miércoles, 30 de noviembre de 2011

Una rosa especial, cuento. por MIR




Una rosa especial

Mir Rodriguez Corderí


Consuelo Sandoval había tenido una vida afortunada desde el primer berrido.
No supo jamás de privaciones.
Vivió rodeada del cariño de todos, desde sus padres y  sus nanas, a sus  maestros y amigos.
Desde que sus ojos se abrieron a la luz fue la dueña de una belleza indescifrable que fue siendo mayor cada vez.
Eso la mantuvo rodeada de galanes “a la edad de merecer” que competían en atributos, poder, dinero y status social.
Quienes la habían llegado a conocer  aseguraban que había dos facetas muy diferenciadas de Consuelo.
Una light, aristocrática, snob y pendiente del último grito de la moda.
Otra menos visible –o que ella mantenía más oculta- que gustaba de leer rodeada por la  naturaleza, escuchaba música clásica u ópera, toleraba cualquier diferencia y era  notablemente igualitaria y protectora.
Esa selecta  minoría la cuidaba con marcada deferencia.  La consideraba especial y por ende le otorgaba un tratamiento adecuado.
Era especial.  Muy especial.
Y lo especial requiere especial contemplación.


Era de público y  notorio conocimiento que siendo muy pequeña mostraba un interés obstinado por las plantas y los árboles.  Tanto así que su padre- hombre dedicado a la industria del petróleo- no cejó hasta comprar la mejor mansión del lado este de esa provincia atlántica, a 5 km del mar. 
Tampoco era un secreto que el mismo Thais vino a diagramar los jardines, el bosquecillo con lago propio y todos los caminos que llevaban a las playas hasta donde llegaban los dominios del Sr Sandoval.
No faltaba flor conocida en esos ámbitos, ni árbol que las condiciones permitan.
Se había puesto el acento en las 4 estaciones, de manera que en cada hectárea no faltaban  macizos florales, hiciera calor o frío, ni especie arbórea mostrando su plenitud.

A los 22 años Consuelo se recibió de bióloga botánica.  A los 23 se casó con un científico, naturalista, botánico y zoólogo sueco que acababa de ganar el Premio Nobel por sus logros en taxonomía y ecología.
La pareja ocupó el ala Sur de la mansión, que fue aggiornada y decorada por Consuelo, junto a los profesionales más renombrados de ese momento. 
Sus ambientes  fueron objeto de revistas especializadas en el ramo y no dejó de ser fotografiada y filmada por ningún sector que se considerara top en todo el mundo. 
A 10 metros, en pleno bosquecillo, se levantó una construcción que respetaba la línea arquitectónica de la mansión, destinada a ser el  laboratorio de Gustav.  Allí comenzaría a realizar  sus investigaciones de genética botánica después del año sabático tomado a raíz del casamiento y mientras tanto se edificaba y equipaba su futuro refugio.


Un buen día, cuando Consuelo meditaba la posibilidad de ser madre, un jardinero conchabado por su marido comenzó a plantar en forma metódica  rosales de toda índole.  En el plano original, sólo ocuparían el entorno directo del laboratorio, pero poco a poco fue ocupando más y más territorio, hasta casi rozar el cercado de óleos texanos áureos del lado Sur de la Mansión.
Gustav vivía enfrascado en su última investigación.  Ni siquiera se acercaba a dormir por las noches en el amplio dormitorio matrimonial: lo hacía y por pocas horas en una poltrona que hizo poner en su escritorio privado dentro de la construcción que le había sido asignada para su trabajo.
Era agosto y llovía con truenos y centellas, cuando desde el ventanal principal, Consuelo observó, atónita, cómo debajo de tales inclemencias su propio marido y el jardinero fiel plantaban un rosal de toscas ramificaciones y color verde grisáceo.
Era septiembre fines cuando se abrió la primera rosa negra.  Gustav lloró de emoción.
A principios de octubre casi toda la prensa internacional había pasado por la mansión a fotografiar la rosa y  a entrevistar al nuevo “Carlos Linneo” del siglo XX.

Mientras buscaba desesperadamente a su caniche Antoine, desaparecido por dos días, Consuelo pasó varias veces cerca de la rosa negra y no pudo  dejar de temblar ligeramente.  Le tenía algo de repulsión. No podía comprender cómo crecía en forma exponencial. Originalmente  del tamaño de su puño ahora llegaba casi a quintuplicarlo.
A los 3 días de desistir de la búsqueda de su perrito, desapareció como por arte de magia la hija menor de la cocinera.
Mientras la cuadrilla de la policía rastreaba la zona sin ninguna suerte, absolutamente acongojada por el hecho y por la consecuente intrusión de tanta gente en su privacidad, Consuelo, desde el ventanal principal, miraba el rosal que era la niña de los ojos de su cónyuge.  Sus rosas, ahora dos, parecían repollos inmensos aunque negros.


Supo que estaba embarazada cuando ya rozaba el tercer mes.  Pequeñas pérdidas la habían hecho confundir y fue con los primeros vértigos y náuseas que decidió llamar a su médico de cabecera, quien inmediatamente convocó a un ginecólogo prestigioso que le dio a Gustav la buena nueva.
Tuvo que guardar absoluto reposo por otros tres meses más, mientras era apoyada por inyecciones semanales y complementos vitamínicos.
Cuando le permitieron salir a caminar por los parques el jueves de la última semana de abril, le llamó la atención el silencio reinante.
Ni bien se dio cuenta que era el canto de las aves lo que faltaba, la piel se le erizó  y salió corriendo hasta el rosal negro: estaba repleto de pimpollos del tamaño de un pomelo, medía ya como 3 metros de alto y había hecho sucumbir bajo su peso y su tamaño los arbustos dorados tan amados que ella misma había hecho plantar alrededor del lado  de la mansión que daba al sur.
Esa misma noche,  ni bien terminaron de cenar, le pidió a Gustav conversar un momento.
Su marido, solícito, se sentó al lado de ella, acariciando su pancita como habitualmente solía hacer.
Ya sabían que era un varoncito.
Consuelo fue lo más clara y contundente que pudo ser: Gustav sonrió levemente y le habló de los varios síndromes psicológicos a que una embarazada está sujeta.


Lo cierto es que ni las aves aparecieron, ni animal alguno, ni alimaña otrora visibles en el bosquecillo y en los alrededores
Ella –sin redes de contención- se desmoronó y tuvo que volver al reposo estricto.
El bebé nació fuerte y vivaz, pesando 3 kilos 250 gramos.
No pudo amamantarlo el primer mes.
Tanta alteración y nerviosismo le restó  leche.
Sintió que era muy especial cuando su bebé succionó por primera vez el alimento materno directo de sus pezones.
Creyó que nada podía superar ese momento.
Se sintió como hacía tiempo no acostumbraba hacer: afortunada, dotada, especialísima.
Meciendo la cuna de su primogénito suavemente, meditó en cómo había sido su vida entera, en lo dichosa que había sido al ser tan mimada y protegida.
Una sombra se pinceló en sus ojos cuando llegó a recordar los últimos dos años.
Gustav no era lo que ella había creído.
Era egoísta y vivía exclusivamente para su profesión.
Hasta se extrañaba de haber quedado embarazada, de tan escasas eran las visitas de su esposo a sus aposentos.
Pensó en cortar las ataduras.
Pensó en salvar a su hijo de lo que “intuía” podría pasarle ante el desapego de un padre así y su actual estado de indefensión y debilidad.
Planificó cada hora, cada acto, cada tema, con absoluta prolijidad, porque no se encontraba en peligro su propia seguridad y  libertad sino la de su hijo recién nacido.
Se las ingenió para revisar la agenda de su marido y pudo saber cuándo concurriría a un Congreso de Genetistas.
Sería en  Agosto, en Suecia, una seguidilla de simposios, conferencias, jornadas.  ¡Ideal!.
Casi no podía respirar de la emoción cuando el 15 de agosto Gustav partía lleno de maletas hacia el Aeropuerto. No pensaba volver hasta mediados de septiembre.
De tanta excitación se quedó dormida a las 18 hs., vestida, sobre su cama.
Así la encontró la nana, que se llevó a Liam al cuartito azul programado para él.  El mismo que Consuelo no permitía que el bebé ocupara, insistiendo en tenerlo al lado de su propia cama.
La luz del amanecer la despertó, atreviéndose entre los pliegues de las pesadas cortinas del ventanal principal.


Recordó y sonrió.
Ese día dejaría por fin la mansión y llevaría a su hijito junto con  ella hacia  la paz y la sobrevivencia.
Si Gustav le leyera ahora mismo el pensamiento, la diagnosticaría  demente y la encerraría en algún nosocomio mental caro y exclusivo.
Dio un salto y fue a la cuna vacía.
Gritó.
Gritó tanto que la nana entró con cara desconcertada.
Consuelo preguntó por su bebé.
La nana le indicó el cuartito azul.
Corrió enloquecida hasta él.
Liam no estaba en su camita del cuartito azul.
La nana revisó febrilmente cada rincón del cuartito. No entendía por qué su dueña estaba plácida y quieta mirando por la ventana.
Llamó a  la servidumbre, que no había visto nada.
Avisó a la Policía.
Vinieron las cuadrillas.
El bebé jamás apareció.
Consuelo no dejó de mirar el rosal, que había abierto sus 60 rosas negras, grandes como repollos negros.












NiÉGAME ANTE LOS DEMÁS



Mir Rodriguez Corderí





Ya soy sombra

Quiebra si quieres mis espejos, astilla mis fotos, elimina mis correos de tus buzones.

Sopla fuerte para que mis huellas en la memoria  y en el polvo desaparezcan

Catapulta mi nombre hacia el territorio del nuncamás

Clausura tus oídos para mis voces, las reales, las imaginadas, las posibles y las imposibles.

Conviérteme en rompecabezas, en muchos pedacitos de nada que jamás podrán volver a reubicarse en algo

Clávame la daga de tu sarcasmo hora tras hora, día tras día, semana tras semana y así y así y así

Niégame ante los demás  antes que cante el gallo (y no olvides  hacerlo tres veces)

Exíliame de tu corazón

Destiérrame de tus cuatro paredes

Niégame tus suspiros y el placer convertido en lágrimas…te he dicho que te quiero mucho por eso? No? Pues, te lo digo.

Tu ira ha puesto una cuerda en mi muñeca derecha, mi otra mano quedó sujeta por tu intemperancia.

Tu indiferencia me ha atado la pierna izquierda y la otra se encuentra en poder de una liana elegida en la selva de tu resentimiento

Mi destino de Tupac Amarú ha sido ordenado

Descuartizada y exangüe. 

Ya no vengo a ti ni suplico

Ya no hay piedad posible a la que acudir ni sentencias para firmar

No puse fecha porque es hoy

No detallé el lugar porque no existe


domingo, 13 de noviembre de 2011

Continuidad del limonero, por Mir Rodríguez Corderí



El limonero dominaba el panorama desde la ventana que daba al este.

Lo habían plantado el año pasado y ya mostraba orgulloso al mundo sus primeros proyectos de limoncitos.


Atrás, a unos 4 metros  y a la derecha el ciruelo de jardín le recordaba su color preferido: el rojo oscuro mal llamado bordó.
Más cerca de la ventana y también sobre el lado derecho, el jazmín del país salpicado de sus estrellas blancas tan olorosas crecía exultante por la  columna de madera de la pérgola hasta ocupar , arriba, dos de los cuadrados de la misma.


Escribía.


Una primavera espectacular le daba una comunión de aromas (rosas, jazmines, madreselvas), un cielo con una sola estrella –desde esa perspectiva-  y una noche cada vez más cerrada.


Algo -no sabía a ciencia cierta qué- le recordó un cuento de Julio
(Continuidad de los parques).
Pero ella no tenía ningún sillón de pana verde
ni estaba leyendo libro alguno...tan sólo escribía.
Atrás suyo, y suspirando regular y profundamente para que lo recuerde- en un sillón de tela rústica marrón , su perro pequeño, Jac, un collie border enano.


Había tardado mucho en decidir el título..y no lo había decidido aún.
Asímismo había dilatado el previo esquema que acostumbraba hacerse en cada cuento...y empezó sin diseño alguno.
Todo sonaba, olía y se percibía raro.
Todo.
"En fin, no siempre es igual", pensó, pero sin dejar de permitir que un escalofrío le dejara la piel de gallina.
Fue justo cuando Jac se bajó y se tendió todo a lo largo en el piso de cerámica que las luces aparecieron a su derecha,  a 3 metros de la ventana.
Pensó- sin ahorrarse hilaridad- en ovnis y cosas por el  estilo.
Sin embargo, las luces fueron acrecentándose hasta ocupar todo el exterior con su color amarillo.
El limonero las absorbía e iba creciendo en consonancia.
-Esto debe ser un sueño- pensó
Pero las luces y la planta no se enteraron de su pensamiento.
Todo comenzó a girar bajo la potente luz gualda.
Ella dejó de golpetear su teclado.
Sus propias manos se volvieron amarillas  y laxas y muertas.
Las ventanas no soportaron la presión externa y los vidrios se rompieron en pequeños pedacitos que, llamativamente, saltaron hacia el exterior.


Entonces fue que el limonero se acercó a la ventana
y metió sus ramas adentro hasta tomarla por entero.


En la espesa oscuridad donde estaba
recordó a Cortázar y su cuento Continuidad de los parques.

Pensó que le gustaría mucho ser un limón y servir de alimento o aderezo a una ensalada.

Nada sería igual.

Jac se había vuelto a subir al sillón marrón, como si fuera uno de pana verde.

Todo daba lo mismo, pensó.

Y se abandonó al latido del universo, latiendo en consonancia.







 Pintura

jueves, 10 de noviembre de 2011

THAIS




Thais
Mir Rodríguez Corderí

v    El día anterior había habido sudestada, los árboles parecían estar a punto de caer.  Ese tipo de tormentas la fascinaban.  Su nacimiento ocurrió un día   muy lluvioso de noviembre.  Había aprovechado la furia de la naturaleza para deshacerse de un par de situaciones que ya pesaban demasiado.

Hoy, en cambio, el viento era del noroeste, igual de fuerte, igual de amenazante, pero más templado como era de esperar.  Thais lucía  un resfrío aristocrático, como todo lo de ella, porque el descenso de temperatura  brusco de ayer la encontró algo desvestida, al estilo verano y playa.  En cambio este día de jueves a 4 días de su natalicio la acariciaba un conjunto  tejido en suave algodón y seda de pantalón y casaca escarlata oscuro.

El había aparecido así.  Así de cálido y así de suave después de haber protagonizado una tempestuosa entrada en su vida días atrás.  Semejanzas, pensó Thais, tan sólo eso.  Ni siquiera coincidencias significativas ni sincronicidades, que estaban tan de moda.  Sería una mochila linda de llevar, pensó, ¡ojalá se suba a mi tren!  Hacía tanto que no era halagada de esa forma…

(¿Y de qué forma te halaga éste que otros no hayan hecho?, se sintió interrogar desde su mente analítica)

Cierto, era usual que algún hombre intentara seducirla, pero ¿qué había de distinto en éste, entonces?  Me mima, se dijo, y se quedó tiesa mirando el cielo celeste con nubes algodonosas, dispersas.  -Y me interpreta-

Escuchó el chillido de la pava eléctrica.  Era nuevita y aún la sorprendía el barullito que armaba para avisar que el agua ya hervía.  En el apuro apoyó mal la taza y parte del agua cayó sobre su mano izquierda que sostenía el asa…el dolor la hizo soltarla y se rompió en varios pedazos al dar contra el suelo.  Una esquirla vino como lanzada por una misilera a clavarse en su pantorrilla, justo cuando giraba para ir corriendo al baño a poner la mano en agua fría.  Sorprendentemente, el dolor en la pierna la hizo trastabillar y caer, su cabeza chocó primero en el zócalo y luego en los cerámicos.  Perdió el conocimiento.


v    -Debes tener más cuidado, querida- Le susurraba con dulzura él mientras la levantaba suavemente y la llevaba hasta la cama.

El aturdimiento continuaba, de manera que no fue en ese momento cuando se interrogó por las circunstancias y su ordenamiento, como:  ¿Qué hacía él ahí? ¿Cómo había llegado? ¿Cómo se había enterado dónde vivía ella? ¿Quién le había abierto la puerta? ¿Y por qué estaba ella en camisón y él en pijamas?

-Has tenido mucha suerte, amor, hay gente que muere por un golpe así-

Vio que los ojos de él se nublaban ligeramente mientras decía casi como susurrando: -Si te llegara a pasar algo malo, no sé… no quiero ni pensar en la posibilidad-

No fue sino después de hacer el amor como si nunca jamás antes, cuando ya agotados y satisfechos reposaban el uno al lado del otro, las piernas entrelazadas, mirando el cielorraso, que las preguntas se agolparon en la cabeza de Thais.  Pero estaba tan bien así que no les hizo caso.  Él le recitaba su último poema. 

 Mujer que no me sabes
Que sin habértelo propuesto
Me enamoras
Hoy te quiero contar
Toda esa angustia
Que desgranan mis horas
Cuando te tengo lejos
Es como naufragar
Con un manojo de sombras
Por madero
Es como navegar
Sin rumbo fijo
Por un océano de tiempo…

La voz de él se fue alejando.
Una delicia.  Se quedó dormida.


v        Un rayo travieso de sol jugueteaba con sus párpados, cuando Thais abrió los ojos.  Había olvidado correr el pesado cortinado del ventanal.  Deslizó la mano para rozar el costado de Gonzalo…pero no halló nada.

Miró sorprendida la cama vacía.  Buscando algún indicio revisó cada rincón de la casa.  No había nada que indicara la presencia de Gonzalo allí.
Y sin embargo, aún tenía el sabor de su lengua en la boca, el olorcito de su piel brotaba de su propio cuerpo y la sublime sensación de una unión imposible de traducir en palabras.   Había dejado de creer en almas gemelas, pero quizás volviera a hacerlo, después de esta experiencia.
Una cefalea impresionante la tiró en la cama nuevamente.
Se hizo la oscuridad tan velozmente que casi ni se percató.


v Gonzalo escribía un poema inspirado en su nueva compañerita.
Lo había titulado Thais para que ella tuviera la certeza que le iba dirigido

“Mujer que no me sabes
Que sin habértelo propuesto me enamoras…”

Le apasionaba esa mezcla de profundidad espiritual, belleza física, inusual magnetismo, inteligencia, cultura, tolerancia, generosidad y prudencia que ella era.

Con ese poema iba a manifestarle sus sentimientos.
Por la noche la buscaría en el chat y la citaría para el finde.
Tenía la sensación que ella le era recíproca.  Casi la certeza.

Se sirvió un café doble con canela y ron.
Prendió la televisión mientras se dejaba caer sobre el sillón.  Depositó la taza en la mesita de junto, donde estaba su móvil, por las dudas…
Tomó la notebook y la encendió.

El periodista hablaba de la muerte inusitada de una mujer,  la habían hallado tirada en el piso de su cocina, con el cuello roto.  No se hallaron rastros de persona alguna, se había supuestamente resbalado con agua y caído.  La mujer que le hacía la limpieza la encontró así esa misma mañana cuando se aprestaba a asear la casa, de la que tenía llave de acceso y avisó inmediatamente a la Policía.
Se llamaba Thais…
Gonzalo sintió que se helaba. Una insoportable desesperación comenzó a viajar por todo su sistema circulatorio a gran velocidad.  El pecho se le oprimió y la glotis se cerró impidiéndole respirar.  Estaba poniéndose lívido cuando echó a llorar compulsivamente.  Supo que iba a ser un vacío imposible de llenar.

Se quedó mirando el chat recién abierto.

El nombre de ella estaba ahí.

Pero ella no.

Ya nunca más.







lunes, 7 de noviembre de 2011

EL MAPA

Autora: Mir Rodríguez Corderí

    

Mau se despertó sudado y alborotado, como cuando emergía de una pesadilla de  grandes dimensiones e ingentes significados. 
Ni bien sus ojos se acostumbraron a la luz diurna y los efectos del antídoto que tomaba antes de acostarse cada noche se fueron esfumando poco a poco, lo primero que le vino a  su pantalla mental fue la imagen de Mir. 
Nada explicaba que fuera ésa la primera captura del software mnemotécnico, tampoco se interrogó en lo particular ni le interesó mucho hacerlo.

Súbitamente y con efecto cascada los recuerdos de ella y su inserción en su “vida” fueron flasheando ante sus ojos, para lo cual no era relevante si estuvieran abiertos o cerrados.

Ella le había dado su mapa.
El se sentía sumamente conmocionado por esa circunstancia.
Eso -de llegar al conocimiento del Magistrado- la pondría en el trance de “inmediata desconexión”.
Pero lo que más presionaba a Mau es que ese acto de máximo desprendimiento y relevancia había devenido en el más grande obstáculo entre su corazón y el de ella.
Al tener el mapa de Mir, Mau conocía cada recóndito rinconcito de su estructura psíquica, sus fobias, sus debilidades, sus perversiones, sus flaquezas y eso había devenido en una imposibilidad de enamoramiento que él no sabía cómo manejar.  
¿Cómo puede uno amar algo que conoce desde el defecto?, se preguntaba frecuentemente Mau que se había convencido que jamás podría volver a amarla como al principio, cuando aún ella no le había dado lo más valioso de su propia existencia: el mapa personal.


        Estaba cepillándose los dientes cuando miró descuidadamente el espejo y se vio reflejado en él. No le agradó lo que veía, era un hombre guapo, con ojos gris indefinido, pelo castaño, de bellas facciones, pero no se agradaba últimamente. 

      La destrataba a menudo.
Ella no había necesitado ver su mapa personal.
El había sido para ella, desde el principio, algo así como una transparencia o un deja vu finamente elaborado, dado que ella era quien mejor lo conocía y descifraba en este mundo.  
Nada de él le era ajeno, nada, ni la más mínima insignificancia.  En parte intuición, en parte inteligencia analítica y en parte su propio auto-desprecio que a veces lo había llevado a mostrarle a ella todas sus peores máscaras, casi en letras de molde, como para que no le quedara duda alguna.
Mir no poseía su mapa, pero era casi lo mismo que si lo tuviera, porque más allá de algunos resortes adeneínicos sin verdaderas consecuencias, ella era el ser viviente que mejor lo sabía por dentro y por fuera, en lo malo y en lo bueno.  Y sin correr el riesgo de ser desconectado, dado que él no le había entregado a ella el mapa personal.

Sintió un asco tremendo subiendo por su esófago desde algún lugar común de su aparato digestivo…la pena por sí mismo, el arrepentimiento, la baja autoestima, el reproche sempiterno, la certeza casi corpórea de su propia inutilidad, la sensación de vacío sentimental, la auto-justificación tan desgastada que ya no servía de sal digestiva, la carencia de objetivos...terminó devolviendo lo que no había comido en semanas….quedó extenuado limpiándose casi con insolencia y falta de respeto, mirando el mismo espejo que provocó el vómito. 
¿Dónde estaría Mir ahora mismo?.


         Dio dos golpecitos suaves a la plaqueta instalada en el panel derecho de la puerta de entrada de su departamento.  Inmediatamente se desplegaron las  distintas rutas aéreas que podía tomar según el destino que había elegido: estaban totalmente bloqueadas, parecían verdaderos colmenares bulliciosos.  
   Sólo el nivel 3 lucía algo más liberado…pero, claro, el nivel 3 era para tránsito rápido únicamente y su móvil no andaba a full como para intentar tamaña velocidad. 
Se sorprendió –gratamente- cuando el control automático se puso en rojo y pulsó el nivel 3.  Muy raramente asumía conductas temerarias en cuestiones como ésas, sólo en los negocios y así le había ido.
Sintió el vértigo de volar tan alto, gozando de una libertad de maniobras que no podía percibir en los niveles 1 y 2, sus habituales rutas de desplazamiento.  Se imaginó ave y de ahí en más su enorme fantasía pudo desplegarse sin limitación alguna.  Cuando descendió en la pista de la Corporación donde trabajaba, un agrio sabor a desilusión vino a reemplazar de golpe la agradable catadura de esa increíble experiencia.

 El Magistrado se había quedado mirando fijamente por la ventana desde hacía 14 minutos, 38 segundos, sin emitir palabra.  
     Disfrutaba del paisaje que se desplegaba frente a su vista, el último quizás de los parajes verdes absolutamente naturales que quedaban en el planeta.
Sus ojos acerados podían permanecer quietos así por horas.

Cris, su única asistente humana, pudo apenas disimular el escalofrío espasmódico que le recorrió toda la espalda…esos ojos eran tan gélidos que la dejaban vacía, helada, sin respuestas.
¿Qué estaría pensando el hombre más poderoso de todo el orbe? Se preguntó ella mientras se acomodaba el cartelito identificatorio de su chaqueta  que se había torcido, cuando lo escuchó decir:
“Pan y Circo”.
Inmediatamente las 10 asistentes robóticas sentadas alrededor de la gran mesa oval comenzaron a repetir estrofas relativas al Gran Imperio Romano, actividad inducida por las palabras del Magistrado.
Cris respiró hondo porque no era versada en Historia Universal y mucho menos en esa parte tan antigua de la misma.

“Quiero que programen un certamen que conste de 5 pruebas que sean de diferente índole.  
Una de destreza física, otra de rapidez mental, otra de pensamiento colateral, una cuarta que tenga un poco de las tres anteriores, un mix.  
Y la última, la 5ta. será la que desempate entre los candidatos que hayan superado las primeras cuatro” dijo el Magistrado.

“La última tendrá que ser de tal grado de dificultad que tan sólo un 0,01% de la población podrá llegar a su cumplimiento total”
“El certamen tiene que mantener interesado al 85% de la población económicamente activa a partir del 14 de noviembre hasta el 24 de agosto, donde tendrá lugar la entrega del premio al que resulte el ganador, de no quedar desierto el concurso”
“No ahorraremos ningún recurso.  Debe ser algo realmente espectacular, llamativo, entretenido y esencialmente convocante”
“Necesito que durante ese plazo ningún habitante de esta Magistratura tenga media neurona ocupada en mis actividades gubernamentales”

Aspiró profundamente y dijo elevando la voz:
“La semana que viene me traerán todo planificado, diagramado y con perfiles alternativos, campaña publicitaria incluida.  
Quiero un Gantt en el letrero principal de mi habitación con extensión al comedor y a mi escritorio.  Irán tildando cada etapa ni bien sea cumplimentada”.

“Cris tendrá a su cargo la elección del quinto requisito, el que sirva para desempatar, en caso de varios candidatos que lleguen a la final”
Le clavó los ojos helados y con un gesto inusual mezcla de complicidad y empatía, le espetó: “Espero que no me falle, querida”

Las asistentes robóticas habían dejado de teclear.
Cris pudo sentir la envidia, aunque sonara utópico, mientras que la miraban fijamente hasta que se retiró de la sala de conferencias.



      Mau estaba entusiasmadísimo.  
   Se había anotado en el concurso con escasas ganas y muy poca fe en sus posibilidades de ganarlo.  Prácticamente lo había puesto su jefe entre la espada y la pared, dado que la Corporación había decidido preparar a todos sus empleados para el Gran Acontecimiento.  
     Y él y su jefe eran los únicos de la plantilla del Departamento de Ingeniería Médica después del último despido masivo por razones de recortes presupuestarios inducidos por las medidas económicas tomadas por el Magistrado.

Pero pasados los meses, había llegado con un centenar de aspirantes a satisfacer ampliamente la prueba número 4.

Le decía a todo el que lo quería escuchar que habían sido 200 000 los anotados y ahora él quedaba entre los últimos 100 elegidos.

Especulaciones de todo tipo atravesaban el territorio de Levante a Poniente sobre cuál sería el requisito sine qua non, “el desempatador”.

Mir le había dado mucha contención y había insuflado excesiva confianza en Mau “más de la necesaria”, como se quejaba él cuando ella se ponía tan súper maternal.

Ella le decía que tenía la sensación que sería algo harto difícil de lograr, algo verdaderamente peculiar y extraño.  Sólo así podría servir de decisor entre un centenar de aspirantes.

Todos especulaban:  en la calle, en los trabajos, en los hogares, en los noticieros, en los media…nadie se negó a opinar.
El país entero se paralizaría el 24 de agosto cuando el Magistrado diera a conocer el famoso requisito definitorio.



          Cris había descartado ya 1478 opciones.
Había entrado en desesperación la última semana de julio, máxime cuando recibió el ultimátum de su jefe para presentarle el estudio del elemento en cuestión que debería cumplimentar el que resultare el ganador del Concurso.

El Magistrado se había mostrado muy satisfecho con los resultados preliminares: nadie había osado pensar en otra cosa a partir del 14 de noviembre.
Era el 8 de agosto y se había desatado una tormenta solar sin precedentes.
Todos estaban en sus refugios.
“Tiene que ser algo que casi nadie pueda hacer, o tener, o conseguir” se repetía hasta las náuseas Cris
Pero su mente, dotada de una inteligencia superior, permanecía muda y resonando cual caja vacía.

¿Qué sería lo que ella jamás haría? 

¿Qué lo que jamás permitiría?

¿Qué lo que nunca autorizaría?

¿Qué era lo que no se imaginaba entregando a nadie?

Afuera todo era polvo lunar, silencio espectral, gris anocheciendo.
Pensó en los ojos del Magistrado.
Una nunca antes experimentada corriente eléctrica la recorrió desde la punta de ambos pies hasta la coronilla.
Yo a él nunca le diría mis secretos, no quisiera que supiera mis miedos o conflictos irresueltos, no desearía ser su marioneta preferida.  De sólo pensar que mi mapa pudiera caer en sus manos…
¡Vaya! ¡El mapa!
¡Cómo no lo había pensado antes!



         Transcurrían las primeras horas del 20 de agosto y apenas aclarecía.
Desde su cama podía ver las tildes del Gantt, de un amarillo fosforescente.
Había desayunado espartanamente porque su úlcera gástrica lo estaba acosando y porque odiaba las cirugías, aún las genéticas.
Sentía un rechazo repulsivo a toda anestesia, medicamento, práctica y/o intervención. Era fóbico a las intrusiones en sus secretos.
Tomó el sobre que le alcanzó el mayordomo en la bandeja de correspondencia.
Era de Cris y supuestamente debía contener el famoso requisito que efectuaría (o no) el desempate entre los 100 finalistas.
Leyó con avidez y comenzó a reír estruendosamente, tanto que no podía parar y daba brincos en su cama para lograr el output preciso de tanta conmoción interna.
¡Qué maravillosa idea!
¿Quién entregaría su mapa para ganar el concurso?
Nadie.
Obvio.
Nadie.
Ergo: ningún ganador.
Decidió aumentar el premio a dos trillones de magistrales, total, quedarían en las arcas del Estado.

Los titulares de todos los media no hacían más que hablar del requisito (un mapa personal) y del cuantioso premio.
No faltaron los alegatos éticos de los revolucionarios de siempre, escondidos en los lugares más inhóspitos del país.  Nadie casi los leyó.  Menos Mau, que era el único de los 100 finalistas que apareció sonriendo en las primeras planas.

Quizás sea por esa razón, por no haber escuchado la otra campana que el 24 de agosto   por la noche, hubo un ganador, él, ya que pudo pasar victorioso la última prueba, la quinta, al entregar en la charolita de plata que le pasó el Escribano Principal, el mapa personal de una mujer.
El Magistrado no pudo ni esbozar una mera sonrisa protocolar al corroborar en los mecanismos adecuados la autenticidad de tal mapa.
Mau salió soñando qué haría con tantísimo dinero, rodeado de una cohorte que se iba haciendo cada vez más numerosa a medida que recorría las calles hasta donde había dejado su aeromóvil.

El 24de agosto, a las 23 45 hs, Mir fue definitivamente desconectada.