miércoles, 23 de marzo de 2011

CERRAJEROS DE SI MISMOS


Cerrajeros de sí mismos

“Hambre de contacto”, le llamó Ken Wilber. Anhelar con hondura ser percibidos por el otro, conectarnos íntimamente, ser apreciados, abrazados, contenidos: una básica necesidad humana que muchos, para sobrevivir, aprenden a anestesiar. Sí: algunas personas, mancilladas en su sensibilidad, van tejiendo un sistema defensivo que les mantenga protegidos de nuevos dolores; una coraza (palabra que, claro, viene de “corazón”). Entonces, o se aislan, o se abren erróneamente ante quienes van a dejarles de nuevo con... hambre de contacto. Necesitan aprender a administrar las compuertas sensibles.
El corazón sobre-defendido tiene dos destinos: o se momifica (y queda seco, frío, mudo), o sufre su encierro como un pájaro confinado, más que a una jaula, a una caja de hierro. Pobre pájaro! Pobre corazón. Y pobre persona si no advierte que esa caja fuerte se abre desde adentro: sólo uno tiene la clave, y con suma delicadeza necesita darse tiempo para, palpando el propio sentir, encontrar cómo hacer el “click”. Si no puede solo, no esperar a que "el Amor" venga a salvarle: pedir ayuda, pues para hacer contacto con otro es indispensable primero aprender a hacer contacto consigo. Así, se sabrá elegir mejor con quiénes transitar el camino.
Curiosamente, en Psicología (arte de ayudar a abrir cajas fuertes) con frecuencia se entrena a quien la ejerce a mantener tanta distancia con su paciente, que lo que éste suele experimentar es más aridez (mayor hambre de contacto!): en vez de auxiliarnos para aprender a abrir nuestra caja fuerte, sólo nos explican cómo es su cerradura. Para desacorazar, el terapeuta también tiene que desacorazarse; contactar con la esencia de quien se ha a-islado, pues eso lo animará a dejar de ser una isla y unirse al continente, con sus pares. Adiestrémonos, todos, en ser gentiles auto-cerrajeros. Y liberemos nuestro pájaro. Como sea.
Aquí el exacto Eduardo Galeano nos ilustra este tema con una histor
" Rubén Omar Sosa escuchó la lección de Maximiliana en un curso de terapia intensiva, en Buenos Aireoctor, gracias. Ahora por favor, ¿me toma el pulso?
Y él volvía a tomarlo, y volvía a explicarle que estaba todo bien, que mejor imposible.
Día tras día, se repetía la escena. Cada vez que él pas
s. Fue lo más importante de todo lo que aprendió en sus años de estudiante.
Un profesor contó el caso. Doña Maximiliana, muy cansada por los trajines de una larga vida sin domingos, llevaba unos cuantos días internada en el hospital, y cada día pedía lo mismo:
-Por favor, doctor, ¿podría tomarme el pulso?
Una suave presión de los dedos en la muñeca, y él decía:
-Muy bien. Setenta y ocho. Perfecto.
-Sí, daba por la cama de doña Maximiliana, esa voz, ese ronquido, lo llamaba, y le ofrecía ese brazo, esa ramita, una vez, y otra vez, y otra.
Él obedecía, porque un buen médico debe ser paciente con sus pacientes, pero pensaba: `Esta vieja es un plomo.' Y pensaba: 'Le falta un tornillo.' Años demoró en darse cuenta de que lo que ella estaba pidiendo era que alguien la tocara."
Autora de este texto: Virginia Gawel. Permitida su reproducción citando esa fuente y el sitio web www.centrotranspersonal.com.ar )

domingo, 6 de marzo de 2011

El Teléfono de las Pistas está Sonando. ¿Vas a Contestar? por J. Hoffman







El Teléfono de las Pistas está Sonando.
¿Vas a Contestar?

por Jennifer Hoffman
Hola a todos,
Recuerdo las muchas veces que el Universo ha tratado de impedirme hacer algo que yo quería hacer de todos modos. No importa cuántos obstáculos pusieran en mi camino, yo seguía adelante, decidida a triunfar a toda costa. Y pagaba el precio en tiempo, energía y dolor. ¿Por qué no veía las pistas por lo que eran, advertencias de que el camino en el que estaba no era el mejor para mí? ¿Qué me hacía seguir adelante con mis planes, decidida a atravesar cualquier cosa que estuviera delante de mí, sin importar lo que costara (y a veces costaba mucho)? El teléfono de las pistas suena a menudo en mi vida y yo no contesto porque no quiero oír los mensajes, pero he aprendido a escuchar y luego esperar más información, ya que el teléfono de las pistas siempre me dice exactamente lo que necesito escuchar.
Creo que ser Aries tiene algo que ver con eso – yo puedo ser muy terca, pero también había un elemento de temor. ¿Qué tal si no hubiera nada más allá de lo que yo veía como mi única opción? Si esto no funcionara, tendría que empezar de nuevo. Así que cuando el teléfono de las pistas empezaba a sonar, en forma de eventos, situaciones, señales e indicios de todas partes, yo sólo fingía ser sorda y ciega y los ignoraba.
Una situación se destaca en mi mente como un gran ejemplo de esto. Yo quería trabajar para una empresa y había conseguido contactar al director general y conseguir una entrevista. Ésta era una empresa con tecnología de punta que yo admiraba y respetaba y realmente quería este trabajo. Así que tuve la entrevista con el director y el jefe del departamento en el que estaría trabajando. El director quedó impresionado, pero el otro hombre estaba un poco nervioso porque yo tenía más experiencia y estaba más capacitada que él. Me di cuenta de que él me miraba y pude notar que se sentía muy incómodo. (Pista número 1)


Pero dado que había impresionado al director general, yo estaba segura de que tenía el trabajo. Así que seguí en contacto y esperé a que llegara la carta con la oferta. Mientras tanto, tuve varias otras ofertas de entrevistas, pero las rechacé porque sabía que iba a conseguir este trabajo. Cuando llamaba a la oficina del jefe de departamento nunca estaba y nunca me devolvía las llamadas (Pista número 2). Entonces llamé al director y él me dijo que estaba fuera de sus manos, dependía del jefe de departamento (así que no me iba a apoyar, Pista número 3).
Yo tenía un software que era producido por esta compañía y un día, un mes después de mi entrevista y después de hacer otra llamada a la compañía, abrí el cajón de mi escritorio para sacar el CD del producto y estaba partido por la mitad. Cómo pasó eso es un misterio porque siempre mantuve el CD en el cajón, junto con los demás y era el único que se había roto. (Pista número 4). Así que llamé a la compañía, que quedaba en mi ciudad, para pedir un reemplazo y me dijeron que podía pasar recogiendo uno.
Conduje hasta la oficina y caminé hacia la puerta y no se abría. La recepcionista trató de dejarme entrar apretando el botón varias veces pero la puerta estaba atascada. Finalmente se levantó para abrirme la puerta y tampoco pudo abrirla (Pista número 5). Yo estaba tratando de jalarla desde afuera, ella estaba empujándola desde adentro y simplemente no se abría. Después de varios intentos (ella dijo que eso nunca había sucedido antes) la puerta se abrió, recogí el CD y me fui a mi casa.


El mensaje era claro, la puerta a ese trabajo estaba bien cerrada y tenía que buscar en otra parte. Sólo me había llevado un mes, varias docenas de llamadas telefónicas, mucha frustración y varias otras oportunidades perdidas. El teléfono de las pistas había estado sonando muy alto, pero yo no estaba escuchando. Yo quería ese trabajo e hice todo lo posible para conseguirlo.
El teléfono de las pistas es la forma del Universo de hacernos saber que lo que estamos persiguiendo no es el mejor camino para nosotros. Pero como a menudo sucede cuando estamos en una situación en la que sentimos que tenemos opciones limitadas o realmente queremos lo que estamos persiguiendo, vemos al teléfono de las pistas como otro obstáculo en nuestro camino. Lo es, pero está tratando de hacernos cambiar nuestro enfoque, movernos en otra dirección y dejar de lado nuestra voluntad y entregarnos al proceso.
¿Cómo podemos rendirnos cuando necesitamos un trabajo, queremos esa relación, tenemos puesto nuestro corazón en lo que estamos persiguiendo o pensamos que es la cosa más maravillosa posible? Tenemos que contestar el teléfono de las pistas y escuchar los mensajes que tiene para nosotros. Entonces podemos soltar lo que estamos persiguiendo con tanta fuerza (ésa es una pista enorme, cuando queremos algo tanto que haríamos cualquier cosa para conseguirlo) y ver lo que hay más allá.
Cuando nos enfocamos en un resultado en particular tenemos visión de túnel y nos volvemos ajenos a todo lo demás. Nuestra perspectiva desaparece, así como nuestra capacidad para cuestionar si ésta es la opción correcta y mejor para nosotros. Cuanto más fuerte suena el teléfono de las pistas, más nos resistimos a sus mensajes, y sin embargo tenemos que escucharlos. Entonces nos sentimos bloqueados y atascados y tenemos dos opciones, seguir adelante o detenernos y esperar más información. ¿Podemos dejar ir este sueño y confiar en que otro tomará su lugar? Eso es difícil de hacer, pero si el teléfono de las pistas está sonando, tiene un mensaje para nosotros que contiene otra opción. Y nos conviene contestar.

¿Está sonando el teléfono de las pistas en tu vida? ¿Qué mensaje tiene para ti que no quieres oír? ¿Puedes tomar el riesgo de que sean las opciones correctas y mejores para ti, incluso si eso significa que tienes que soltar aquello en lo que tienes puesto el corazón y dejar que el universo te traiga otra cosa? Tal vez no sea lo que quieres hacer, pero si te abres a otras posibilidades, puede sorprenderte lo que puede suceder.
En estos tiempos interesantes y transformadores, podemos estar abrumados por lo que está sucediendo en nuestras vidas, pero siempre hay otras soluciones. Aquí tienen algunas cosas para ayudarles a atravesar los momentos difíciles en su vida:
Manténganse en calma, enfocados, desapegados y conscientes y recuerden que sus pensamientos están creando a cada momento de su vida. Piensen los mejores. Al reflexionar sobre esto y las otras cosas que están sucediendo en este momento recuerden:
Acepten todos los dones de comprensión con gratitud y utilícenlos para aplicar perdón, liberación y sanación a toda situación.
Pidan una guía y confirmación y luego esperen a que vengan a ustedes.
Por encima de todo, agradezcan esta oportunidad de ser parte del asombroso cambio de conciencia de la humanidad conforme todos ascendemos a la vibración de los milagros.
Muchas bendiciones en estos tiempos milagrosos y sorprendentes,
Jennifer Hoffman

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