viernes, 3 de abril de 2015

Carta al esposo que sería perfecto si fuera real




Quizás porque me llamaste "loquita"   y me visualicé quebrando rutinas, usos y costumbres anquilosados, instituciones que nadie osa irrespetar.

Quizás porque aceptaste mi propuesta de casarnos por un día con una naturalidad tan paqueta, tan elegante, que no parecía natural salvo por la rapidez con que lo hiciste.

Posiblemente porque te gustan los juegos y eso es un denominador común entre ambos. Especialmente si implican malabarismos de palabras y encrucijadas parecidas a los crucigramas, tan caros a nuestra necesidad de entretenimiento intelectual y prueba tipo juicio de ordalía con el dios-ingenio que nos exige ser cada vez más ocurrentes ante nosotros mismos.

Puede que haya habido una pizca de picardía y tu manía de fusas y corcheas se haya entreverado con la mía de letras y rimas y hayamos logrado algo tan raro y exquisito como un permiso del Universo para mezclarnos por unas horas - contadas ellas - y generar adrenalina en los que nos leen desaprensivamente, sin siquiera imaginar que se toparían con dos locos lindos, a lo Piazzolla, remontando la luna como barrilete a 8000 kms de distancia el uno del otro.

De todas maneras la impronta es una carta abierta a la tentación de ser tan demenciales como decidamos ser o parecer. Y eso no tiene precio.

Querido esposo por acuerdo con plazo de caducidad: espero que disfrutes esto tanto como yo lo hago, aunque te pida violetas, que te parecen de un color depresivo.

Tu marida, que te ama bien.


MIR