martes, 9 de septiembre de 2008

Desarrollo del vínculo terapéutico (I), Daniel Sidelski








Propuesta integral para el desarrollo del vínculo terapéutico* (Parte II)

Una serie de propuestas basadas en el modelo de Ken Wilber



* Dr. Daniel Sidelski - Universidad de Flores





1. NIVEL DE LA DINÁMICA PSICÓTICA
En este nivel de problemática el sistema consultante necesita de un Médico Tradicional, de un experto omnisapiente y omnipotente que de indicaciones precisas de que es lo que debe hacer cada uno, así como que sea capaz de anticipar posibles inconvenientes.
La demanda suele ser ambigua: el sistema consultante (que no suele ser el paciente) demanda al profesional por un lado la identificación precisa de toda la problemática familiar en el paciente identificado, por lo que resistirán toda indicación que implique un cambio en ellos mismos. Por otro lado suelen dar absoluta autoridad al doctor respecto a las indicaciones que este da relacionada al paciente.
Por lo tanto, más allá del modelo teórico que emplea el profesional, y de las herramientas técnicas que decida emplear, el vínculo que requiere construir es el de un Dr. que sabe exactamente que hacer, que pueda dar indicaciones claras pero, al mismo tiempo que no fuerce al sistema consultante mas allá de sus posibilidades de cambio. En caso contrario, se llevarán al paciente identificado hacia otro profesional.





2. NIVEL DE LA DINÁMICA BORDER–NARCISISTA
En este nivel, lo que se requiere es un terapeuta madre. Esta metáfora alude a la necesidad de construir un formato terapéutico que brinde al sistema consultante la posibilidad de contar con una “desilusión optima” en un clima de “aceptación incondicional”. El sistema asistido requiere sentir que el terapeuta esta presente todo el tiempo, (ya sea en su atención durante la sesión o mediante las prescripciones durante la vida cotidiana.); que ante cualquier emergencia esta rápidamente localizable, y siempre dispuesto a brindar sostén. Sea cual sea el marco teórico y las herramientas que este ofrece, será necesario que el sistema consultante perciba esta presencia incondicional del sistema que ayuda, más allá de su mejoría o recaída. De este modo, se afianzará paso a paso su confianza en los procesos de la vida, mas allá de que no logren “curarse”.




3. NIVEL DE LA DINÁMICA PSICONEUROSIS – TRASTORNOS DEL CARÁCTER
En este nivel, el paciente requiere de un terapeuta padre. Esta nueva metáfora alude a la necesidad del paciente de encontrar una autoridad cariñosa pero firme, tierna pero consistente, condicional pero alcanzable, si bien distante contenedora, que pone limites para crecer no para castigar. Sea cual sea el marco teórico y las herramientas que este ofrece, el paciente se comporta como un niño o niña que busca la aprobación y el reconocimiento de su padre. Estos pacientes suelen mejorar (o resistirse) para sostener el vínculo más que para transformarse de manera positiva hacia la salud. Su principal objetivo consiste en “ser nuestros buenos hijos”. Y nuestra tarea, desde la perspectiva vincular, consiste en ayudarlos a madurar hacia el próximo nivel, empleando la sintomatología como excusa para lograrlo.




4. NIVEL DE LA DINÁMICA DE NEUROSIS DE GUIÓN
En este nivel, el paciente requiere de un experto. Esta nueva metáfora alude a la necesidad del paciente de contar con un profesional confiable desde el punto de vista técnico. La persona consultante se dirigirá hacia el terapeuta como de alguien que es sabio en el arte de vivir. Si bien ya no se vincula como un padre, sí lo hace de modo idealizado en cuanto a nuestras habilidades para vivir saludablemente. El paciente espera que tengamos las respuestas justas a sus problemas. El terapeuta entonces, tiene la tarea de asumir este rol y delimitarlo al ámbito de la salud psicológica (aspectos cognitivos y emocionales por ejemplo) sin extenderlo a problemas filosóficos (morales por ejemplo), dado que si incurre en este error perderá capacidad de maniobra frente a las ambigüedades del nivel existencial. En este nivel el vínculo requiere entonces la construcción de un espacio protegido para explorar y ensayar nuevos guiones en la expresión de emociones y selección de esquemas cognitivos más efectivos para vivir en plenitud, bajo la guía de nuestro rol de experto en estos temas.




5. NIVEL DE LA DINÁMICA DE LA NEUROSIS DE IDENTIDAD
En este nivel, el consultante requiere de un co-filósofo. Esta nueva metáfora alude a la necesidad de quien solicita ayuda de cuestionar él mismo su filosofía de vida. El consultante deja de ser paciente y se convierte en co-filósofo. Necesita que nosotros cuestionemos sus modelos mentales, y que tengamos la paciencia de que sea él mismo quien encuentre las nuevas respuestas. A su vez, precisa que lo acompañemos en la angustia que provoca el despojarse de los roles como elementos exclusivos de asiento de la identidad. Nuestra tarea aquí consiste en cuestionar con gentileza, en hacer preguntas más que en proveer respuestas. O sea, en que lo ayudemos a realizar una introspección efectiva, en un contexto cálido y protegido.




6. NIVEL DE LA DINÁMICA DE LA NEUROSIS EXISTENCIAL
En este nivel, el consultante requiere de un compañero de evolución experimentado. Esta nueva metáfora alude a la necesidad de quien ha solicitado nuestra ayuda de recibir la guía de alguien que ya ha atravesado lo que el está por atravesar. El consultante ha dejado de ser paciente para convertirse en un compañero de evolución, que incluso puede estar mucho más avanzado que nosotros en otros aspectos, pero que en el particular ámbito en el que nos consulta aún no ha atravesado lo que nosotros sí ya hemos trascendido en nuestro periplo personal. En esta clase de vínculo el “terapeuta” ofrece sus propias aventuras como ejemplos, y actúa más como un faro que como un guía activo. Aquí, propone contextos protegidos donde ocurran vivencias que el mismo consultante va a experimentar y luego autointerpretar. Aquí, nuestro saber está al servicio de crear el contexto más apropiado para que el consultante vivencie experiencias de manera protegida, experiencias que incluyen a su cuerpo tanto como a su mente.




INTEGRACIÓN VERSUS CARENCIA
Llegados a este punto, deseo proponer al lector la siguiente distinción: “problema” de integración y “problemas” carenciales o de “nutrición” . Según esta hipótesis un problema de integración, da cuenta de una dinámica en el que cierta estructura de la conciencia, interviene sobre otra estructura a fin de “defender el todo”. O sea, un “sector del ser” reprime, inhibe, o incluso aniquila a otro sector del ser, en general siguiendo una lógica de salvaguardar el conjunto. Esto implica que la clase de manifestaciones sintomáticas serán producidas por el mismo organismo, aún sin conciencia de que lo hace. Se defiende. Por lo tanto, el tipo de intervención que se suele requerir, tiene que ver con el restituir el funcionamiento original del plan, “antes de que todo marchara mal”. Siguiendo a Wilber, (Wilber, 2000) asocio esta clase de intervenciones al concepto de “técnicas de descubrimiento” (diferenciándolas de las técnicas de emergencia), donde lo que se busca con la intervención propuesta consiste en desreprimir lo reprimido, reintegrar lo escindido o re-introyectar lo proyectado. En este sentido diré que se requiere de un proceso de psicoterapia para conseguir la expansión de la conciencia.
Por otra parte, en los problemas de Carencia el problema consiste en que alguna estructura no ha podido emerger como es debido, no por la represión de otra estructura , sino por una “falta de nutrientes” o “espacio de precipitación” adecuado para consolidarse y desarrollarse. En estos casos, la estructura no ha crecido y no se ha diferenciado, razón por la cual, se generan una serie de manifestaciones producto de esa carencia.
Esto implica una clase de intervenciones diferentes a las de los problemas de integración. En estos casos se requiere lo que Wilber ha llamado técnicas de emergencia, y si bien las mismas son distintas de acuerdo a cual sea el nivel en que sea preciso que la estructura emerja, el principio es el mismo: generar las condiciones- en los cuatro cuadrantes- que favorezcan dicha emergencia. Siguiendo esta idea, en estos casos lo que se requiere no consiste en una psicoterapia, sino en una re-educación vivencial para conseguir la expansión en la conciencia. A este proceso lo denominamos práctica integral.
Siguiendo esta idea, los niveles más allá del de neurosis existencial, en nuestra sociedad actual requerirán de “prácticas integrales” específicas para cada nivel que favorezcan la emergencia de estructuras de conciencia correspondientes.
Soy conciente de la importante confusión que existe hoy día respecto de estos niveles del ser y del modo vincular que más favorece su “despertar”. Así como de la crucial necesidad de distinguir experiencias de niveles superiores de las provocadas por regresiones a los niveles inferiores. Por lo tanto presentaré a continuación, el concepto de falacia pre/trans (Wilber 1999).




FALACIA PRE/TRANS
En un sentido técnico específico Ken Wilber ha definido la falacia pre/trans en relación a la confusión generada entre los dominios PREracionales y TRANSracionales de la conciencia. Al definir nueve niveles de conciencia:
1. los tres primeros son preracionales, preegoicos, prepersonales y en este sentido resultan no racionales.
2. los tres intermedios son racionales, egoicos, personales.
3. los tres últimos son transracionales, transegoicos, transpersonales y resultan no racionales al igual que los estadios pre.
Wilber ha señalado en sus observaciones que por el hecho de ser no racionales, los estadios primeros suelen confundirse frecuentemente con los últimos. En esta dirección, los modelos teóricos que podríamos denominar “elevacionistas” tienden a considerar en numerosas ocasiones, ciertas manifestaciones no racionales producto de niveles preegoicos de conciencia (como por ejemplo fantasías grandiosas narcisistas o incluso delirantes), como producto de niveles de conciencia superiores o transpersonales. O sea, tienden a “elevar” los primeros niveles de conciencia, hasta los últimos sin atravesar los niveles intermedios. De este modo, diversas manifestaciones fantasiosas y poco realistas (o incluso patológicas) son consideradas como experiencias auténticamente místicas y de carácter transpersonal.
Por otra parte, en numerosas ocasiones, las posturas racionalistas, tienden a confundir (y reducir) numerosas experiencias místicas auténticas a fantasías prepersonales de carácter imaginado o incluso patológico. En otras palabras, tienden a reducir los niveles superiores de la conciencia a manifestaciones de los inferiores, dado que, desde el nivel en que se encuentran, no cuentan con las herramientas apropiadas para realizar tal distinción. De esta manera, numerosas experiencias espirituales auténticas, son consideradas como meras fantasías producto de la imaginación de la persona que las experimenta.
Es por este motivo que el concepto de falacia pre/trans puede resultar de verdadera utilidad a toda aquella persona interesada en su desarrollo personal. Dicho modelo puede proporcionar interesantes indicadores a la hora de diferenciar una progresión o una regresión frente a una nueva clase de experiencia que accede a la conciencia.




CONCLUSIONES
P. Meehl, el prestigioso psicólogo clínico describía la Psicoterapia, hace más de 30 años, como “el arte de aplicar una ciencia que todavía no existe” (Feixas y Miró 1993). Dichos autores, opinan que esta paradójica definición de Meehl servía para poner de manifiesto la situación coyuntural tanto como para mostrar una aspiración legítima. Desde entonces, el área de los tratamientos psicológicos se ha desarrollado considerablemente, sin que ello haya requerido un consenso manifiesto en torno a una definición explícita del área. No obstante, “la búsqueda de una definición sistemática de la psicoterapia ha preocupado y sigue preocupando a los investigadores” (Feixas y Miró 1993). Sabemos que existen grandes diferencias entre las escuelas actuales de psicoterapia, tanto en su interpretación de los síntomas y sus estrategias terapéuticas, como en su descripción de la dinámica básica de la personalidad humana y su forma de abordarla. En lo que la gran mayoría de las escuelas suelen coincidir (y en esto podemos adoptar la metodología de Wilber respecto a la construcción de generalizaciones orientadoras (Wilber 1998) es en que el vínculo terapéutico juega un rol fundamental en cualquier proceso de psicoterapia más allá de la tecnología que cada modelo emplea para el cambio.
Cerraré entonces este artículo con esta idea: dado que la importancia del vínculo terapéutico es un tema en el que hay poca controversia, se me ocurre como un excelente punto de partida sobre el que enfocar nuestra atención a la hora de proponer alguna clase de intervención al sistema consultante. Más allá del diagnóstico “formal” que cada modelo provea como base para el diseño de las acciones terapéuticas, necesitamos dar cuenta de un modo racional de la clase de vínculo que vamos a elegir construir dada la problemática del sistema consultante.
He encontrado particularmente útil el modelo creado por Ken Wilber para utilizarlo como un metamarco que organice las observaciones más allá de cada teoría de psicoterapia, de modo de poder planificar la construcción del vínculo del mismo modo que planificamos el resto de las intervenciones; y como herramienta para comenzar a incluir de un modo auténticamente trans-racional la dimensión espiritual del ser humano.




REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS




Feixas, G.; Miró, M. T. Aproximaciones a la psicoterapia. 1era. Barcelona: Paidós; 1993
Wilber, K. Psicología Integral. 1ra. Barcelona: Kairós; 1994
Wilber, K. El Proyecto Atman. 2da. Barcelona: Kairós; 1996
Wilber, K. Sexo, Ecología, Espiritualidad. 1ra. Madrid: Gaia; 1996
Wilber, K. El ojo del Espíritu. 1ra. Barcelona: Kairós; 1998
Wilber, K. Los tres ojos del conocimiento. 3ra. Barcelona: Kairós; 1999.
Wilber, K. Una visión integral de la Psicología. 1ra. México D. F.: Alamah; 2000
Wilber, K. Diario 1ra. Barcelona: Kairós; 2000

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