lunes, 19 de julio de 2010

El Código , por MIR

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EL CODIGO
Por Mir Rodríguez Corderí


Ignacio estaba  haciendo lo de siempre, su rutina diaria y básica: corregir programaciones hechas por otros o reprogramarlas.
Se había enamorado de la profesión ni bien egresó de la Facultad de Ingeniería, razón por la cual continuó estudiando en el edificio de al lado  hasta llegar a ser lo que ahora era: un Gurú informático.
Tenía todo lo necesario al alcance de la mano, un café expreso doble con doble carga,  semillas y nueces.  Lo único que extrañaba y mucho era el cigarrillo, pero los últimos sucesos le habían conducido de cabeza a la prohibición absoluta de fumar.  A su título de obsesivo compulsivo y sexo-maníaco se vino a sumar una incipiente angina de pecho a sus recientes 43.
En realidad no había nada nuevo bajo el sol: todo era exactamente una copia del día anterior y éste del anterior y así en sucesión rectilínea hacia atrás.
Estaba esa pequeña distorsión visual que lo preocupaba -pequeña por lo fugaz y breve- pero llamativa, angustiante.
Empezó cuando programaba un jueves a las 3 am, todo en silencio como debe ser, en plena oscuridad, con la única luz de la pantalla.  Le gustaba ese momento del día donde Amalia ya dormía y no podía ametrallarlo con reclamos o abochornarlo con  una cara hosca llena de desdén y rechazo. Ella sabía que esas expresiones faciales lo desactivaban y que era una forma fácil y rápida de quitarse sus pretensiones sexuales de encima, las que la comenzaron a agobiar pasados los 5  años de casados y lo que lo  condujo sin más a los brazos de Laura, con quien a los 2 años de amasiato convivió 4 meses, retornando al nido perdido “porque los chicos se extrañan”.
Los muchachos  -ya adolescentes- dormían también a esas altas horas. Disciplina dura, adoctrinamiento bushido. Algo que Ignacio había adoptado para sí mismo cuando purrete.
Estaba hipomaníaco en esos momentos, pero eso era algo de lo que generalmente le gustaba alardear, no estaba para nada reñido con esa condición.  Esas etapas le permitían volar con la imaginación hasta lo indecible. No había límites: todo era expansión y voluptuosidad y eso a Ignacio le encantaba, lo hacía sentirse vivo, de la médula  a la lúnula de la uña.
Contrariamente a lo que pudiera pensarse, era muy disciplinado en cuanto a dieta alimenticia y cosas que debía suprimir porque podían causarle daño.
Tenía una suerte de listado mnemotécnico impresionantemente detallado y preciso, algo insólito en alguien disperso como él, con una tendencia a olvidarse de  poco menos que casi todo.
Sin embargo, aunque suene exquisitamente antitético, Ignacio poseía una memoria –selectiva eso sí- increíble, que patentizaba su vasta cultura a cada instante y en cada oportunidad que fuere necesario.
Eso le facilitaba mucho sus objetivos de enamoramiento, uno de sus hobbies principales: encandilaba desde la palabra escrita. No necesitaba más.  Era todo un poeta sin serlo en realidad, un seductor sin límites, un manipulador emocional.  Así había enamorado a Marga, a través de un grupo de internet en el que coincidieron, con su modo de decir y el color azul oscuro de sus letras.
Salió pesadamente de su abstracción y miró lo que acababa de escribir:
lookahead = read_buf((char*)window,
             sizeof(int) <= 2 ? (unsigned)WSIZE : 2*WSIZE);

    if (lookahead == 0 || lookahead == (unsigned)EOF) {
       eofile = 1, lookahead = 0;

   
No recordaba qué quería decir.
Se preocupó sólo un par de minutos  porque inmediatamente todo comenzó a desdibujarse, ninguna cosa conservó su contorno. La nada se instaló ante sus ojos.
“Respira profundo” – se dijo mentalmente – “Relájate. Ya pasará. Piensa en algo para que tu mente no recepte la preocupación”.
Las palabras de Marga hacía unas  4 horas atrás le vinieron a la pantalla mental. Podía visualizarlas como si realmente estuvieran escritas allí, tal como en el mensajero de Yahoo, en Comic Sans 11 magenta: --- “”quizás se deba a que para amarte con mucha pasión debería entenderse primero toda tu especial naturaleza y eso parece que sólo una mujer lo ha logrado hasta ahora que es la que te ama apasionadamente”” –se refería a ella misma --y que es la que será amada apasionadamente en último término, precisamente por eso..”””
“” Un galimatías. No sé qué decir,..””  --Continuaba ella –“” y ahora vienen todas esas sensaciones a contramano, como que sobro, que estoy siempre de más, que da lo mismo si estoy o si no estoy, que mi ausencia sería....eso mismo, lo que siempre es””.
Se hizo una pausa en la que él adivinó que ella se había echado a llorar.  Era muy sensible.
“”y es cuando no quisiera ser tan inteligente, cuando quisiera ser simple y no pensar, no analizar””.
Marga se había puesto celosa de Laura porque él la había ido a visitar y aunque le juró y perjuró que no había tenido sexo, igual dio pie a una enorme marejada de celos, ingente y asfixiante, como sólo ella podía sacar de la galera en una millonésima de segundo.
“te comprendo, porque sin querer sufres algo parecido a mí, estás lleno de sentimientos por alguien que parece no percatarse de necesitarlos, aunque estés todo tú convertido en un cartel luminoso que grita ”Laura te amo y te necesito” --se detuvo, seguramente para sonarse la nariz y secarse las lágrimas.  La conocía muy bien .
--“y no sirve, Nacho. Es injusto que así sea pero no sirve, a mí no me sirve, tampoco a ti.  Deja de parpadear neón, por favor”… “debe ser nuestro destino, una verdadera mierda.  Cuando menos no me engañas, nunca lo hiciste, siempre supe lo que sientes por Lau”.
“No sé si es coincidencia o qué pero cada vez que últimamente me toca escuchar o leer o no escuchar o no leer verdades duras, tengo a Serrat y Noa cantando Es Caprichoso el Azar“ --
-- Cada nueva vez es un poco más fácil que la anterior”, siguió chateando, “el Universo conspira para que abra los ojos, todo: Amelia, Laura, tu trabajo...”…”Tú no seas pendejo y no te pongas a lamentar como boludo ahora, no tienes nada de responsabilidad en todo lo que a mí me atañe “.--
Ignacio sentía dolor cuando Marga decía esas cosas, pero callaba.  La quería a mares, pero había dejado de amarla, el tiempo había pasado y además un miedo a no ser compatibles le había entrado por no sabía qué intersticio y se había aposentado ahí, sin poder ser desalojado.
“Yo me metí sola a sentir lo que llegué a sentir” – siguió ella escribiendo con sus letras magenta- “Yo me lo propuse y conseguí el mejor amor que en la Historia de la Humanidad se haya podido registrar, porque soy una exitista de la puta madre y porque todo lo mío tiene que ser excelso: desde el hombre de mi vida hasta el amor que le doy hasta el rechazo del que soy objeto”--.
“Nada puede ser tibio, porque no me gusta que me vomiten ni siquiera bíblicamente...y tú que te acercas tanto a lo tibio, por comodidad, por restringir a cero el movimiento y el esfuerzo necesarios…” se detuvo.
Ella padecía muy especialmente su falta de compromiso emocional.  Lo consideraba apático, melancólico, olvidadizo, disconforme con casi todo, fantasioso y depravado.  Pero gracias al dios en quien Nacho no creía, ella con sus grados universitarios, era la que mejor lo captaba, ayudaba y contenía. Si de algo estaba seguro era que le gustaba tenerla ahí, cada día, para comentar todo, lo malo, lo regular, lo bueno, lo extraordinario y lo nimio.  Marga era un eneatipo 2, como ella misma solía aseverar, totalmente comprometida con él y sus circunstancias y empeñada en que no sufriera situación negativa alguna.

Comodidad ¿Y todo para qué? ¿Podrías decirme para qué,  Nacho, podrías?” terminó ella preguntando.
El había tipeado, monosilábicamente -como ella acostumbraba decir- : “No Marga, ni lo sé ni podría”
Ella continuó como si la hubieran pinchado: “¿no sabes ni podrías qué?”…”bah,  ni siquiera vale preguntar…porque si te pregunto si sobro, me dirás que no.  Si pregunto si quieres que me vaya de tu vida, me dirás que no pero que haga lo que creo conveniente, y así , así , asiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii in eternummmmmmmmmmmmm””
- “Cierro, Marga” --
Ignacio sabía que cuando ella comenzaba a teclear así, era mejor retirarse de la arena.
Y así lo había hecho.

Los perfiles fueron haciéndose notar suavemente, como si se dejaran desvelar de a poco.
Se reprochó no haber mirado la hora cuando apareció la oscuridad, "la mancha", como solía llamarla, porque ahora no podía saber cuánto había durado.
Un oleaje de súbita inspiración lo asaltó y comenzó a teclear como enloquecido.
do {
        } while (*(ush*)(scan+=2) == *(ush*)(match+=2) &&
                 *(ush*)(scan+=2) == *(ush*)(match+=2) &&
                 *(ush*)(scan+=2) == *(ush*)(match+=2) &&
                 *(ush*)(scan+=2) == *(ush*)(match+=2) &&
                 scan < strend);
        /* The funny "do {}" generates better code on most compilers */
¡¡¡Qué hermoso!!! – pensó- a la par que se sentía exultantemente orgulloso, como si acabara de ser padre.
-Es lo mismo- , se dijo, no deja de ser una criatura mía.

        do {
        } while (*++scan == *++match && *++scan == *++match &&
                 *++scan == *++match && *++scan == *++match &&
                 *++scan == *++match && *++scan == *++match &&
                 *++scan == *++match && *++scan == *++match &&
                 scan < strend);

        len = MAX_MATCH - (int)(strend - scan);
        scan = strend - MAX_MATCH;



El sentido iba hilvanándose con una precisión casi matemática, exacta, rigurosa.  Escrupulosamente fue armando esa maravilla de programación. ¡Un nuevo algoritmo de compresión de datos!.
Había noches que no podía dormirse pensando que hallaba el código perfecto, un lenguaje informático nuevo, algo espectacular que dejaría a todos boquiabiertos, asombrados.
Una suerte de maravilla sintética, cabal, puntual y simultáneamente capaz de transmitir toda la belleza del mundo.  Era el punto en donde su imaginación se disparaba  y volaba todos los viajes astrales posibles, despertando invariablemente en su cama, con la sensación de haber perdido el último tren.
Su obsesión era tan marcada, que había llegado a soñar que estaba sentado frente a su notebook y que el código tomaba vida, atravesaba la pantalla, se sentaba en el aire frente a sus anteojos y se ponía a charlar con él, preguntándole por sus  cuitas y contándole, a su vez, las suyas: algunas  cefaleas algebraicas ,  mareo por apuntadores salvajes, obesidad de memoria no liberada,  un par de broncas con ciertos softwares  y uno que otro calambre por castings equivocados.  Hablaba y hablaba, tomando café doble, como buen geek, cambiando de color, cada 10 segundos, en una gama de 64 bits razón por la cual Nacho no pudo verlos todos, pero eso sí, ligeramente flúor en la oscuridad de la noche.  Recordaba el sueño y recordaba el entusiasmo que se había apoderado de él mientras lo soñaba.

Esta vez las agujetas  empezaron  a molestarlo casi enseguida.
Comenzó por acalambrarle las piernas. 
Soportó estoicamente el dolor que no dejaba de aminorar cuando un hormigueo horrible se hizo cargo de sus brazos y manos, el pecho se oprimió hasta casi el grito, la respiración se complicó. Le costaba entrar el aire por la nariz y abrió la boca.  Igual: todo parecía no funcionar. 
--Estoy teniendo un infarto—se dijo Nacho y fue ahí cuando todo comenzó a girar a su alrededor.
¿O era él el que giraba?. Techo, paredes, apenas iluminados por la pantalla.  Cerró los ojos fuertemente, como si el vértigo, el mareo pudieran desaparecer con sólo eso.
Habrían pasado unos pocos segundos, cuando percibió que el estremecimiento  generalizado se había interrumpido, abrió los ojos, “estoy en el suelo” se dijo - porque allá lejos, allá muy lejos, se veía su pantalla iluminada de azul.  “Es enorme” pensó casi con miedo a decirlo en voz alta.
Con mucho cuidado se incorporó.  El pánico lo paralizó por completo.
Se quedó ahí por un tiempo imposible de calcular, temblando de arriba abajo, ni bien descubrió que su cabeza apenas llegaba al topete de la pata de  su sillón giratorio.
¿Soñaba?
Todo parecía indicar que no. Que algo insólito lo había convertido en un ser de 4 mm de altura.
“Seguramente sueño, en cualquier momento me voy a despertar”.
Con un esfuerzo de voluntad como jamás había logrado en toda su vida pudo subir por las patas hasta el asiento; de allí por el respaldo hasta arriba de todo. Recorrió el brazo derecho de su sillón. Dio un enorme salto hasta llegar al escritorio. Descansó un rato largo porque el empeño que había puesto en brincar todo eso lo había  dejado extenuado.
Si era un sueño, tardaba en despertar.
Llegó al teclado.  Logró subirse a la primera tecla tomándose fuertemente con los brazos y dando un gran empellón.  Desde ahí la pantalla parecía el cielo de tan grande.  Comenzó a saltar de tecla en tecla: para arriba, a la izquierda, para abajo, a la derecha, derecha de nuevo y así continuó un largo rato.  Le gustaba sentir el ruido de las teclas bajo su peso.
Esto es increíble, se dijo, nadie me creerá esto.
Fue ahí que elevó la cabeza y divisó lo escrito en la pantalla.

                   
strstart++;
                    INSERT_STRING(strstart, hash_head);
                    /* strstart never exceeds WSIZE-MAX_MATCH, so there are
                     * always MIN_MATCH bytes ahead. If lookahead < MIN_MATCH
                     * these bytes are garbage, but it does not matter since
                     * the next lookahead bytes will be emitted as literals.
                     */
                } while (--match_length != 0);
            strstart++;
            } else {
            strstart += match_length;
            match_length = 0;
            ins_h = window[strstart];
            UPDATE_HASH(ins_h, window[strstart+1]);

¡Wow!.
El corazón comenzó a latir furiosamente, parecía saltarle del pecho  y ni hablar del golpeteo de las sienes. 
Una taquicardia bienvenida acompañó el descubrimiento: había escrito un código mágico. 
Después de quedar inmovilizado un tiempo por la misma sorpresa, por lo inaudito de la situación, se sintió feliz como nunca antes y empezó a saltar tecla tras tecla, escribiendo el milagro.
Reía, cantaba y  vitoreaba  a la vez que daba sus zancadas. 
El júbilo lo desbordaba por cada poro, cada suspiro, cada gota de sudor.
El código iba creciendo.  Iba tomando forma.  Lo superaba, lo trascendía, lo interpretaba y a la vez agregaba algo propio.
“Esto no puede ser”, se repetía, “es materialmente imposible”.
Pero la obra lo absorbía y el contento, la satisfacción iban in crescendo, haciendo que el pecho se agotara de tanto tambor, tanta fruición, tanta maravilla creadora.
“Voy a ser multimillonario” – pensó – mientras leía su programa, cansado, agotado como nunca, después de tanto esfuerzo, sentado sobre el borde inferior del teclado.


Amalia entró en la habitación echando pestes.
Ignacio se había quedado toda la noche trabajando y no había ido a la cama.
“Vagoneta, inservible, bueno para nada” – decía  mientras levantaba las hojas caídas, la ropa de Nacho en el piso y la taza con café sin tomar.  
Volvió con el limpiador en una mano y una franela en la otra. 
--¿Adónde estás, se puede saber? --gritó enojada, mientras frotaba la madera del escritorio.
Sintió que tiraba algo al piso, miró pero no vio nada, desistió y volvió a llamar a su marido con voz de “esta vez no te salvas” o “ya vas a ver cuando aparezcas”.

Nadie respondió.
Había desaparecido.


Junto con la Policía llegó Mauricio a su casa, el más amigo, el camarada de rabonas y necedades.
-¿No pudieron hallarlo?- preguntó sumamente preocupado.
-No- dijo Amalia y se echó a llorar, notoriamente alterada.  Si algo era Amalia era eso: nerviosa como la que más.  Insoportable en momentos críticos.
Voy a atender a los oficiales, dijo ella, con una voz muy rara.

Mauricio miró la pantalla.
Lenguaje programático estaba allí, quietito, como diciendo AQUÍ ESTOY.
Creyó oír a Nacho: "¡¡¡Carnal, acabo de lograr el código perfecto!!!".
“Y sí ” -- respondió, mientras leía, con creciente asombro—“Vaya, es realmente perfecto”
Sintió que un leve crujido venía desde abajo.
Miró y no vio nada.
Hubiera jurado que algo había pisado  y cedido bajo  su zapato.
Una angustia sin explicación lo asaltó de golpe.  Se miró las suelas.
En la derecha algo pequeño, de no más de 4 mm aparecía pegado.  Tomó un papel y se limpió
No pudo identificar de qué se trataba, "seguramente una cucaracha" pensó,  sin dejar de sentir un escalofrío

Ignacio jamás apareció
Su código lleva su nombre
Es famoso en todo el orbe










domingo, 18 de julio de 2010

Un papel cuadriculado, por MIR

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Un papel cuadriculado
Mir. Rodríguez Corderí

Joaquín miró a través de la ventana que quedaba a dos metros  a su derecha, sobre los techos de París.  Esos mismos de los que le habían hablado tantas novelas cuando ni siquiera podía fantasear con estar viéndolos en vivo y  en directo. Bajo los techos de París, se dijo, un  clásico del cine, un eslabón entre el mudo y el sonoro, René Claire, ¡Vaya! ¡Qué tiempos! ¿Cómo sería París sin esos techos de pizarra? ¿Cómo sería su primavera sin los almendros en flor?  - No sería - se respondió mientras una irreversible ola de pinchuda tristeza lo revolcaba y arrastraba hacia atrás…- papá - alcanzó a pensar.



-  Si no estuvieras bajo este 3, es decir, bajo la U de tu nombre, podríamos  conservar alguna esperanza -  señaló ligeramente alterada Mercedes Alzaga, su amiga numeróloga, su Pitonisa, como acostumbraba llamarla. 
- Para colmo hace sólo  un año que  entraste ahí, porque tenés 46, así que pebete, ¿qué querés que invente? El período de vigencia de cada letra es de 9 años,.   Sos un sendero natal 3, naciste un 3/6/1965 y para colmo tu alma es 3 y tu personalidad 9, léase 3 de destino.  Ni tu potencial 6 te salva…mmm. Ya sé que no entendiste nada, pero basta que yo lo haga.  Decime, ¿qué estabas pensando cuando te dije que te cuidaras con ella? Que tomaras tus recaudos?…..ahí tenés, embarazada. ¿Estás seguro que no quiere abortar?  - 

No, dijo él, más mustio que cuando entró.

- Si no fuera una total desconocida, si no fuera francesa, si no fuera tan joven y tan poco educada, me pondría contenta por vos, ser padre a esta edad, mal no te vendría, por cierto.
¿De cuánto dice que está? - 

- De 5 meses y ½.  -
.
-  ¡Cinco me…! pero vos ¿ dónde tenés la cabeza? ¿Cómo puede ser que no lo hayas notado antes?  -

- Es tan flaca, dijo Joaquín, pensé que andaba algo hinchada, vos sabés -

- ¿Pero no te percataste que no menstruaba? ¿Que los pechos se le ponían turgentes? ¿No tuvo vómitos, ni mareos, ni arcadas? ¿No notaste nada de nada de nada?-  Terminó exclamando al borde del grito Mercedes, con cara de “no puedo creer esto”.

- No, nada de eso, o quizás sí, mientras yo estaba en la Embajada, pero yo no lo ví o no me percaté...Merche mi trabajo es absorbente, es agotador, es esclavizante…tenés que comprender, no siempre ando con todas las neuronas metidas en la panza de mi compañera del momento. -

- A apechugar, Joaquín, seguro que vas a ser papá.  Felicitaciones y que te sea leve. -

Se levantó de pronto, molesta, rabiosa, porque de alguna manera, allá, muy escondido muy in pectore siempre había pensado que él y ella terminarían juntando sus vidas y no habían sido pocas las veces que se veía del brazo de él recorriendo los lujosos salones de la diplomacia francesa.
- Te acompaño -  dijo visiblemente ofuscada.

- No es necesario, conozco la salida -dijo Joa- y dándole un beso en cada mejilla, salió como disparado.  “Esta mujer, pensó, es demasiado histérica, hacer tanta bambolla por un asunto que en definitiva es mi problema y no le atañe para nada”.

Mercedes aprovechó a cerrar las pesadas cortinas de los ventanales, prefería la oscuridad en momentos como éstos.  Prendió la lámpara de escritorio.  Se sirvió un bourbon y se desplomó nuevamente en su sillón, pensando, meditando, mirando sin ver los garabatos numéricos que había en su libreta, ahí, justo debajo de sus pestañas arqueadas “merci L´Oreal”.
El nombre completo de Joaquín yacía sobre la hoja cuadriculada, las letras separadas por medio centímetro, los números colocados encima, las sumas debajo.
Era un triángulo invertido.
El alcohol se le iba subiendo a la cabeza - no tengo nada sólido en el estómago, es natural - se dijo.
Insólitamente ciertos números comenzaron como a iluminarse con colores. " Parezco autista" - pensó- recordando un par de películas donde se mostraba ese efecto de cortar y marcar, separar y destacar, de entre innumerables figuras.

1-8-1- circunstancias limitadas
2-9 engaño
18 sobre 9, destacándose el 5: dinero por muerte -repitió como autómata-
13 sobre 4, muerte

Un sopor impresionante vino a bloquearla sin pedir permiso.   
"Debo llamarlo inmediatamente- pensó -" no sin sentir una preocupación que crecía desmesuradamente como granos de maíz en un silo al que le entró una lluvia inesperada, como el mismo grano cuando le agregás un chorrito de aceite y  lo ponés al fuego en una olla o sartén tapada y ¡¡¡zas!!! salen las palomitas, gordas y rebosantes, blancas y crocantitas, azúcar o  miel o caramelo derretido  y ¡a ver pelis!
La vista se  le nubló de golpe y no sólo ella sino que toda su mente era un urgente pedido de huelga, de paro, de cero actividad.
Se quedó dormida como lirón sobre su escritorio.

París es gris azulado a esa hora de la mañana.  Rebosante de claroscuros.  Plomo por aquí con vetitas de añil, aureolas bleu de Prusse rellenas con gris tiza, reflejos zarcos sobre árboles blanco sucio, barandales cerúleos envueltos en brisa agrisada. Sí, definitivamente, París es mezcla de azur, blanco y negro a las 6 de la mañana, en Noviembre.
El amplio ventanal del escritorio, con las cortinas descorridas, dejaba entrar ese mismo color, haciendo que la piel de Mercedes luciera aún más pálida, casi tan anodina como todo lo que se ve ceniciento, y sus cabellos tiznados de azul.  Tenía los ojos abiertos con una expresión de sorpresa y las manos yacían crispadas sobre un papel cuadriculado increíblemente arrugado, que se metía entre sus dedos de vez en vez, como asomando extrañas cabezas alargadas y retorcidas.
El inspector Philip Renoir miró a la cincuentona entrada en carnes que lloraba sin consuelo sentada en la silla Luis XV capitoné turquesa, visiblemente estrecha para sus voluptuosas formas, que caían a ambos lados como almohadones displicentes.  
La tomó de los brazos y la ayudó a levantarse para llevarla al sillón enorme del hall de entrada, donde prácticamente la dejó caer mientras repreguntaba: -  Entonces, Eloise, usted la encontró así, tal cual, ni bien entró al escritorio para abrir las ventanas y airear las habitaciones—el inspector leía sus apuntes- no había señales de nadie, sólo el vaso con restos de bourbon que hallamos sobre el escritorio … mmm -
-  Hágame un favor, deje sus datos , domicilio y teléfono a mi asistente y no salga de la ciudad hasta que yo le indique que puede hacerlo.  Aparentemente ha sido un ataque cardíaco pero la certeza la dará la autopsia.  Me despido y en unos minutos un móvil la alcanzará  hasta su casa. -
La mujer se limitó a asentir con la cabeza, era notorio que no podía salir de su asombro y dolor, no hacía más que llorar y rezar, en forma alternada o simultánea. La había servido por los últimos 4 años ininterrumpidos.
Philip retornó al escritorio ni bien el equipo forense concluyó la toma de pruebas y retiraron el cadáver.
Ya anochecía.
Prendió la lámpara, una de ésas que tanto le gustaban, estilo inglés de bronce de 2 luces con pantalla de metal color verde y revisó la agenda personal de la occisa.
El nombre del Encargado de Relaciones Comerciales de la Embajada Argentina figuraba allí.  Lo había citado y en cualquier momento arribaría.
Desarrugó cuidadosamente el papel cuadriculado que se encontró enganchado en las manos de Mercedes Alzaga….una palabra había estado allí escrita, sobre el borde superior, pero se había borrado de tal forma que ni con la luz azul especial de los “tomapruebas” como él llamaba a los encargados de estudiar la escena del crimen, había logrado darle forma a esos garabatos.
Inmediatamente debajo otro borrón, con forma de triángulo invertido.
Seguidamente unos números y letras muy esfumados, pero legibles.

1-8-1- circunstancias limitadas
2-9 engaño
18 sobre 9, destacándose el 5: otro borrón

Debajo otra mancha intensamente roja, con tinta que no se había podido identificar, una vez descartada la sangre, por supuesto.
La muerta era numeróloga de profesión, cabalista, además, bien conocida en la alta sociedad  parisina.
El timbre sonó. Cruzó la puerta, el pasillo, otra puerta, el hall y abrió: Un Joaquín perturbado y nervioso saludó con la impecable técnica de un diplomático y entró hablando como si le hubieran dado cuerda:  -  pensar que ayer, a esta misma hora, me retiraba yo de aquí, la dejé en perfectas condiciones, sana y fuerte como siempre ha sido….no logro entender esto, ni siquiera sufría del corazón, yo lo habría sabido si fuera así, éramos muy compinches, muy amigotes, nos contábamos todo -
- No salgo de mi estupor -, deslizó ya sin aire y se dejó caer en el sillón medallón  que enfrentaba el escritorio.
- Me he puesto en contacto con su notario,- dijo Philip-  para verificar si había dejado algo arreglado.  Estará por llegar, trae el testamento consigo. -
No acababa de decir eso que sonaba el timbre de calle.
El notario entró con esa cara de póker que tienen todos los de su profesión en momentos como ésos.  Se sentó en el otro sillón medallón, al lado de Joaquín, a quien presentó sus respetos con suma distinción y sacó el testamento de su maletín de mano.
- ¿Está bien que lo lea usted ahora, sin la presencia de los beneficiarios? - Preguntó el inspector
. - El único beneficiario se encuentra aquí, dijo el escribano, señalando a Joaquín-
La cara de Renoir no pudo esconder una andanada de suspicacia que fue derrumbándose desde  sus ojos, por  las aletas de su nariz, la comisura de sus labios y que enrojeció levemente sus mejillas.
Esa misma duda lo seguiría acosando durante el resto de la semana, en la que recibió el dictamen forense.  Causas de la muerte: desconocidas.  Sustancias presentes en el cuerpo: ninguna, sólo rastros de alguna comida y bourbon (léase: no había sido envenenada).  Cero lesiones.  Ningún rastro de violencia ejercida sobre su cuerpo.  No había tenido relaciones sexuales por lo menos las últimas 72 horas.  Todos los órganos en perfecto estado. Un poco de dilatación en las pupilas nos transmitía una suerte de último agobio o extrañeza.  El paro cardio - respiratorio era el lógico desenlace.
Renoir miró por enésima vez el papelito cuadriculado,
1-8-1- circunstancias limitadas
2-9 engaño
" aquí había algo más, a ver, ahora hay otro borrón, pero si esto lo tengo bien guardado, ¿cómo pudo borrarse esa tinta?, voy a guardarlo en la gaveta derecha de mi escritorio, y voy a echarle llave cada día, esto no debió ocurrir "… el inspector guardó celosamente el papel dentro de la libreta del caso Alzaga y llaveó el cajón.


Nadine había adelgazado en  forma abrupta.  El negro que religiosamente vestía desde que su bebé recién nacido falleció de muerte súbita, no ayudaba a disimular lo flaca que estaba sino todo lo contrario.  Joaquín se quedó observando las largas piernas de la muchacha y por un momento sintió deseos.  Se acercó y le acarició la cabeza." ¿cómo se lo pido? No creo que esté de humor para un revolcón".
La chica rompió en llanto, no hacía otra cosa que llorar y moquear últimamente.
-Debo confesarte algo- , dijo mirándolo con los ojos hinchados y rojos de tanta lágrima
El sintió un escalofrío que le recorría la espalda, la mirada de ella había mutado, lo miraba hasta con rabia, con un no sé qué de venganza “ el bebé no era tuyo”  la oyó decir.  -   No sé quién pudo ser su padre, a ciencia cierta, esa orgía en la casa de los Chifflet, a la que no pudiste concurrir por otra de tus “ocupaciones imprevistas”, yo no había llevado mi diafragma pero tampoco pensaba arriesgarme….hubo éxtasis y demasiado alcohol.  Al día siguiente, justo viajaste  1 mes  a Estocolmo  y de ahí te fuiste por 2 semanas  a Bruselas  y de regreso te detuviste a descansar en  la casa de Pierre en Le Touquet por un par de días más.
Cuando volviste yo ya sabía que estaba embarazada -

Joaquín no supo qué preguntar.
No preguntó nada.
Recordó la angustia de Mercedes la noche anterior a su muerte.  Una dulzura apenas estrenada le subió por  el pecho hasta la garganta " seguro que Merche llegó a presentir este engaño y no alcanzó a decírmelo o no lo creyó oportuno.  - La extraño. Hubiéramos hecho una linda pareja"- pensó Joa- tal como había venido haciendo durante los últimos 10 años, tiempo en el cual sólo se dedicó a la conquista de chicas jóvenes, saludablemente casquivanas..postergando para una edad más tranquila esa pareja con su pitonisa.

El inspector Renoir se quitó el impermeable y pidió un café doble.  ¡Qué lluvia ladina!, lo había tomado casi desapercibido cuando más arreciaba en plena calle Turennes, con viento en contra y lo empapó a pesar de todas las previsiones.
Leía el libro de novedades cuando lo llamaron por  teléfono con los últimos detalles de un proceso judicial que seguía en persona.  - Un momento, Su Señoría, enseguida le confirmo los domicilios requisados- dijo, mientras revolvía el cajón de la derecha buscando la libreta correspondiente.  
Usaba libretas para cada caso, donde detallaba puntillosamente todos los datos e impresiones que le parecieran importantes o relevantes.  Era meticuloso el inspector, no cabía duda alguna.  
Un papel se deslizó hacia un costado del cajón, volando literalmente por el aire, planeando un poco como si de una cometa se tratara y cayendo unos metros más allá, al pie del armario principal. Mientras le daba los datos al juez, mantuvo su vista en el papel, como hipnotizado.
Colgó el teléfono y caminó hasta el papel, lo levantó y reconoció el triángulo invertido y los garabatos de la numeróloga muerta 5 meses atrás. "¿Cómo se llamaba? Ah, sí, Mercedes Alzaga, la argentina amiga del diplomático de igual nacionalidad".
Toda una intriga  - se dijo - y desarrugó el papel cuadriculado, que se encargaba de enrollarse casi siempre.  "Vaya, aquí falta algo, mmm, hay sólo un garabato, los demás números han quedado borrados, son meras manchas ilegibles"
En una noche lluviosa de abril, Philip Renoir, Inspector de la Surete, revisaba repetidamente un pedazo de papel cuadriculado, que debajo de un borroneado triángulo invertido, dejaba ver tan sólo unos cuantos manchones y la siguiente leyenda:
1-8-1- circunstancias limitadas.

Habían dado las doce campanadas y un nuevo año era recibido con gran algarabía.  París estaba iluminada de cabeza a pies, mereciendo el viejo mote de La Ciudad Luz como nunca antes.
Joaquín cerró el pequeño secreter donde montones de invitaciones dormirían el sueño de los mortales.
 Sus últimas horas en la capital francesa eran las peores de toda su vida. 
Totalmente encanecido, encorvado por la artrosis y la hernia de disco, portando 60 años que representaban una veintena más, juntaba su equipaje en la puerta de la mansión que había habitado por tres décadas. 
La jubilación anticipada y forzosa venia a cubrir una serie de desventurados acontecimientos que se habían dado en su trabajo diplomático, pequeños desaciertos que todos juntos parecían convocar algún tipo de rectificación política y una serie de gastos que fueron considerados injustificados por arte de magia, lo hacían regresar de pronto a su país, con la cabeza gacha, como le toca al perdedor.
Para colmo,  un tijeretazo increíble a su salario le dejaba una entrada apenas considerada pasable en su país de origen, sus cuentas bancarias habían sido congeladas hasta que se tomara una decisión definitiva sobre las cuestiones financieras puestas en el tapete y su estado de ánimo caminaba los oscuros túneles subterráneos de su consciencia. 
Depresivo, enfermo e increíblemente debilitado, no hacía otra cosa que repetir imagen tras imagen los hechos trascendentes de su vida en París, la ciudad de los techos de pizarra y los grises y azules otoñales. 
Ahora mismo tendría que estar sentado frente a la chimenea, sintiendo crepitar los leños, con Mercedes Alzaga sentada a su lado, saboreando un bourbon con una sola pizca de hielo.
La mujer destinada a disfrutar su madurez, que murió sin previo aviso, dejándolo solo frente a todas las luchas que le tocó afrontar en lo sucesivo.  La muerte del bebé que creía hijo suyo, el engaño de Eloise, los desfalcos en la embajada, su victimización y su impotencia….el regreso a Buenos Aires sin pena ni gloria
El timbre sonó quitándolo abruptamente de sus pensamientos, el chofer acomodó el equipaje en el maletero y lo dejó en el Aeropuerto. 
Joaquín llegaba al día siguiente a Buenos Aires.

Renoir era una gran jaqueca con patas.
Demasiada mezcla de alcohol, demasiada comida, demasiados años….
No había podido zafar del turno.
Tampoco se lo habría permitido.
- Mi regalo de Año Nuevo, Inspector - dijo el suboficial de turno acercándole un paquete más pequeño que la cinta roja que lo emperifollaba.  "Puro adorno- pensó Philip- seguro que es  una libreta nueva, como ocurre cada año".
- Gracias, Canau, muy amable -
Y abrió automáticamente su cajón derecho para acomodar la libreta recién regalada
No pudo dejar de sobresaltarse  cuando el papel salió despedido como por una mano invisible y dando varios giros en el aire, se depositó suavemente a los pies del armario
Esta vez supo que se trataba del papel cuadriculado de Mercedes Alzaga.
No tuvo duda alguna.
Tampoco hesitó al abrirlo para verificar qué faltaba esta vez.
Era como si lo hubiera estado esperando desde la última vez, años atrás.
Lo desenrolló con sumo cuidado y lo desarrugó, en forma ritualística, como nunca antes o como siempre ahora.
Estaba en blanco.
Ni siquiera se notaba el triángulo invertido.
Mucho menos los manchones o borrones.
" Si llego a contar esto, me tomarán por loco "
Mejor lo dejaba así.
Encendió su  cigarrillo y acercó el mismo fósforo a la esquina del papel, el que se envolvió en una llamarada amarilla con mucho azul. Lo dejó sobre el cenicero…hasta que el papel cuadriculado quedó convertido en cenizas.




Nota: La ilustración la ha realizado Fraga
Fraga, Francisco García Aldape (1964), nació en Saltillo, Coahuila, MEXICO. 
Egresado de la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la Universidad Autónoma de Coahuila. 
Es ilustrador, diseñador gráfico y monero. 
Actualmente publica cartón editorial y sus tiras cómicas Don Ramirito y Los Cocolazos, así como las viñetas de humor Ondas Fraguianas, en periódicos y revistas del país y en algunos medios del extranjero.
Colabora también con ilustraciones para diversos medios impresos y electrónicos.
Recientemente, Fraga ha incursionado en exposiciones con obras plásticas.
Se pueden ver muestras de su trabajo en su blog:

sábado, 17 de julio de 2010

Ecos Jovianos

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Ecos Jovianos
Mir. Rodríguez Corderí



Se sintió debilitada de pronto, las rodillas comenzaron a doblarse, era evidente que el oxígeno escaseaba.
“Tanto ozono y para qué” exclamó
 Revisó el medidor y pudo comprobar que no se equivocaba. Empujó la tecla roja y el nivel comenzó a subir hasta equilibrarse en Full. 
“Menos mal”, pensó, mientras volvía a sentirse rozagante y fuerte como un unicornio enamorado.  Siempre le habían gustado los unicornios.  Pero ahora ya no era tan niña sino que se había convertido en una de las mejores biólogas, su  magna cum laude lo atestiguaba fehacientemente.
Dio dos pasos  adelante – si a eso se le podía llamar pasos- en realidad, dos zancadas despatarradas de más de medio metro y fue literalmente sentada en el suelo de Ganímedes
¡ Qué vista impresionante…qué paisaje increíble!
Montañas, valles, cráteres y ríos de lava.
Hielo y silicatos por doquier, con agua congelada en la superficie.
Repitió como un loro para sí las lecciones recibidas:  numerosos cráteres de impacto que mayormente muestran sistemas radiales brillantes, aquéllos que no los presentan son quizás los más viejos…bandas claras alternando con bandas oscuras,,,deformación de la capa de hielo…..eso convierte a Ganímedes en un territorio moteado.
Motas. Las lágrimas pueden parecer motas en un continente liso y claro como una camisa o un vestido…los seres humanos lloran por motivos variados…vida o muerte…emoción o tristeza…amor o desamor…aceptación o renuncia
Allí estaba ella, en la más grande de las lunas de Júpiter y hasta donde se sabía la mayor de las pertenecientes a nuestro sistema solar, buscando encontrar la forma de hacer nacer vida vegetal en ese suelo tan precario o tan absurdamente desconocido para el hombre. 
Estaba sola, algo que siempre le había apasionado. 
Se acostó sobre el hielo   y contempló el firmamento lleno de puntitos brillantes…..wow!!!... todo silencio, soledad, negrura y brillos estelares…no podía pedir más.  Se sintió arrastrada hacia su adolescencia cuando descansaba  su espalda  en su terraza grande, sobre baldosas color terracota para hurgar el cielo estrellado, preguntándose por la inmensidad del universo y por la creación.

Una suave inducción sensorial - ¿motivada por qué?- la condujo a cerrar los ojos.
Sintió un ruido desconocido, como algo rasgando el hielo del suelo y pugnando por salir
A los cinco minutos, una caricia verde la rozaba  con cuidado, con ternura, con delicadeza suma….
¿Cómo sabía que era verde si tenía los ojos cerrados y  el traje  espacial que impedía que una sola de sus células epidérmicas  asomara al exterior?
Abrió los ojos.  Una enorme planta trepadora crecía y crecía a su costado derecho en forma exponencial, a milésimas de segundo.
Su mente negaba lo que veía.
Inmediatamente su mano buscó,  palpando,  la bolsa de semillas seleccionadas.
Se habían desparramado, a través de un pequeño agujero, en la tela supuestamente
irrompible.
Sonrió.  Murphy hubiera dicho “lo que no debe romperse, se romperá en el momento que menos lo esperas”.
“Hola” le dijo y la planta se inclinó, genuflexa, aunque ella supo interpretar el gesto sin tanto sentido peyorativo.
“¿Eres mi Creadora?” –preguntó la planta que, obviamente,  sabía hablar.
“Sí y no”, contestó ella, algo confundida.  “ Pero más bien digamos que sí”
En la fría inmensidad de una de las lunas de Júpiter, una bióloga recibida con honores, se quedó cuestionando el motor inmóvil de Aristóteles y sus sucedáneos.
Algo le cosquilleaba sobre el labio superior…….despertó de su largo sueño con la rara sensación que todo roce extraño nos provoca.  Era de día.   La planta había decuplicado su tamaño y cubría casi todo el espacio para ella visible  desde esa posición decúbito dorsal.
Volvió a preguntarse cómo podía sentirla a través de una vestimenta especial tan aislante como la que llevaba puesta.  Buscó inútilmente alguna rasgadura, algún pequeño resquicio, algo que justificara que la planta pudiera siquiera tocarla como lo hacía
Pero nada pudo descubrir.
“Otro misterio y van…..”, pensó mientras se sorprendía constatando que todos sus lectores trabajaban  a full, sin ningún tipo de desperfecto ni disfunción.
“Buenos días, dormilona “, exclamó el ejemplar vegetal que no lograba identificar.
Debiera tratarse de un liquen, esa asociación de alga y hongo que soporta temperaturas tan frías.
Además es lo único que traía en su ´bolsa de niña explorador´  como le llamaba al envoltorio  herméticamente cerrado  que la NASA le había encargado en esta misión.
Pero la científica surgía de entre las pobres neuronas de la ciudadana respetuosa de las normas y proba laburante que ella era, amén de sus otros roles… por lo cual no podía dejar de plantearse serias dudas….eso no era un liquen, sin lugar a suspicacia alguna……..salvo que los líquenes en Ganímedes  se transformaran  en una trepadora gigante, al mejor estilo de una vicia faba, vulgarmente llamada haba, que alcanza una altura que supera apenas el metro y medio luciendo  tan recta y erguida como ésta compañera que la consideraba su Diosa.
No pudo dejar de pensar en el hecho que la planta hablaba.  Esa sola circunstancia tan extraordinaria hacía que todo lo demás perdiera consistencia, o, cuando menos, interés.
“¿Qué tengo hasta ahora?” – se preguntó la bióloga- “Un liquen que no es un liquen, una especie vegetal que tiene  la facultad del habla y del discernimiento, que a mayor abundamiento me considera su Creador…y que sigue creciendo cubriendo toda superficie que encuentra disponible”, pensó mientras miraba azorada hacia todos los costados que habían sido alfombrados por este sujeto viviente de color  verde.
Como era de suponer no halló respuesta satisfactoria alguna, no en su memoria, no entre los conocimientos científicos  acumulados en su córtex  parieto- temporal vaya uno a saber gracias a qué conexión sináptica.
Entró en un sueño profundo, viscoso como melaza, en el que fue cayendo en capas o por tramos, cada uno más tibio que el anterior
Se vio el primer día de trabajo en el Instituto de Biología Molecular, subiendo la escalinata de mármol blanco de la entrada…bajando las mismas escaleras con una felicidad que se le caía a cataratas cuando lograron hacer que germinaran porotos de soja en condiciones climáticas críticas y suelo congelado…besando al único hombre que había amado y con el que habría tenido hijos…viéndolo morir en el quirófano después del accidente…recuperó el dolor lacerante de renunciar a ser madre ese mismo día y para siempre…retornó vertiginosamente a su niñez, a los días de juegos con barbies y nintendos … se vio en brazos de su padre durante esos 40 días que tuvo el sueño invertido a los 3 meses de edad…volvió a mordisquear el pezón de su madre para saciar su hambre…
Se sentía tan bien, tan confortable, tan cálida, tan contenida.  “Me quedaría aquí para siempre” pensó.  “Quédate” exclamó la planta desde lejos.
La noticia dio vueltas a la Tierra por todos los medios conocidos.  Ese jueves nadie habló de otra cosa, las redes sociales eran verdaderos hervideros, todo el mundo quería opinar, los círculos académicos habían salido de su habitual letargo y daban conferencias a cada instante……..El Hubble lo atestiguaba, el Galileo había enviado imágenes impresionantes, la NASA enloquecía: Ganímedes, una de las lunas de Júpiter aparecía verde, de un verde clorofila inmensamente bello. Ganímedes tenía vida y la mostraba al universo con orgullo,
Se especulaban adelantos exitosos  de la última misión. 
Científicos alejados por diferencias insalvables volvían a juntarse para la ocasión, sonrientes para las fotos y excitados para el reportaje
Pocos días más tarde, un pequeño apartado de una revista electrónica  de la NASA mencionaba la presunta desaparición de la bióloga varias veces premiada que formó parte de la expedición a la luna de Júpiter. 
Nadie podía explicar la falta de noticias sobre su posible paradero.  Se habían rastreado las nuevas praderas y sembradíos de la otrora desierta y congelada Ganímedes con todos los medios tecnológicos a mano.  No se la había podido encontrar.
  La hipótesis más aceptada fue que posiblemente cediera el suelo debajo de la científica y la arrastrara hacia adentro, en las profundidades de los denominados  cráteres de impacto.
No dejaba familia detrás. 
No se supo de amigo alguno. 
Una decena de conocidos que habían investigado con ella balbucearon algunas palabras. 
No alcanzaban para un obituario. 
No lo hubo.