domingo, 10 de noviembre de 2013

El efecto película (cuento) autora: Mir Rodríguez Corderí






La maleta seguía a medio llenar.

Una lista hecha a último momento, miraba el techo  desde la poca ropa que había llegado a guardar dentro de la misma.

Había tenido que parar obligada por una desazón que súbitamente la invadió, sin razón alguna, al menos no una de la que fuera consciente.

Sentada frente a las puertas espejadas del placard, se miraba atentamente, cm a cm, de los pies a la cabeza, desde hacía casi media hora.
Era llamativa la falta de pensamientos, la ola interminable que sus ojos iban dibujando en el espejo al observarse. Sólo neblina blanca en su mente, un nirvana espontáneo.

Marismas.
Algas con olor a algas.
Miasmas.
Musgos con olor a musgos.

Una visión que confundió al comienzo con una alucinación: atravesar los espejos, entrar en un espacio abierto, cielo, mar, rocas con líquenes, cuevas, hileras zigzagueantes como culebras de espuma con yodo, salitre…gaviotas.

Ningún cuerpo sólido atraviesa espejos, se dijo Martina, que no en balde era una de las estudiosas de fenómenos anómalos, tales como agujeros negros, dimensiones, mundos paralelos. Internacionalmente  conocida y reconocida.

Esto es inter-dimensional y se ha abierto una línea de tiempo justo cuando miraba fijamente el placard. Ahora entiendo ese decaimiento generalizado de mi estado de ánimo –pensó.

Con curiosidad de grado superlativo se acercó a la primera cueva y entró. El camino de acceso daba recodos a izquierda y derecha, sucesivamente, cada metro, metro y medio.

Una luz ligeramente azulada impedía que la oscuridad se hiciera del interior de la cueva. Parecía brotar de las paredes y por momentos del techo.

Sintió un olor a comida  y se dio cuenta que estaba muerta de hambre. ¿Estoy proyectando?-se preguntó. Pero justo en ese instante entraba a una amplia estancia que reproducía detalle por detalla la cocina-comedor de la casa de sus padres. 
Una señora que revolvía un guiso sobre el fuego le dijo: Martina, siéntate a la mesa que ya te sirvo.
La voz de su madre la hizo estremecer y no le faltó mucho más para constatar que era ella cuando se dio vuelta acercando la olla a la mesa.

-Mamá- atinó a decir.

Por primera vez pudo comprobar cómo se “siente el tiempo” en esa clase de fenómenos. Oleadas de ternura se dejaban percibir mientras se visualizaban ráfagas de neblina color sepia girando ora en espiral ora en círculos cerrados, envolviéndolo todo.

¡Ya llegué! Dijo la voz masculina amada.

-Papá- exclamó Martina.

Y no tuvo necesidad de darse vuelta que él ya se agachaba para besarle la mejilla.

Se sentó frente a ella y comenzó a comer con ganas, sin dejar de reconocer que su esposa cocinaba como una diosa. Papá…siempre tan romántico y agradecido.

La tarde pasó en un abrir y cerrar de ojos.
Jugando al truco con papá.
Viendo el noticiero  en la televisión con los dos.
Haciendo luego los crucigramas los tres, mientras se escuchaba el Concierto de Grieg, el preferido de mamá.

Pudo comprobar el efecto película que tanto había estudiado, de atrás para delante: todos los acontecimientos de su vida desde el nacimiento hasta…que papá le dijo: en un momento estarás frente al espejo, mirándote fijamente y con la mente en blanco. Debes decidir ahora. No hay tiempo. Son milésimas de segundo.

Martina se levantó, bajo la mirada tierna de su madre, se acercó a su padre y lo besó  en la frente
-Me quedo- se oyó decir.-

¿Sabes papi? Deben ser círculos concéntricos de tiempo-espacio simultáneos y nuestra materia debe ser una ilusión de los sentidos, por eso se sutiliza y pasa de uno a otro, bajo rigurosas circunstancias como, por ejemplo...

Su padre le tapó la boca para silenciarla.

Fue allí que pudo verse retrospectivamente sentada en la cama, la maleta a medio hacer, mirando fijamente los espejos del guardarropa.

En su mano derecha había un revólver.

En sus ojos una clara determinación.









sábado, 9 de noviembre de 2013

Adiós, dualidades. Autora: Mir Rodríguez Corderí

      



Exhumada de la tierra de las soledades

Henchida de preguntas inconclusas

Cual vainas que se resisten a explotar semillas

Todavía cubierta por  nebulosidades

Reaparecí en la vida de sol y de lunas.

Donde el rocío pasa tarjeta con las auroras

Y una desmenuza las dudas más sencillas

Bajo una azarosa amenaza  de lluvias.


Llevo un inventario de  inequidades

Tanto  las propias como  las recibidas

Para lavar cada una de mis  culpas.

Llenaré con un amor único mis oquedades

Olvidaré las últimas horas vividas

Me dedicaré con fervor y por entero

a esa otra mitad que eres y conjugas.

Y le diré adiós definitivo a mis dualidades.