jueves, 11 de septiembre de 2008

Desarrollo del vínculo terapéutico (II) Daniel Sidelski








Propuesta integral para el desarrollo del vínculo terapéutico* (Parte II)

Una serie de propuestas basadas en el modelo de Ken Wilber



* Dr. Daniel Sidelski - Universidad de Flores





1. NIVEL DE LA DINÁMICA PSICÓTICA
En este nivel de problemática el sistema consultante necesita de un Médico Tradicional, de un experto omnisapiente y omnipotente que de indicaciones precisas de que es lo que debe hacer cada uno, así como que sea capaz de anticipar posibles inconvenientes.
La demanda suele ser ambigua: el sistema consultante (que no suele ser el paciente) demanda al profesional por un lado la identificación precisa de toda la problemática familiar en el paciente identificado, por lo que resistirán toda indicación que implique un cambio en ellos mismos. Por otro lado suelen dar absoluta autoridad al doctor respecto a las indicaciones que este da relacionada al paciente.
Por lo tanto, más allá del modelo teórico que emplea el profesional, y de las herramientas técnicas que decida emplear, el vínculo que requiere construir es el de un Dr. que sabe exactamente que hacer, que pueda dar indicaciones claras pero, al mismo tiempo que no fuerce al sistema consultante mas allá de sus posibilidades de cambio. En caso contrario, se llevarán al paciente identificado hacia otro profesional.





2. NIVEL DE LA DINÁMICA BORDER–NARCISISTA
En este nivel, lo que se requiere es un terapeuta madre. Esta metáfora alude a la necesidad de construir un formato terapéutico que brinde al sistema consultante la posibilidad de contar con una “desilusión optima” en un clima de “aceptación incondicional”. El sistema asistido requiere sentir que el terapeuta esta presente todo el tiempo, (ya sea en su atención durante la sesión o mediante las prescripciones durante la vida cotidiana.); que ante cualquier emergencia esta rápidamente localizable, y siempre dispuesto a brindar sostén. Sea cual sea el marco teórico y las herramientas que este ofrece, será necesario que el sistema consultante perciba esta presencia incondicional del sistema que ayuda, más allá de su mejoría o recaída. De este modo, se afianzará paso a paso su confianza en los procesos de la vida, mas allá de que no logren “curarse”.




3. NIVEL DE LA DINÁMICA PSICONEUROSIS – TRASTORNOS DEL CARÁCTER
En este nivel, el paciente requiere de un terapeuta padre. Esta nueva metáfora alude a la necesidad del paciente de encontrar una autoridad cariñosa pero firme, tierna pero consistente, condicional pero alcanzable, si bien distante contenedora, que pone limites para crecer no para castigar. Sea cual sea el marco teórico y las herramientas que este ofrece, el paciente se comporta como un niño o niña que busca la aprobación y el reconocimiento de su padre. Estos pacientes suelen mejorar (o resistirse) para sostener el vínculo más que para transformarse de manera positiva hacia la salud. Su principal objetivo consiste en “ser nuestros buenos hijos”. Y nuestra tarea, desde la perspectiva vincular, consiste en ayudarlos a madurar hacia el próximo nivel, empleando la sintomatología como excusa para lograrlo.




4. NIVEL DE LA DINÁMICA DE NEUROSIS DE GUIÓN
En este nivel, el paciente requiere de un experto. Esta nueva metáfora alude a la necesidad del paciente de contar con un profesional confiable desde el punto de vista técnico. La persona consultante se dirigirá hacia el terapeuta como de alguien que es sabio en el arte de vivir. Si bien ya no se vincula como un padre, sí lo hace de modo idealizado en cuanto a nuestras habilidades para vivir saludablemente. El paciente espera que tengamos las respuestas justas a sus problemas. El terapeuta entonces, tiene la tarea de asumir este rol y delimitarlo al ámbito de la salud psicológica (aspectos cognitivos y emocionales por ejemplo) sin extenderlo a problemas filosóficos (morales por ejemplo), dado que si incurre en este error perderá capacidad de maniobra frente a las ambigüedades del nivel existencial. En este nivel el vínculo requiere entonces la construcción de un espacio protegido para explorar y ensayar nuevos guiones en la expresión de emociones y selección de esquemas cognitivos más efectivos para vivir en plenitud, bajo la guía de nuestro rol de experto en estos temas.




5. NIVEL DE LA DINÁMICA DE LA NEUROSIS DE IDENTIDAD
En este nivel, el consultante requiere de un co-filósofo. Esta nueva metáfora alude a la necesidad de quien solicita ayuda de cuestionar él mismo su filosofía de vida. El consultante deja de ser paciente y se convierte en co-filósofo. Necesita que nosotros cuestionemos sus modelos mentales, y que tengamos la paciencia de que sea él mismo quien encuentre las nuevas respuestas. A su vez, precisa que lo acompañemos en la angustia que provoca el despojarse de los roles como elementos exclusivos de asiento de la identidad. Nuestra tarea aquí consiste en cuestionar con gentileza, en hacer preguntas más que en proveer respuestas. O sea, en que lo ayudemos a realizar una introspección efectiva, en un contexto cálido y protegido.




6. NIVEL DE LA DINÁMICA DE LA NEUROSIS EXISTENCIAL
En este nivel, el consultante requiere de un compañero de evolución experimentado. Esta nueva metáfora alude a la necesidad de quien ha solicitado nuestra ayuda de recibir la guía de alguien que ya ha atravesado lo que el está por atravesar. El consultante ha dejado de ser paciente para convertirse en un compañero de evolución, que incluso puede estar mucho más avanzado que nosotros en otros aspectos, pero que en el particular ámbito en el que nos consulta aún no ha atravesado lo que nosotros sí ya hemos trascendido en nuestro periplo personal. En esta clase de vínculo el “terapeuta” ofrece sus propias aventuras como ejemplos, y actúa más como un faro que como un guía activo. Aquí, propone contextos protegidos donde ocurran vivencias que el mismo consultante va a experimentar y luego autointerpretar. Aquí, nuestro saber está al servicio de crear el contexto más apropiado para que el consultante vivencie experiencias de manera protegida, experiencias que incluyen a su cuerpo tanto como a su mente.




INTEGRACIÓN VERSUS CARENCIA
Llegados a este punto, deseo proponer al lector la siguiente distinción: “problema” de integración y “problemas” carenciales o de “nutrición” . Según esta hipótesis un problema de integración, da cuenta de una dinámica en el que cierta estructura de la conciencia, interviene sobre otra estructura a fin de “defender el todo”. O sea, un “sector del ser” reprime, inhibe, o incluso aniquila a otro sector del ser, en general siguiendo una lógica de salvaguardar el conjunto. Esto implica que la clase de manifestaciones sintomáticas serán producidas por el mismo organismo, aún sin conciencia de que lo hace. Se defiende. Por lo tanto, el tipo de intervención que se suele requerir, tiene que ver con el restituir el funcionamiento original del plan, “antes de que todo marchara mal”. Siguiendo a Wilber, (Wilber, 2000) asocio esta clase de intervenciones al concepto de “técnicas de descubrimiento” (diferenciándolas de las técnicas de emergencia), donde lo que se busca con la intervención propuesta consiste en desreprimir lo reprimido, reintegrar lo escindido o re-introyectar lo proyectado. En este sentido diré que se requiere de un proceso de psicoterapia para conseguir la expansión de la conciencia.
Por otra parte, en los problemas de Carencia el problema consiste en que alguna estructura no ha podido emerger como es debido, no por la represión de otra estructura , sino por una “falta de nutrientes” o “espacio de precipitación” adecuado para consolidarse y desarrollarse. En estos casos, la estructura no ha crecido y no se ha diferenciado, razón por la cual, se generan una serie de manifestaciones producto de esa carencia.
Esto implica una clase de intervenciones diferentes a las de los problemas de integración. En estos casos se requiere lo que Wilber ha llamado técnicas de emergencia, y si bien las mismas son distintas de acuerdo a cual sea el nivel en que sea preciso que la estructura emerja, el principio es el mismo: generar las condiciones- en los cuatro cuadrantes- que favorezcan dicha emergencia. Siguiendo esta idea, en estos casos lo que se requiere no consiste en una psicoterapia, sino en una re-educación vivencial para conseguir la expansión en la conciencia. A este proceso lo denominamos práctica integral.
Siguiendo esta idea, los niveles más allá del de neurosis existencial, en nuestra sociedad actual requerirán de “prácticas integrales” específicas para cada nivel que favorezcan la emergencia de estructuras de conciencia correspondientes.
Soy conciente de la importante confusión que existe hoy día respecto de estos niveles del ser y del modo vincular que más favorece su “despertar”. Así como de la crucial necesidad de distinguir experiencias de niveles superiores de las provocadas por regresiones a los niveles inferiores. Por lo tanto presentaré a continuación, el concepto de falacia pre/trans (Wilber 1999).




FALACIA PRE/TRANS
En un sentido técnico específico Ken Wilber ha definido la falacia pre/trans en relación a la confusión generada entre los dominios PREracionales y TRANSracionales de la conciencia. Al definir nueve niveles de conciencia:
1. los tres primeros son preracionales, preegoicos, prepersonales y en este sentido resultan no racionales.
2. los tres intermedios son racionales, egoicos, personales.
3. los tres últimos son transracionales, transegoicos, transpersonales y resultan no racionales al igual que los estadios pre.
Wilber ha señalado en sus observaciones que por el hecho de ser no racionales, los estadios primeros suelen confundirse frecuentemente con los últimos. En esta dirección, los modelos teóricos que podríamos denominar “elevacionistas” tienden a considerar en numerosas ocasiones, ciertas manifestaciones no racionales producto de niveles preegoicos de conciencia (como por ejemplo fantasías grandiosas narcisistas o incluso delirantes), como producto de niveles de conciencia superiores o transpersonales. O sea, tienden a “elevar” los primeros niveles de conciencia, hasta los últimos sin atravesar los niveles intermedios. De este modo, diversas manifestaciones fantasiosas y poco realistas (o incluso patológicas) son consideradas como experiencias auténticamente místicas y de carácter transpersonal.
Por otra parte, en numerosas ocasiones, las posturas racionalistas, tienden a confundir (y reducir) numerosas experiencias místicas auténticas a fantasías prepersonales de carácter imaginado o incluso patológico. En otras palabras, tienden a reducir los niveles superiores de la conciencia a manifestaciones de los inferiores, dado que, desde el nivel en que se encuentran, no cuentan con las herramientas apropiadas para realizar tal distinción. De esta manera, numerosas experiencias espirituales auténticas, son consideradas como meras fantasías producto de la imaginación de la persona que las experimenta.
Es por este motivo que el concepto de falacia pre/trans puede resultar de verdadera utilidad a toda aquella persona interesada en su desarrollo personal. Dicho modelo puede proporcionar interesantes indicadores a la hora de diferenciar una progresión o una regresión frente a una nueva clase de experiencia que accede a la conciencia.




CONCLUSIONES
P. Meehl, el prestigioso psicólogo clínico describía la Psicoterapia, hace más de 30 años, como “el arte de aplicar una ciencia que todavía no existe” (Feixas y Miró 1993). Dichos autores, opinan que esta paradójica definición de Meehl servía para poner de manifiesto la situación coyuntural tanto como para mostrar una aspiración legítima. Desde entonces, el área de los tratamientos psicológicos se ha desarrollado considerablemente, sin que ello haya requerido un consenso manifiesto en torno a una definición explícita del área. No obstante, “la búsqueda de una definición sistemática de la psicoterapia ha preocupado y sigue preocupando a los investigadores” (Feixas y Miró 1993). Sabemos que existen grandes diferencias entre las escuelas actuales de psicoterapia, tanto en su interpretación de los síntomas y sus estrategias terapéuticas, como en su descripción de la dinámica básica de la personalidad humana y su forma de abordarla. En lo que la gran mayoría de las escuelas suelen coincidir (y en esto podemos adoptar la metodología de Wilber respecto a la construcción de generalizaciones orientadoras (Wilber 1998) es en que el vínculo terapéutico juega un rol fundamental en cualquier proceso de psicoterapia más allá de la tecnología que cada modelo emplea para el cambio.
Cerraré entonces este artículo con esta idea: dado que la importancia del vínculo terapéutico es un tema en el que hay poca controversia, se me ocurre como un excelente punto de partida sobre el que enfocar nuestra atención a la hora de proponer alguna clase de intervención al sistema consultante. Más allá del diagnóstico “formal” que cada modelo provea como base para el diseño de las acciones terapéuticas, necesitamos dar cuenta de un modo racional de la clase de vínculo que vamos a elegir construir dada la problemática del sistema consultante.
He encontrado particularmente útil el modelo creado por Ken Wilber para utilizarlo como un metamarco que organice las observaciones más allá de cada teoría de psicoterapia, de modo de poder planificar la construcción del vínculo del mismo modo que planificamos el resto de las intervenciones; y como herramienta para comenzar a incluir de un modo auténticamente trans-racional la dimensión espiritual del ser humano.




REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS




Feixas, G.; Miró, M. T. Aproximaciones a la psicoterapia. 1era. Barcelona: Paidós; 1993
Wilber, K. Psicología Integral. 1ra. Barcelona: Kairós; 1994
Wilber, K. El Proyecto Atman. 2da. Barcelona: Kairós; 1996
Wilber, K. Sexo, Ecología, Espiritualidad. 1ra. Madrid: Gaia; 1996
Wilber, K. El ojo del Espíritu. 1ra. Barcelona: Kairós; 1998
Wilber, K. Los tres ojos del conocimiento. 3ra. Barcelona: Kairós; 1999.
Wilber, K. Una visión integral de la Psicología. 1ra. México D. F.: Alamah; 2000
Wilber, K. Diario 1ra. Barcelona: Kairós; 2000

martes, 9 de septiembre de 2008

Desarrollo del vínculo terapéutico (I), Daniel Sidelski








Propuesta integral para el desarrollo del vínculo terapéutico* (Parte II)

Una serie de propuestas basadas en el modelo de Ken Wilber



* Dr. Daniel Sidelski - Universidad de Flores





1. NIVEL DE LA DINÁMICA PSICÓTICA
En este nivel de problemática el sistema consultante necesita de un Médico Tradicional, de un experto omnisapiente y omnipotente que de indicaciones precisas de que es lo que debe hacer cada uno, así como que sea capaz de anticipar posibles inconvenientes.
La demanda suele ser ambigua: el sistema consultante (que no suele ser el paciente) demanda al profesional por un lado la identificación precisa de toda la problemática familiar en el paciente identificado, por lo que resistirán toda indicación que implique un cambio en ellos mismos. Por otro lado suelen dar absoluta autoridad al doctor respecto a las indicaciones que este da relacionada al paciente.
Por lo tanto, más allá del modelo teórico que emplea el profesional, y de las herramientas técnicas que decida emplear, el vínculo que requiere construir es el de un Dr. que sabe exactamente que hacer, que pueda dar indicaciones claras pero, al mismo tiempo que no fuerce al sistema consultante mas allá de sus posibilidades de cambio. En caso contrario, se llevarán al paciente identificado hacia otro profesional.





2. NIVEL DE LA DINÁMICA BORDER–NARCISISTA
En este nivel, lo que se requiere es un terapeuta madre. Esta metáfora alude a la necesidad de construir un formato terapéutico que brinde al sistema consultante la posibilidad de contar con una “desilusión optima” en un clima de “aceptación incondicional”. El sistema asistido requiere sentir que el terapeuta esta presente todo el tiempo, (ya sea en su atención durante la sesión o mediante las prescripciones durante la vida cotidiana.); que ante cualquier emergencia esta rápidamente localizable, y siempre dispuesto a brindar sostén. Sea cual sea el marco teórico y las herramientas que este ofrece, será necesario que el sistema consultante perciba esta presencia incondicional del sistema que ayuda, más allá de su mejoría o recaída. De este modo, se afianzará paso a paso su confianza en los procesos de la vida, mas allá de que no logren “curarse”.




3. NIVEL DE LA DINÁMICA PSICONEUROSIS – TRASTORNOS DEL CARÁCTER
En este nivel, el paciente requiere de un terapeuta padre. Esta nueva metáfora alude a la necesidad del paciente de encontrar una autoridad cariñosa pero firme, tierna pero consistente, condicional pero alcanzable, si bien distante contenedora, que pone limites para crecer no para castigar. Sea cual sea el marco teórico y las herramientas que este ofrece, el paciente se comporta como un niño o niña que busca la aprobación y el reconocimiento de su padre. Estos pacientes suelen mejorar (o resistirse) para sostener el vínculo más que para transformarse de manera positiva hacia la salud. Su principal objetivo consiste en “ser nuestros buenos hijos”. Y nuestra tarea, desde la perspectiva vincular, consiste en ayudarlos a madurar hacia el próximo nivel, empleando la sintomatología como excusa para lograrlo.




4. NIVEL DE LA DINÁMICA DE NEUROSIS DE GUIÓN
En este nivel, el paciente requiere de un experto. Esta nueva metáfora alude a la necesidad del paciente de contar con un profesional confiable desde el punto de vista técnico. La persona consultante se dirigirá hacia el terapeuta como de alguien que es sabio en el arte de vivir. Si bien ya no se vincula como un padre, sí lo hace de modo idealizado en cuanto a nuestras habilidades para vivir saludablemente. El paciente espera que tengamos las respuestas justas a sus problemas. El terapeuta entonces, tiene la tarea de asumir este rol y delimitarlo al ámbito de la salud psicológica (aspectos cognitivos y emocionales por ejemplo) sin extenderlo a problemas filosóficos (morales por ejemplo), dado que si incurre en este error perderá capacidad de maniobra frente a las ambigüedades del nivel existencial. En este nivel el vínculo requiere entonces la construcción de un espacio protegido para explorar y ensayar nuevos guiones en la expresión de emociones y selección de esquemas cognitivos más efectivos para vivir en plenitud, bajo la guía de nuestro rol de experto en estos temas.




5. NIVEL DE LA DINÁMICA DE LA NEUROSIS DE IDENTIDAD
En este nivel, el consultante requiere de un co-filósofo. Esta nueva metáfora alude a la necesidad de quien solicita ayuda de cuestionar él mismo su filosofía de vida. El consultante deja de ser paciente y se convierte en co-filósofo. Necesita que nosotros cuestionemos sus modelos mentales, y que tengamos la paciencia de que sea él mismo quien encuentre las nuevas respuestas. A su vez, precisa que lo acompañemos en la angustia que provoca el despojarse de los roles como elementos exclusivos de asiento de la identidad. Nuestra tarea aquí consiste en cuestionar con gentileza, en hacer preguntas más que en proveer respuestas. O sea, en que lo ayudemos a realizar una introspección efectiva, en un contexto cálido y protegido.




6. NIVEL DE LA DINÁMICA DE LA NEUROSIS EXISTENCIAL
En este nivel, el consultante requiere de un compañero de evolución experimentado. Esta nueva metáfora alude a la necesidad de quien ha solicitado nuestra ayuda de recibir la guía de alguien que ya ha atravesado lo que el está por atravesar. El consultante ha dejado de ser paciente para convertirse en un compañero de evolución, que incluso puede estar mucho más avanzado que nosotros en otros aspectos, pero que en el particular ámbito en el que nos consulta aún no ha atravesado lo que nosotros sí ya hemos trascendido en nuestro periplo personal. En esta clase de vínculo el “terapeuta” ofrece sus propias aventuras como ejemplos, y actúa más como un faro que como un guía activo. Aquí, propone contextos protegidos donde ocurran vivencias que el mismo consultante va a experimentar y luego autointerpretar. Aquí, nuestro saber está al servicio de crear el contexto más apropiado para que el consultante vivencie experiencias de manera protegida, experiencias que incluyen a su cuerpo tanto como a su mente.




INTEGRACIÓN VERSUS CARENCIA
Llegados a este punto, deseo proponer al lector la siguiente distinción: “problema” de integración y “problemas” carenciales o de “nutrición” . Según esta hipótesis un problema de integración, da cuenta de una dinámica en el que cierta estructura de la conciencia, interviene sobre otra estructura a fin de “defender el todo”. O sea, un “sector del ser” reprime, inhibe, o incluso aniquila a otro sector del ser, en general siguiendo una lógica de salvaguardar el conjunto. Esto implica que la clase de manifestaciones sintomáticas serán producidas por el mismo organismo, aún sin conciencia de que lo hace. Se defiende. Por lo tanto, el tipo de intervención que se suele requerir, tiene que ver con el restituir el funcionamiento original del plan, “antes de que todo marchara mal”. Siguiendo a Wilber, (Wilber, 2000) asocio esta clase de intervenciones al concepto de “técnicas de descubrimiento” (diferenciándolas de las técnicas de emergencia), donde lo que se busca con la intervención propuesta consiste en desreprimir lo reprimido, reintegrar lo escindido o re-introyectar lo proyectado. En este sentido diré que se requiere de un proceso de psicoterapia para conseguir la expansión de la conciencia.
Por otra parte, en los problemas de Carencia el problema consiste en que alguna estructura no ha podido emerger como es debido, no por la represión de otra estructura , sino por una “falta de nutrientes” o “espacio de precipitación” adecuado para consolidarse y desarrollarse. En estos casos, la estructura no ha crecido y no se ha diferenciado, razón por la cual, se generan una serie de manifestaciones producto de esa carencia.
Esto implica una clase de intervenciones diferentes a las de los problemas de integración. En estos casos se requiere lo que Wilber ha llamado técnicas de emergencia, y si bien las mismas son distintas de acuerdo a cual sea el nivel en que sea preciso que la estructura emerja, el principio es el mismo: generar las condiciones- en los cuatro cuadrantes- que favorezcan dicha emergencia. Siguiendo esta idea, en estos casos lo que se requiere no consiste en una psicoterapia, sino en una re-educación vivencial para conseguir la expansión en la conciencia. A este proceso lo denominamos práctica integral.
Siguiendo esta idea, los niveles más allá del de neurosis existencial, en nuestra sociedad actual requerirán de “prácticas integrales” específicas para cada nivel que favorezcan la emergencia de estructuras de conciencia correspondientes.
Soy conciente de la importante confusión que existe hoy día respecto de estos niveles del ser y del modo vincular que más favorece su “despertar”. Así como de la crucial necesidad de distinguir experiencias de niveles superiores de las provocadas por regresiones a los niveles inferiores. Por lo tanto presentaré a continuación, el concepto de falacia pre/trans (Wilber 1999).




FALACIA PRE/TRANS
En un sentido técnico específico Ken Wilber ha definido la falacia pre/trans en relación a la confusión generada entre los dominios PREracionales y TRANSracionales de la conciencia. Al definir nueve niveles de conciencia:
1. los tres primeros son preracionales, preegoicos, prepersonales y en este sentido resultan no racionales.
2. los tres intermedios son racionales, egoicos, personales.
3. los tres últimos son transracionales, transegoicos, transpersonales y resultan no racionales al igual que los estadios pre.
Wilber ha señalado en sus observaciones que por el hecho de ser no racionales, los estadios primeros suelen confundirse frecuentemente con los últimos. En esta dirección, los modelos teóricos que podríamos denominar “elevacionistas” tienden a considerar en numerosas ocasiones, ciertas manifestaciones no racionales producto de niveles preegoicos de conciencia (como por ejemplo fantasías grandiosas narcisistas o incluso delirantes), como producto de niveles de conciencia superiores o transpersonales. O sea, tienden a “elevar” los primeros niveles de conciencia, hasta los últimos sin atravesar los niveles intermedios. De este modo, diversas manifestaciones fantasiosas y poco realistas (o incluso patológicas) son consideradas como experiencias auténticamente místicas y de carácter transpersonal.
Por otra parte, en numerosas ocasiones, las posturas racionalistas, tienden a confundir (y reducir) numerosas experiencias místicas auténticas a fantasías prepersonales de carácter imaginado o incluso patológico. En otras palabras, tienden a reducir los niveles superiores de la conciencia a manifestaciones de los inferiores, dado que, desde el nivel en que se encuentran, no cuentan con las herramientas apropiadas para realizar tal distinción. De esta manera, numerosas experiencias espirituales auténticas, son consideradas como meras fantasías producto de la imaginación de la persona que las experimenta.
Es por este motivo que el concepto de falacia pre/trans puede resultar de verdadera utilidad a toda aquella persona interesada en su desarrollo personal. Dicho modelo puede proporcionar interesantes indicadores a la hora de diferenciar una progresión o una regresión frente a una nueva clase de experiencia que accede a la conciencia.




CONCLUSIONES
P. Meehl, el prestigioso psicólogo clínico describía la Psicoterapia, hace más de 30 años, como “el arte de aplicar una ciencia que todavía no existe” (Feixas y Miró 1993). Dichos autores, opinan que esta paradójica definición de Meehl servía para poner de manifiesto la situación coyuntural tanto como para mostrar una aspiración legítima. Desde entonces, el área de los tratamientos psicológicos se ha desarrollado considerablemente, sin que ello haya requerido un consenso manifiesto en torno a una definición explícita del área. No obstante, “la búsqueda de una definición sistemática de la psicoterapia ha preocupado y sigue preocupando a los investigadores” (Feixas y Miró 1993). Sabemos que existen grandes diferencias entre las escuelas actuales de psicoterapia, tanto en su interpretación de los síntomas y sus estrategias terapéuticas, como en su descripción de la dinámica básica de la personalidad humana y su forma de abordarla. En lo que la gran mayoría de las escuelas suelen coincidir (y en esto podemos adoptar la metodología de Wilber respecto a la construcción de generalizaciones orientadoras (Wilber 1998) es en que el vínculo terapéutico juega un rol fundamental en cualquier proceso de psicoterapia más allá de la tecnología que cada modelo emplea para el cambio.
Cerraré entonces este artículo con esta idea: dado que la importancia del vínculo terapéutico es un tema en el que hay poca controversia, se me ocurre como un excelente punto de partida sobre el que enfocar nuestra atención a la hora de proponer alguna clase de intervención al sistema consultante. Más allá del diagnóstico “formal” que cada modelo provea como base para el diseño de las acciones terapéuticas, necesitamos dar cuenta de un modo racional de la clase de vínculo que vamos a elegir construir dada la problemática del sistema consultante.
He encontrado particularmente útil el modelo creado por Ken Wilber para utilizarlo como un metamarco que organice las observaciones más allá de cada teoría de psicoterapia, de modo de poder planificar la construcción del vínculo del mismo modo que planificamos el resto de las intervenciones; y como herramienta para comenzar a incluir de un modo auténticamente trans-racional la dimensión espiritual del ser humano.




REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS




Feixas, G.; Miró, M. T. Aproximaciones a la psicoterapia. 1era. Barcelona: Paidós; 1993
Wilber, K. Psicología Integral. 1ra. Barcelona: Kairós; 1994
Wilber, K. El Proyecto Atman. 2da. Barcelona: Kairós; 1996
Wilber, K. Sexo, Ecología, Espiritualidad. 1ra. Madrid: Gaia; 1996
Wilber, K. El ojo del Espíritu. 1ra. Barcelona: Kairós; 1998
Wilber, K. Los tres ojos del conocimiento. 3ra. Barcelona: Kairós; 1999.
Wilber, K. Una visión integral de la Psicología. 1ra. México D. F.: Alamah; 2000
Wilber, K. Diario 1ra. Barcelona: Kairós; 2000

miércoles, 3 de septiembre de 2008

Diez preguntas acerca del enojo



Diez preguntas acerca del enojo. Norberto Levy



1- ¿Por qué nos enojamos?


Nos enojamos cuando algo nos frustra: desde algo tan pequeño como un atascamiento de tránsito hasta una amenaza a mi integridad física o mi honor. Los motivos son variadísimos y los grados de intensidad también, pero todos tienen un elemento común: debajo de cada enojo hay una frustración.


2- ¿Cumple alguna función el enojo?


Veamos un ejemplo: Un amigo me prometió que me devolvería un libro y cuando llega me dice que se olvidó. Mi deseo de recuperar el libro se frustra y ese deseo frustrado se convierte en enojo. La función esencial del enojo es darme más energía para enfrentar el obstáculo que produce mi frustración. El tema fundamental acá es si yo he aprendido a canalizar adecuadamente esa fuerza, o no. Ese aprendizaje es una de las tareas más significativas que los seres humanos necesitamos realizar.


3- ¿De donde surge la idea de que enojarse es algo malo?


Surge de todo lo que en general hacemos cuando no sabemos encauzar la energía del enojo. Me gusta citar una frase de Marco Aurelio, que en el siglo ll dijo: "¡Cuánto más penosas son las consecuencias del enojo que las causas que lo produjeron!". Es muy hermosa y sintetiza muy bien lo que es la inadecuada utilización de esa energía. Por esta razón es fundamental que distingamos dos tipos de enojo: el enojo que destruye y el enojo que resuelve. La idea que tenemos del enojo como algo malo es a partir del enojo que destruye, que es, lamentablemente, la manera más frecuente que tenemos de enojarnos. Pero por eso mismo es bueno saber que esa no es la única forma del enojo.


4- ¿En qué se diferencia una de la otra?


Volvamos al ejemplo del libro que mi amigo no trajo. El enojo que siento puedo encauzarlo en dos grandes direcciones. Puedo decirle: ¡Sos un egoísta, siempre el mismo irresponsable…sos un falso… en vos no se puede confiar…! En ese caso he utilizado mi enojo para herir, castigar y hacer sufrir a mi amigo por lo que hizo. Cuando hago eso, no es por maldad. Es porque creo que sentir y expresar enojo es así: insultar, castigar y hacer sufrir. Cuando reacciono de ese modo, el otro, en este caso mi amigo que se siente herido por lo que le dije, responde, generalmente con otro agravio: ¡Y vos siempre el mismo autoritario, crees que todos somos tus esclavos, sos un déspota! También me recuerda otras situaciones en las que yo lo herí y me dice: Vos sos el egoísta irresponsable y manipulador. ¡Sos un hipócrita! Y así seguimos, de insulto en insulto. La intensidad continúa creciendo, cada vez nos herimos más, y al rato estamos los dos lastimados y resentidos. Ninguno quiere saber más nada con el otro…. y el libro no lo recuperé. Este es un ejemplo del típico enojo que destruye. Es muy común oír después de una gran pelea en la que todos han quedado muy heridos: ¿Por qué era que empezó esta discusión?


5- ¿Cómo es el enojo que resuelve?


Allí dirijo ese plus de energía sobre el obstáculo que me frustra. En este mismo ejemplo le puedo decir a mi amigo, con toda la intensidad con la que lo sienta: ¡Estoy muy frustrado y enojado. Vos prometiste que me ibas a traer el libro y yo contaba con él. Lo necesito. Vamos a ver cómo me lo podés acercar. O llamás a alguien para que lo traiga o llamamos a una mensajería. ¡Fijate qué se te ocurre…! Y ahí me quedo esperando y demandando una respuesta. Cuando concentro mi energía en esa dirección el enojo cumple su propósito esencial: darme más energía para tratar de resolver el obstáculo que me frustra. Este tipo de enojo se apoya en dos pilares: expresar lo que siento ante lo que sucedió y demandar la respuesta que me "des-enojaría". Expresar la frustración y el enojo que me produce la situación es necesario para mí, para desahogar lo que me pasa y es necesario para el otro, para que pueda saber lo que me ocurre a mí ante lo que hizo, porque ese es además uno de los motores que lo ayudarán a cambiar su actitud. Cuando se cuánto le molesta a una persona mi impuntualidad eso es algo que me ayuda a que lo tenga en cuenta y me dispone a tratar de ser más puntual. Expresar lo que siento no quiere decir enjuiciar al otro. Son dos respuestas muy distintas que es necesario aprender a distinguir con claridad. Una cosa es decir: ¡estoy muy enojado por lo que hiciste! y otra muy distinta es decir: ¡Sos una basura, sos destructivo, una mala persona, una porquería! etc. En última instancia la esencia del enojo que resuelve es autoafirmarse con claridad, fuerza y respeto. Y para eso no es necesario descalificar ni agraviar, ni insultar. Me concentro en la acción que me frustra y demando una solución.


6- ¿Qué sucede cuando no puede haber reparación en el presente?


Por ejemplo cuando alguien llega tarde, me deja una hora esperando y eso no tiene arreglo porque ya ocurrió. En ese caso lo que uno puede hacer es, además de decir lo que siente, orientar la demanda hacia el futuro. Generar algún acuerdo para que no vuelva a ocurrir. La clave es descubrir en cada caso la situación que me des-enojaría. Yo sugiero a mis alumnos que cuando un enojo es intenso y los confunde se formulen la siguiente pregunta: ¿qué tendría que ocurrir acá para que mi enojo cese? Esa pregunta tiene la virtud de enfocar la mente sobre el punto central de la cuestión que es precisamente cómo se resuelve ese problema que me enoja.


7- ¿Qué pasa cuando la persona con quien estoy enojado es alguien a quien quiero?


Mucha gente cree que si le tengo afecto a una persona no puedo enojarme con ella, que tengo que cerrar los ojos y dejar pasar porque es: o el afecto o el enojo. Y en realidad no es así, es más bien todo lo contrario. Una de las cosas que más ayuda a hacer resolutivo el enojo es expresar el enojo con afecto. Puede parecer una contradicción insalvable en sí misma pero no es así, es simplemente recordar, cuando esa es la situación, que la persona con quien estoy enojado es alguien a quien, además, le tengo afecto. Entonces se pasa del: "Porque le tengo afecto no me puedo enojar" a "porque siento que le tengo afecto es que le puedo expresar mi enojo cuando lo siento".


8- ¿Cómo reaccionar ante el enojo de los demás?


Cuando uno aprendió a enojarse respetuosamente y lo hace, se da cuenta con más claridad cómo es el enojo del otro: si es resolutivo o destructivo (o cuánto hay de cada uno). Entonces puede distinguir qué parte de verdad puede haber en ese enojo y que reparación requiere y cuánto hay de enjuiciamiento, agravio o maltrato, que es parte de la inmadurez y la ignorancia de quien se enoja así. Cuando establezco esa distinción ya estoy en mejores condiciones de no quedar sometido al modo destructivo del enojo del otro.


9- ¿Cuál es la causa del enojo explosivo y desproporcionado con la situación?


Ese es el tema de la acumulación del enojo. Cuando uno no aprendió a expresar el enojo tiende a retenerlo, y se va acumulando. Entonces alguna situación menor activa el enojo acumulado y sale con una intensidad desproporcionada que desconcierta al otro, y a veces también a uno mismo. Por esto es bueno estar al día con los enojos, pero para eso es necesario haber aprendido a expresarlos de un modo resolutivo. Si no, inevitablemente uno tiende a callar por temor a complicar más las cosas.


10- ¿Qué sucede cuando el enojo es con uno mismo?


Uno no se enoja consigo mismo de un modo global si no con alguna parte de sí, por ejemplo: la parte insegura, miedosa, exigente, etc. Por lo tanto lo primero es descubrir con qué parte propia estoy enojado. Es útil imaginar que esa parte está enfrente y expresarle el enojo tal como lo siento. En el universo interior el enojo también puede ser destructivo o resolutivo. La mejor manera de saberlo es ponerse en el lugar de quien recibió ese enojo y observar cómo se siente al oírlo: si destruida o ayudada. Si se siente destruida, la tarea es clara: aprender a enojarme con ella de un modo tal que ese enojo le exprese mi desacuerdo de una manera que la enriquezca y la estimule a evolucionar en la dirección deseada. Ese aprendizaje es el mejor punto de partida para aplicarlo después en el trato con los otros y es, en última instancia la esencia de la Autoasistencia Psicológica, que consiste precisamente en aprender a relacionarme con la parte de mí que no me gusta de un modo que la ayude genuinamente a transformarse.

lunes, 1 de septiembre de 2008

La dignidad del miedo



Hola a todos

Les presento a Norberto Levy, nacido en Buenos Aires en 1936.

Es médico psicoterapeuta, graduado con Diploma de Honor en la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires en 1961 y desde hace cuarenta años explora de un modo sistemático, en la clínica y en la docencia, los mecanismos de la autocuración psicológica.

Iré compartiendo con ustedes lo que piensa Norberto de las emociones, tópico que me interesa sobremanera, toda vez que soy y me acepto como tal, un típico Eneatipo 2 .

Hoy inicio la saga con el miedo, dado que no siempre actúa como emoción negativa, sino que muchas es sumamente positiva (el miedo no es tonto) y porque hoy tengo mucho miedo ante las elecciones de máxima y mínima que tengo que efectuar frente a la situación más significativa de mi vida.

Por lo tanto, aprendiendo, que no ocupa lugar.



• La dignidad del miedo.Norberto Levy




Así como en el plano físico cada órgano (hígado, cerebro, riñones, corazón) cumple una función específica y necesaria, en el universo emocional cada emoción cumple también una función de igual importancia.Existen emociones que nos informan acerca de lo que tenemos (alegría, gratitud, confianza, solidaridad, etc.) y otras que nos informan acerca de algo que nos falta (tristeza, miedo, envidia, culpa, etc.) A estas últimas se las suele llamar "negativas", y no lo son. Son en realidad valiosísimas señales que nos remiten a problemas que estamos experimentando en ese momento.
Por ejemplo, el miedo es la sensación de angustia que nos informa que hay una desproporción entre la amenaza que enfrentamos y los recursos que tenemos para encararla. Si el peligro tiene “valor diez” y los recursos son también “valor diez” no se producirá miedo. Si en cambio, los recursos son “valor cinco”, el miedo surgirá y será la señal que nos avisa de esa desproporción. En ese sentido podemos comparar al miedo con la luz roja del tablero del automóvil que se enciende e indica que hay poca nafta. El problema no es la luz sino lo que pone en evidencia: que falta combustible. La luz roja es una valiosísima señal que nos remite a resolver ese problema. Lo que necesitamos es aprender a tratar al miedo con la misma eficacia con que tratamos la luz del tablero, y eso es posible.


Creencias erróneas
Uno de los factores que perturba esa posibilidad son las creencias equivocadas que tenemos acerca del miedo. En general pensamos que es una “emoción negativa”, que es señal de debilidad y cobardía, que es mejor no escucharlo porque sino no haríamos nada, que los hombres no tienen miedo… que el problema es el miedo y que si por el camino que fuera lográramos no sentirlo, no tendríamos las angustias estériles que el miedo nos trae. Cuando nos apoyamos en esas ideas tapamos y maltratamos al aspecto miedoso y ahí es cuando el miedo comienza a convertirse en un problema que paraliza y hace sufrir.


Qué hacemos con el miedo
Es bueno recordar que no sólo sentimos miedo sino que a continuación reaccionamos ante ese miedo que sentimos, y podemos sentir vergüenza, rabia, desprecio, impotencia o miedo por tener miedo. Es decir, se produce una reacción emocional en cadena, y lo interesante es que según sea esta segunda reacción será el destino del miedo original.Si nos da miedo sentir miedo tratamos de suprimirlo porque nos parece que nos va a sobrepasar y desorganizar. Si nos da rabia nos enojamos con la parte miedosa y solemos retarla y castigarla. Si nos avergüenza, la escondemos. Y así, cada una de estas segundas reacciones produce una actitud específica hacia el miedo original. A la parte miedosa se le agrava entonces su condición y tiene dos amenazas: la externa (el examen, la enfermedad, el rechazo, o lo que sea el motivo del miedo) y la interna, que es la propia reacción interior.


La reacción interior
Matías me consultó por miedo a la soledad. Le pregunté: “Si imaginaras que esa parte miedosa estuviera enfrente ¿qué le dirías? ...y mirando hacia ese espacio le dijo: “¡estoy harto de ese miedo absurdo que tenés que no me deja vivir... me dan ganas de abofetearte para que despiertes...!”Lo invité entonces a que tomara el lugar de la parte miedosa y viera cómo se sentía al escuchar eso. Desde ahí respondió: “Ahora me siento peor y más solo que antes...”Esta es una de las típicas reacciones interiores que agravan el miedo original. En ella se suman el enojo ignorante que cree que abofeteando a la parte miedosa la va a transformar, y la creencia, ignorante y frecuente también, de que hay miedos absurdos.Ambas forman parte de la evaluación que hacemos acerca de lo que sentimos, y esta evaluación es continua, seamos o no, concientes de ello. Algunas de esas reacciones nos ayudan efectivamente a cambiar y otras, como las que describimos recién, nos dejan más asustados que antes.
Y esto es así no porque el evaluador sea malo sino porque es ignorante y no sabe cómo ayudar. Nosotros somos los dos, tanto el que tuvo miedo como el que lo evalúa. Somos ese equipo, y según cómo se relacionen entre sí será nuestro destino psicológico: insatisfacción crónica o crecimiento.Y dado que es una función tan importante ¿Qué puede hacer el evaluador, por ejemplo ante el miedo, para aprovechar esa emoción en lugar de sólo padecerla?
Primero: Legitimarla y escucharla. Legitimar no es consentir. No es: "Está todo bien, y... a otra cosa". Eso anestesia pero no ayuda. Legitimar quiere decir que se reconoce que hay un problema, pero que quien lo padece no merece reproche por eso, sino ayuda. Hay personas que dicen: "Yo no escucho a mi parte miedosa porque si la oyera nunca haría nada". Esa actitud funciona durante un tiempo muy corto pero la parte miedosa no escuchada y maltratada sigue creciendo y en algún momento, activada por una situación tal vez menor, irrumpe de golpe con todo el miedo acumulado y se produce lo que conocemos como crisis de pánico.Podríamos compararlo con una angina. Si la reconocemos y asistimos, llega hasta ahí y remite. Si no escuchamos ni atendemos esa señal, crecerá y se hará neumonía.La crisis de pánico es el equivalente psicológico de esta neumonía.
Segundo: Una vez que la hemos escuchado, preguntarle: ¿Cómo necesitás que te trate y te hable para que puedas sentirte acompañada y ayudada por mí? Es importante saber que si se le da el tiempo suficiente, esa parte miedosa lo va descubriendo, y la experiencia clínica muestra que ese trato que necesita, en la mayoría de los casos no coincide con el que recibe diariamente.
Tercero: Intentar tratarla como lo acaba de pedir. Eso se logra cuando el evaluador interior se conecta con un componente esencial de su rol, y es que su tarea consiste en evaluar para enriquecer, no para destruir a lo evaluado.


Que una parte de uno mismo le hable a otra y después esa otra le conteste, tal como ocurre entre dos personas, parece algo extraño, pero de hecho esa conversación interior existe, aunque no la percibamos con claridad. Este ejercicio intenta amplificar esas voces y transformar su antagonismo en cooperación. Cuando hay cooperación interior entre el evaluador y el evaluado se va pudiendo encontrar, ante cada situación que despierta miedo, cuáles son los recursos psicológicos que faltan para poder enfrentarlo y cómo desarrollar dichos recursos. Y cuando tales recursos no se pueden desarrollar, la retirada, al ser consensuada, deja de ser conflictiva pues forma parte del derecho que me asiste de elegir las condiciones más propicias para mi desempeño. Como dice el I-Ching: Saber emprender correctamente la retirada no es signo de debilidad sino de fortaleza… En la medida en que uno se ejercita en el despliegue de estos diálogos interiores, el miedo va recuperando su dignidad original perdida y vuelve a ser la valiosísima señal de alarma que es.