martes, 10 de febrero de 2009

Miedo paralizante



Un remachado de acá, allá y acullá


En la etología, la ciencia que estudia el comportamiento de animales y seres humanos, es bien conocido el poder paralizante que el miedo ejerce sobre los mecanismos cerebrales. Los animales como el león lo saben bien, y de allí el rugido previo al salto sobre la presa. La primera reacción de la presa es la parálisis total de sus músculos, y en los animales se nota una contracción de los músculos de las piernas traseras preparando la huída. En los experimentos sobre seres humanos se advierte también una contracción en sus músculos, que produce un encogimiento que tiende a imitar la posición fetal.


De inmediato, se produce un derrame de adrenalina en el torrente sanguíneo que será necesaria para afrontar la lucha o la actividad física que sobrevendrá. Una vez que el peligro ha pasado, sin consecuencias para la presa, los niveles de azúcar en la sangre caen vertiginosamente y la presa o persona sufren estados de lipotimia, o accesos de temblores musculares. Pero donde más efecto tiene el miedo, sobre todo cuando se llega al estado de pánico, es en los mecanismos cerebrales. Las víctimas del pánico pierden virtualmente toda capacidad de realizar procesos lógicos que podrían llevarles a evitar el peligro y a una eventual salvación.

Entre los seres humanos, los expertos en este tema definen al Miedo Paralizante como generado a raíz de una situación de peligro inventada por el pensamiento, si bien puede ser que en algún momento suceda esa situación pero que no está ocurriendo en el momento presente. Es decir, que la imaginación alimenta a este miedo. También afirman los entendidos que el miedo forma parte de la misma esencia del ser humano. El miedo, como el hambre o la lujuria, no es algo malo en sí mismo, siempre que uno sepa dominarlo y no se vea desbordado por él. Gracias al miedo somos capaces de segregar adrenalina, producir más plaquetas y tener el cuerpo en disposición de combatir a pleno rendimiento. El miedo es un poderoso aliado, siempre y cuando no lo dejemos derivar en pánico.
Los Miedos Irracionales
En su inmensa mayoría, los miedos son irracionales, y nutren sus raíces en la ignorancia: la oscuridad es uno de los miedos más antiguos, porque ignoramos lo que se esconde en los ámbitos oscuros. Podría haber algo que nos cause daño, un monstruo que nos devore, o los fantasmas que pueblan la literatura y las películas de Hollywood. Se puede decir que el único antídoto contra el miedo es el conocimiento. Les puedo afirmar que la primera vez que uno se lanza en paracaídas se siente un miedo cerval, profundo, y en algunos casos es un miedo paralizante. Las semanas previas de estudio y entrenamiento antes del primer salto hacen que se vaya ganando en conocimiento y se vaya perdiendo el miedo, aunque los tres segundos previos al primer salto quedarán grabados a fuego en su memoria
Al tercer salto, el miedo ha descendido a niveles totalmente manejables y finalmente termina por transformarse en respeto, la forma más aconsejable de miedo.

Cuando el miedo es respeto, la mente funciona a su óptima velocidad y el rendimiento de los mecanismos racionales alcanza niveles de excelencia. Quien dice no tener miedo a nada olvida que le tiene respeto a muchas cosas. Si realmente no teme a nada, lo más probable es que se trate de un inconsciente, que ignora las consecuencias que le puede traer su falta de respeto o de miedo.