martes, 1 de septiembre de 2009

De leonas, leoninas y malas elecciones



Siempre me llamó la atención la tendencia a la sumisión de la leona frente al león

Se levanta a la mañana temprano y se atarea con sus cachorritos enseñándoles a vivir y sobrevivir. Sale de cacería para proveer el alimento al señor de la casa que invariablemente reposa tirado agitando su cuantiosa melena cada vez que cambia de posición (único esfuerzo detectable para un observador externo)…….en el ínterin la leona tironea de la presa –no siempre sin dificultad y casi siempre debiendo defender el bocado de otras fieras igualmente hambrientas- hasta ponerla al alcance del macho que recién ahí hará el ejercicio necesario para regalarse el banquete cotidiano, eligiendo las mejores partes del animal sacrificado para llenarse la panza. Todo un ritual de abnegación y paciencia para su harén de leonas y cachorros, recogidos a cierta distancia en señal de respeto y de evidente acatamiento de las normas comunitarias……quienes comerán las sobras en estricto orden jerárquico también, primero las mamás, luego los chicos.

Ese Rey de la Selva ¿lo es gracias a las leonas que amontona en su harén?

Llevando estas reflexiones a otro terreno un tanto resbaladizo: la leonina, es decir la mujer que nace bajo el signo zodiacal de Leo, ¿tiene vocación de sometida?

Es increíble que uno de los especímenes astrológicos más fuertes, verdaderamente solar por regencia natural, dé una representante femenina que en los hechos se empecina en elegir mal a su objeto del deseo, Príncipe Azul o Media Naranja. Con distintos matices, no determinantes, y según origen, entorno y circunstancias, las leoninas se las ingeniarán para tener uno -o más- candidatos de dudosa valía, pero que ellas elevarán al rango de César y adorarán concomitantemente.

Hay algo de obsesivo-compulsivo en ese destino de mujer fuerte y decisora, independiente y libre, autoritaria por definición, que se mete iterativamente en un lodazal de penurias y destrato, de desencuentros y frustraciones, de cosa sin terminar-por los siglos de los siglos, de defensas a ultranza de quien no merece ser defendido, de negaciones repetidas al cansancio con tal de no verle los pies de barro a su ídolo.

La leonina se debilita conscientemente frente a su elección

Se torna genuflexa

Inclina la cerviz, alegremente, voluntariamente, arrobadoramente.

En medio de ese éxtasis reverencial, la leonina hará y dirá todo lo que sea necesario para defender al dechado de defectos que tuvo en bien denominar pareja (dispareja, por cierto) y no será poco lo que deje en el camino ya por el esfuerzo denodado ya por una fuerza impulsora mezcla de vanidad y amor exaltado.

Hecha girones, agobiada y hasta con una clara sensación de hartazgo, se la oirá preguntar, sin afán de respuesta, ¿Qué he hecho yo para merecer esto?

Si yo fuera un fraile llamado William de Ockham le preguntaría: ¿elegir mal?

MIR