Búmeran
Por Mir Rodríguez Corderí
Hasta el día anterior las había considerado amigas. Bah, no del tipo íntimas, pero amigas al fin.
Hasta que explotó la suspicacia en el cerebrito de la más calladita, la más desapegada, la más moderada. Sorpresas de la vida.
Y todo por un trabajo malogrado y por haber tenido que madrugar a las 5 am. - pensó- cuando la despertó el primer alarido por el fono.
Ella hizo lo único que podía hacer, enviar varios mails al “jefe” interrogando posibles causas.
No hubo respuesta hasta mucho más tarde, cuando todas las máscaras se habían caído al suelo.
No hubo respuesta hasta mucho más tarde, cuando todas las máscaras se habían caído al suelo.
Una andanada de gritos y vociferaciones, con indudable ánimo ofensivo, se descargó por el auricular, después de anunciarse agresivamente por el MSN.
No renegó del acontecimiento porque “en la cancha se ven los pingos”era una de sus máximas favoritas. Aplicada fue.
Las otras dos, se dejaron arrastrar de diferente manera, precisamente porque son muy distintas ambas. Pero sacaron las uñas de idéntica forma. ¡Vaya asombro!
Y pensar que una de ellas le había dicho no hacía poco “yo no muerdo la mano que me da de comer”- sonrió al recordarlo-
Menos mal que soy fuerte en todos los sentidos o ya no tendría brazo, manos ni dedos para estar tipeando ahora en mi teclado y escribiendo este cuento corto -se dijo para sí-
Menos mal que soy fuerte en todos los sentidos o ya no tendría brazo, manos ni dedos para estar tipeando ahora en mi teclado y escribiendo este cuento corto -se dijo para sí-
Ahora se han levantado los muros de la desconfianza, la prudente distancia social y mis reproches de haber sido una incauta en toda su real dimensión.
Moraleja: Para situaciones del tipo “¿Tú también, Bruto?” ten la daga presta y mirando hacia afuera; si alguien se llegara a lastimar será su propia responsabilidad.