viernes, 23 de mayo de 2008

Apuntes sobre la transformación de uno mismo




Apuntes sobre la transformación de uno mismo





Acabo de ver un mensaje posteado en Otras Inteligencias por una psicopedagoga amiga, Angi, que me ha gustado mucho (pueden verlo aquí)
Me ha despertado las siguientes reflexiones, que he intitulado apuntes sobre la transformación de uno mismo.
La soledad es mala consejera, suele decirse
Pero la cuestión radica en qué se entiende por soledad.
Más allá de la soledad de uno, hay soledad de dos, de tres…de muchos
Y es que el epicentro de la soledad está en uno mismo
Si fuera Ortega y Gasset diría “uno es uno y sus circunstancias”
¿Cómo expresar en unas pocas líneas lo que sin lugar a dudas exigiría un tratado de varios volúmenes muy voluminosos?
La obra es magna y compleja
Pero, como buena escorpiana, lo difícil me atrae enormemente.
Intentémoslo.
Lo primero y esencial es conocerse a sí mismo. Ya lo decía Sócrates y antes que él se encontraba escrito en el frontispicio del Templo de Delfos (nosce te ipsum)
Suena viejo y relamido. Pero sirve……. ¡Y cómo!
Conocerse es aprehender en su estado primigenio nuestra escala de valores.
Todo ser humano en la etapa en que toma conciencia del mundo y de las relaciones interindividuales elabora su propia escala de valores
Pero como la vida no es lineal uno se va viendo en sucesivas oportunidades enfrentado a la opción de dejar intacta esa escala de valores y comenzar a darse de cabezas contra el mundo o modificarla y no correr ningún riesgo.
Eso que suena tan simple puede tener dos significados diversos entre sí que dependen de la especial circunstancia que motivó la opción: 1) adaptación; 2) cobardía
Por eso hay tantos inadaptados y tantos cobardes
Lo importante es ponerle límites de antemano a esa flexibilidad de nuestra escala de valores
Lo crucial es respetar esos límites, suceda lo que suceda
Eso es, precisamente, lo que llamamos respeto por uno mismo
Es, en definitiva, lo que nunca debemos perder porque de lo contrario caduca nuestro derecho a “ser persona”
Lo segundo es aceptarse íntegralmente y amarse con virtudes y defectos, pero con un constante afán de superación
Amarse significa, por ejemplo, no permitir el manoseo franco de nuestros sentimientos.
En términos económicos sería algo así como detentar el monopolio de nuestro estamento sensible en forma unilateral e irrevocable.
El amor, el altruismo, la admiración son valores sensibles que dignifican a la persona como tal. Ni bien se descuida el manejo de esos valores, o lo que es peor, se los deja al libre arbitrio de la oferta y la demanda, se enajena la dignidad y sobreviene el caos.
De ahí la necesidad de selección
Donde hay selección, hay orden y donde hay orden, hay tranquilidad de conciencia, amor por uno mismo y respeto de uno mismo y, como consecuencia inmanente , amor por los demás y respeto hacia los demás
En tercer lugar, se hace necesario examinar los vicios o defectos de virtud.
La ubicuidad es un don exclusivo y excluyente de Dios
El ser humano no puede ser ubicuo, su concretividad se lo impide
Pero puede ser disperso. La dispersión es una forma atemperada de la disgregación. En un sistema de fuerzas el equilibrio se pierde cuando una sola de ellas se disgrega.
La dispersión es un defecto de virtud o un disvalor, en cuanto implica un desequilibrio, una solución de continuidad irreversible
La virtud en este caso es la templanza (sophrosyne): el saber qué es lo que se quiere y actuar en consecuencia
La famosa andreia griega tan vinculada al guerrero El absoluto control de nuestras actitudes, a veces en perjuicio de nuestros deseos. No se puede estar con Dios y con el Diablo ni tampoco ser como los pájaros, picando un poco acá y otro poco más allá
La imprudencia: liviandad en las decisiones, volición pendular, ambivalencia, versatilidad, volubilidad, etc., etc. ¡Qué absoluto desprecio por la phronesis helénica!
El autoengaño: me siento bien como estoy; para qué voy a meterme en camisa de once varas; eso no es para mí, soy demasiado inconstante; al amor no hay que buscarlo, él viene solo; todavía no me llegó el momento: a la vida hay que vivirla, demasiado engorroso: soy de los que ahorran esfuerzo, no me pidas compromiso que no tengo tiempo para disfrutar…

Corolario: el hombre es permanente opción.
Ya en el hecho de vivir está optando por no morir
El hombre “se hace” a cada instante
Todo esto tan sartriano es verdad a gritos


Nada le viene al hombre de arriba. Si fuera así, bastaría sentarse a esperar y comer maná caído del cielo mientras tanto.
Todo debemos hacerlo
Empezando por hacernos a nosotros mismos, a cada momento, con cada actitud, desde la más trascendente hasta la más insignificante. Todo guarda relación. Mirando siempre hacia delante porque somos prospectivos, sin distraernos mirando a los costados.
Hoy ya es casi ayer, mañana ya es casi hoy, el tiempo es un terrible embustero. Somos finitos, no podemos darnos el lujo de malgastar los escasos minutos que poseemos
Nuestro único patrimonio es el alma
Vivimos para enriquecerla
Atesoremos, no dilapidemos, entonces
La vida es una.


MIR





2 comentarios:

san dijo...

Te agradezco, esta alocución tuya me trae recuerdos de mis transformaciones pasadas y actuales, me lleva a un análisis de cuestiones vividas algunas con la poesía de mi hermana de escenario. me trae reminiscencias de un pasado no tan comun
gracias SAN

Anónimo dijo...

Gracias, San, hermana mía
No nos vemos mucho últimamente, pero por aquí seguro que nos contactaremos jajaja
casi me estoy convenciendo que este blog es un magnífico medio para comunicarme con mis parientes
jejeje
es broma
Nuestro pasado podrá ser muchas cosas, Sandra, pero nunca común
tu hermana
MIR