia que considere el hecho de participar en el foro como una actividad de menor importancia o, cuando menos, como una verdadera pérdida de tiempo.
Con el simpático telón de fondo de la opinión calificada, comienzan a efectuar su aparición los distintos caracteres y personalidades que deciden exponerse (escribir, enviar mensajes, responder a otros, acotar, corregir, completar, suplir, destacar).


Y a poco de andar nos chocamos con la segunda aparición del anonimato: los nicks (diminutivo de nickname).


Si bien es cierto que un nick uno lo elige con determinado condicionamiento, no deja de ser menos cierto que siempre tiene la posibilidad de acompañarlo con su verdadero nombre.-
¿Qué quiero decir con esto?
El nick es el nombre de usuario que los servidores nos permiten utilizar.
Puede darse la situación que el nick que elegimos de primera intención sea rechazado por el servidor, debido a que ya existe otra persona utilizándolo.
Reconozco, prima facie, que el nick deviene aleatorio dentro de ese contexto, pero no deja de ser algo creado con la intervención de su titular, al margen de las peripecias que pueda haber vivido porque otros adelantados usufructúan las mieles de sus primeros intentos.
Una vez seleccionado, el nick representa a una persona en Internet.
Y allí, en ese escenario virtual, anónimo por naturaleza, comienza el juego de vanidades más interesante y sintomático que pueda presenciarse.


¿Culpa de la despersonalización?


Parece simplista pero no lo es.


El nick es una verdadera máscara, un llamado tentador a decir de todo y a todos.
Una auténtica invitación catártica difícil de rechazar.
Analicemos un poco los complejos implícitos en esa barbarie, en ese laisser faire, laisser passer que inunda los foros virtuales detrás de los nicks.
Residuos de traumas que serían la causa de la deformación del carácter, en estos complejos se encuentran indistintamente confundidas la antigua inter-reacción traumatizante y la persistente intención motivadora. Esta confusión incita a analizar, en primer lugar, la antigua injusticia que es la actual intención provocadora del individuo. Su desequilibrio no se debe a los viejos traumas-¿quién no los ha padecido?- sino a la intención subconsciente que continúa utilizando de modo  obsesivo el pasado para justificar falsamente las deficiencias actuales.


Lo que hace al individuo injusto o inequitativo es su secreta tendencia a la falsa justificación.


Debe, por lo tanto, procederse a la revisión de las motivaciones falsas actuales antes que a la revelación asociativa de los traumas pasados.
Esto por cuanto mientras que los valores no se encuentren fundados en el sentido mismo de la vida, mientras no se haya definido en forma clara y contundente por qué el comportamiento equitativo debe ser considerado más sensato, más válido, más satisfactorio que el acto no equitativo, los juicios de valor transmitidos de generación en generación corren el riesgo de ser falsificados en su misma esencia.


Mientras que la investigación quede reducida al estudio del comportamiento social, la justicia, la ética, los valores-guías, todas las cualidades consideradas positivas aparecerán como entidades fragmentarias, irreductibles, desprovistas de toda posibilidad de síntesis.


¿Será sondeando los trasfondos de la psique humana que podremos descubrir las raíces profundas donde nace la bifurcación de las conductas en sensatas e insensatas?

¿Podremos afirmar sin pecar de temerarios que es propio de la naturaleza humana tanto la orientación hacia el sentido evolutivo de la vida como la tendencia hacia la desviación involutiva, quedando las mismas por ende sujetas a leyes?


Dejamos previamente establecido que las conductas reactivas no son más que la exteriorización accidental de la intención interior que conforman los motivos determinantes.
Tenemos así que la falsa motivación se traslucirá siempre en una falsa justificación (la justicia aparece aquí como elemento inmanente) y consiste en la confusión subconsciente entre lo sensato y lo insensato, lo justo y lo injusto, lo válido y lo no válido. Intenta presentar lo perverso disfrazado de sublime, el error disfrazado de verdad, la injusticia disfrazada de justicia.


Observemos de cerca el foro virtual en su dinámica.
Una verdadera riña de gallos donde los sujetos sin distinción de sexos, muestran sus plumajes esperando que sean los más coloridos, brillantes y atractivos.


La consigna es agradar o, en última instancia, salir victorioso, aún a despecho de provocar ciertos y determinados rechazos en el espectador.

El proscenio, convertido en un circo romano, donde los gladiadores se empeñan en mantener el dedo del César levantado, va mostrando la degradación gradual,  pero sostenida,  del ser humano cuando lleva “su cara tapada”.

Cada uno de los actores virtuales (nicks ) se erige en justiciero: demasiado indulgente para con sus propias falsas motivaciones, demasiado severo con las falsas motivaciones de los otros.

¿Es nuestro peculiar modo de demostrar cuánto amamos la justicia por encima de todo y por qué la consideramos el valor supremo, el que la exijamos en forma constante de otros y nos inclinemos a disfrazar nuestras propias injusticias?

La confusión entre lo justo y lo injusto reina en el mundo porque las motivaciones están regidas por la justificación engañosa.

La vanidad es un principio que gobierna la falsa valoración y sus seudo satisfacciones.

Vanitas, vacía de sentido, se opone ferozmente a la búsqueda de satisfacciones armoniosas y armonizantes.
Ceguera afectiva por excelencia, la auto-satisfacción vanidosa es la imaginación exaltada de uno mismo.

Y como forzado corolario, al no efectivizarse sus promesas de satisfacción por ilusorias y vanas, tenemos indefectiblemente, la decepción y la insatisfacción culpable.

Aparecen aquí los no-valores, como resultado de la metamorfosis dinámica de los motivos engañosos que impide la realización de los valores reales.



Algo ya estamos en condiciones de  afirmar: no lograremos captar la ley que rige los antivalores en tanto y en cuanto insistamos en autoengañarnos, en tanto toleremos que la vanidad se desboque.

La ley de la desarmonía vanidosa y de su angustia culpable no puede comprenderse más que por su contraposición con la ley de la armonía y con su satisfacción última, la alegría.

El funcionamiento  global de la psique se encuentra determinado por este conflicto íntimo, conflicto que es la vida misma. 

Nuestra  propia vida, con sus alegrías y sus penas inmediatamente sentidas y resentidas, y por ello mismo transformadas en acciones.

Mediante la  introspección vacilante el hombre va tomando sus decisiones, las que cataloga como justas y válidas. Esta previa puesta en orden interior, esta deliberación consiste en reflexionar sobre tal o cual proyecto impuesto por lo cambios de la situación ambiente, evaluando las oportunidades y los medios de realización.

La deliberación trata de poner fin al conflicto, a su indecisión y a la inquietud que engendra.
Su finalidad es la decisión voluntaria.
Si todos los motivos se encontraran en inter-acuerdo, lo que sólo es posible si todos ellos son válidos y sensatos, la decisión liberadora se desencadenaría incluso sin deliberación

¿Qué quiero decir con esto?
Pues sencillamente que la inexistencia de la contradicción que introduce el conflicto, define a la decisión total como el acto voluntario libre por definición: la libertad.

En la realidad el acto voluntario está siempre contaminado de un cierto grado de desorientación vacilante
Se ejecuta para bien o para mal sin que la deliberación llegue a disolver integralmente (a sublimar de modo perfecto) el conflicto de los motivos.
 
En razón de esta contradicción persistente, el acto mismo, aunque se realice, queda parcialmente prohibido y el sentimiento de insatisfacción íntima que se opone a la realización parcialmente insensata, o que subsiste después del acto, es la culpabilidad.

La inhibición culpable alcanza de esta manera un grado patológico.

A fin de poder seguir reaccionando el sujeto afectado se ve obligado a utilizar una estratagema: intenta establecer una armonización aparente de los motivos contradictorios, lo que no puede hacerlo sino justificando falsamente los motivos no válidos cargados de culpabilidad.
Armonizando falazmente su motivación íntima y restableciendo imaginariamente  la condición de la realización ideal , el individuo termina por considerarse, imaginativa y vanidosamente, como el realizador del ideal.

La vanidad no es otra cosa que la culpabilidad reprimida.


Insisto: no confesarse las propias faltas es ser vanidoso.

La deliberación, al perder toda lucidez introspectiva, se enrosca egocéntricamente sobre sí misma, se degrada hasta convertirse en un estéril círculo vicioso, en una rumia mórbida, obsesivamente preocupada por conflictos indisolubles.

Esta desorientación respecto de los motivos válidos y no válidos, esta deformación inicial termina atacando pensamientos, sentimientos, voliciones (facultades del yo consciente).


A medida que el pensamiento pierde su lucidez sanamente liberadora la vida de los sentimientos se desorganiza.: se escinden en forma ambivalente en sensiblería contrastando con la insensibilidad respecto del otro.

Las voliciones estimuladas por el interés insensato terminan por disgregarse en veleidades indecisas,  que sin embargo la imaginación exalta sin cesar.

De todo esto resulta una explosividad por sacudidas, con decisiones bruscas e intempestivas que  desembocan sólo en acciones ineficaces.

La inadaptación social se torna causa de fracasos constantes.
Dichos fracasos, en vez de servir de experiencia, son falsamente justificados  por la vanidad que reprime el error propio, y terminan exacerbando la sensiblería hasta convertirla en sentimentalismo quejumbroso.

La compasión por sí mismo - a través de la rumia  rencorosa- no tarda en producir  su complemento ambivalente: la acusación de los demás, a los que, vanidosamente, se los considera como los únicos culpables


Se preguntará : ¿y todo esto por la utilización de nicks?

Parece extremo,¿ no es cierto?

Pero no, las máscaras, la despersonalización detrás de instrumentos sea cuales fueren, conlleva  siempre el peligro  de la aparición de la vanidad, que es la  falsa auto-justificación por excelencia, la sobrevaloración del ego, destructora del valor real y creadora de los antivalores y de su ambivalencia.

La vanidad crea, por su metamorfosis, el círculo categorial y sin salida: reprime la culpabilidad, busca el triunfo acusador sobre el otro; se refleja complacientemente en la queja sentimentaloide.

Las metamorfosis de la vanidad crean un campo dinámico de perversión donde las líneas de fuerza son las distintas categorías de falsas motivaciones.

La vanidad es, en sí misma,  ambivalente; no es solamente triunfante, también es muy fácilmente humillada y vejada.


Pero, por otra parte, es capaz de generosidades excesivas que, como es a menudo decepcionada, se transforman en desdén y desconfianza.; la pose de dignidad se convierte en indignación; el deseo mejorador, en inquisición; la paciencia excesiva, en meticulosidad, etc.

El beneficio ofrecido por la vanidad es también ambivalente, pues la vanidad no es sólo un auto-halago agradable: es una tarea muy pesada, una tarea exaltada que impone a su víctima seducida y hechizada, la obligación de mostrarse sin cesar a la altura de sus vanas aspiraciones, so pena de hundirse en las angustias de la culpabilidad.

Las vanas promesas se  transforman en decepción ; las esperanzas en desesperanzas.

La desarmonía íntima se traduce en  desacuerdo en el plano social; la vanidad de los unos, veja y exalta la vanidad de los otros y tanto en los unos como en los otros nacen la necesidad de triunfo, los rencores, las quejas, la desconfianza, el desdén, el odio.




Me permito señalar: la comunidad de semejanzas trae comunidad de medios, y  de  fines o resultados.
¿Será porque tendemos a agruparnos más por la similitud que por la diferencia?
.
Hay cierto común denominador en los foros virtuales conformado por los siguientes lineamientos:

  • Estructura caprichosamente jerarquizada: a modo de capas de diversos dulces en una torta de varios pisos, podemos ir descubriendo los siguientes ingredientes que también en forma aleatoria se presentan en los distintos foros virtuales: ^una porción medular conformada por los miembros más antiguos, que no tienen por qué coincidir con los más avezados en el tópico central de la lista. Inmediatamente seguida por ^una  élite intelectual o académica o profesional en directa vinculación con ese tópico; pisándole los talones ^otra capa no menos elitista pero cuyas titulaciones no son directamente proporcionales al referido tópico. 
  • ^ Una refrescante tajada de opinadores sin formación académica alguna pero con alguna incipiente trayectoria en consonancia con la temática listera. ^Una importante franja de simples opinadores de cualquier cosa (léase titulares de la prensa, noticias televisivas, enfermedades de colisteros, casamientos, nacimientos,defunciones,etc.). 
  • Y, por último, ^un grupúsculo de bufones /agresores/difamadores/guardianes de la verticalidad estructural/quejosos y utilitarios o funcionales al sistema.
  • En la cúpula de esa estructura se encuentran normalmente el administrador o dueño de la lista y sus moderadores y una pequeña cohorte del paraninfo generalmente conformada por familiares, amigos, conocidos o simples aduladores que nunca faltan.
  • Rechazo visceral de ciertas temáticas o puntos vinculados al tópico central ( ya se trate de  teorías, ensayos, programas, medios, etc) y adoración dogmática de otras temáticas o personajes.
  • Un grado considerable de xenofobia o tendencia a destratar a los nuevos miembros hasta que no sean testeados o paguen el famoso derecho de piso
  • Una importante desconfianza por lo ajeno o extraño en todas sus manifestaciones.
  • Presencia de celopatías interactuantes.
  • Elementos disgregadores y elementos ultraconservadores.
  • Dogmas incuestionables.
  • Utilización de slogans o dichos populares por casi todos los integrantes (piensa el ladrón que todos son de su condición, el mejor desprecio es no hacer  aprecio, no ofende quien quiere sino quien puede, cómo está el patio!!, que monte un circo porque los enanos ya le crecen, oido cocina, pero tampoco van por ahí los tiros, Dios los cría y ellos se juntan, si no aguantas una broma te vas del pueblo,.Nobleza obliga, etc.)

Retornamos al punto de partida: el nick como territorio del tímido.

La timidez es un síndrome del carácter, señalado por una inhibición excesiva.

El tímido, frecuentemente, fue niño frustrado, y aun aplastado.  Sus reacciones naturales de defensa y ataque no se han desarrollado suficientemente.  Convertirá- por medio de una falsa sublimación- su intimidación angustiada en superioridad imaginaria, injertada sin embargo en un ímpetu idealista, sin el cual la frustración originalmente experimentada desencadenaría una agresividad excesiva.  El tímido se dirige hacia un ideal exaltador de bondad.

Víctima de la agresión, provocada por su pose de bondad, el individuo se llena de rabia impotente.  La angustia creciente se complacerá pronto en prever imaginariamente - a menudo sin razón - agresiones injustas.  Surge en el plano secreto el odio acusador y su contraparte de autocompasión , de allí a una vanidosa superioridad hay sólo un trecho.
 
A la inversa,  el tímido, a cada encuentro con otro, se hundirá en sentimientos de inferioridad que se exteriorizarán mediante actitudes de sumisión.  Cuanto más juzgue y condene a los otros, tanto más se sentirá juzgado y condenado por ellos.
Se apodera de él la angustia de la opinión del otro, que  se complica con la angustia ante las reacciones que serán resultado del desprecio que teme inspirar, y que inspira.

El tímido ofrece, en efecto, al otro, una línea de menor resistencia, una invitación al abuso.

El tímido, por lo menos desde que se hunde por este camino sin salida, se ve colocado entre un nuevo problema que puede obsesionarlo cada vez más: "¿me atreveré?"se pregunta.
Hace intentos de atreverse, estudia poses de audacia y de desenvoltura.  Exagera la actitud para darse aplomo.  El mismo se siente ridículo por sus poses mal esbozadas, y se hunde ante las réplicas de ironía y de desprecio que no sólo  sospecha por doquier sino que provoca realmente.




Mientras tanto, el “patio” sigue mostrando “al personal” ocupado en su bagaje de conductas rituales: ironías disfrazadas de bromas inocentes, mezquindades humillantes, impertinencias para callar al otro, ataques de una crueldad querida y exagerada, irritaciones por un sí o un no, argucias sin fin para tener razón a toda costa.

Es un hormiguero bullicioso de pequeñas actitudes de agresividad hipócrita.
No es nada y lo es todo.
Porque estas supuestas “naderías” atraviesan como un dardo a la víctima de la agresión pérfida  y crean a la larga heridas del alma, tanto más emponzoñadas por cuanto toda tentativa de defensa resulta vana: esta última tropieza con sorpresas sin límite, con encogimientos de hombros, con negaciones indignadas que estigmatizan la hipersensibilidad enfermiza del otro, que monta en cólera o que, para evitar el ridículo, se ve obligado a tragarse su rencor, lo que lo lleva a utilizar, a su vez, el arma pérfida de las pequeñas venganzas imponderables.
A partir de esta guerra de nervios, librada subconscientemente con ayuda de insinuaciones, el odio se acumula y estallan las querellas que cada uno de los compañeros utiliza para rechazar la falta sobre el otro.
Es verdad que el nervioso, hipersensibilizado desde la infancia, puede terminar sospechando por doquier el ataque insidioso, aun cuando no exista, de manera que la forma interpretativa de la nerviosidad hace finalmente difícil todo contacto. 
Qué decir de la interpretación morbosa fundada en estos imponderables!!!
Se torna inclusive delirante.

La lógica que se esfuerza en hacerle ver la razón- demostrándole la inexistencia de las agresiones ilógicas e imponderables- no lo logra..
De nada sirve pretender –como dice la regla del juego social- que no hay que prestar atención a estos "pecaditos".
Es verdad que el buen tono tiene razón en enseñar que no hay que dejarse afectar, ni responder afectivamente. 
Pero pretender dárselas de tranquilo, sin hallarse verdaderamente fuera de alcance, no desemboca más que en la afectación, en una pose vanidosa, en una actitud de superioridad desdeñosa, en un desquite calculado incluido en el juego y el  contrajuego de los imponderables
El rehusarse a prestar consciente y objetivamente atención no es más que una actitud de represión con todas sus nefastas consecuencias. 
Precisamente pretendiendo no prestar atención a los ataques insidiosos, uno se habitúa a no prestar atención a sus propios contraataques de desquite.
 
El precepto de “no dejarse” se convierte en una exigencia convencional del honor por defender; pero los ataques y las defensas prosiguen, a menudo con plan cortesía. 
Con la excusa de una cortesía exquisita, el rencor se descarga, ya sea mediante alfilerazos que hacen montar en cólera al otro, ya sea a través de calumnias contra las cuales es impotente, por el hecho de que se producen sin él saberlo, pero cuyas consecuencias no dejan de serle fatales.
La desconfianza mutua degrada los caracteres, arruina la cordialidad, disuelve las amistades, envenena los hogares, destruye la vida de las sociedades cuyos miembros, de generación en generación, son educados en ámbitos degradados.

No es la indignación la que podrá cambiar el estado de cosas.

Indignación y auto-justificación se complementan, pues dan el resultado ambivalente de una descomposición de la dignidad auténtica (que no estriba más que en la actitud objetiva).

Como la culpa  es de todo el mundo parece no ser imputable a nadie y de ahí nace el aliciente para su interproyección indignada, causa de querellas belicosas.

“No me hables de mis falsos motivos y yo no hablaré de los tuyos”.  Soportemos las consecuencias de nuestra represión común –falsas interacciones- antes que permitir el desenmascaramiento de las causas secretas de nuestras miserias, porque estas causas son demasiado ridículas y lamentables.

Bueno, lo cómico de la situación cederá su lugar al humor y a su  risa liberadora.

Reiremos, entonces.

El humor liberador ha existido siempre.
Sin él, la vida no sería más que una degradación de las posibilidades superiores.
El humor introspectivo es el soporte de todas las cualidades: se ocupa de  armonizar las cualidades descompuestas, su poder educativo estriba en el hecho  que libera el valor moral que es el único que se atreve a enfrentarse a las motivaciones consideradas imponderables.
La introspección, cuando alcanza la intensidad del humor, permite comprender que en el nivel esencial que es el plano de la motivación justa, no existe víctima inocente y que el proceso de acusación dirigido contra los otros no es más que un autoengaño.

El proceso que se instruye a otros culmina en un veredicto y en una sanción que se vuelven contra el acusador.

Riamos, entonces.
Y corramos a adosarle a nuestro nick nuestro propio nombre.
O, simplemente, firmemos cada mensaje con él
Quizás –sólo quizás- las caídas de las máscaras vayan espantando las deformaciones de la personalidad.

Fair play.

Sincerémonos y salgamos a decir con cortesía.



Ya que lo cortés no quita lo valiente

4 comentarios:

loly dijo...

ahora lo disfrute completo, aunque lo releere mas veces. toda una radiografia ,sicologica y social de nuestros tiempos , y sin embargo de siempre... realmente disfrute con la lectura.asi que mi necesidad de volver a leerlo.un comienzo maravilloso , y sin la limitacion de las listas. muchas gracias

Anónimo dijo...

Muy buena exposicion Mirta.
Un beso

YOG

Unknown dijo...

Hola Mirta, muy bueno este artìculo. Y justamente me encantò porque yo uso Nick, el mismo siempre, y encima registrado. Creo que mi caso no es la timidez, ni usarlo para dar rienda suelta a todo lo que no diria con mi nombre,ya que antes de usar Nick mi correo era mi nombre, y no tenes ni idea los problemas que me causo (amenazas, etre otros temas) De todas formas hace mucho que he visto que hay muchas personas que pese a usar sus propios nombres, son como cebollas que van perdiendo capas y capas de piel, que tu desconoces, y pasaran mas de mil años (como dice la cancion) y nos seguiran dejando esa idea de totalmente seres desconocidos.
Bueno querida para decirte que es muy lindo tu blog!!! que tiene para leer con mucho tiempo temas muy interesantes asì que te felicito.
Un abrazo desde el corazon
picamiel

Anónimo dijo...

Mir:

¡Excelente artículo! Llega a la esencia de lo virtual y lo desenmascara, te felicito.

Winnie