La maleta seguía a medio llenar.
Una lista hecha a último
momento, miraba el techo desde la poca ropa
que había llegado a guardar dentro de la misma.
Había tenido que parar
obligada por una desazón que súbitamente la invadió, sin razón alguna, al menos
no una de la que fuera consciente.
Sentada frente a las
puertas espejadas del placard, se miraba atentamente, cm a cm, de los pies a la
cabeza, desde hacía casi media hora.
Era llamativa la falta de
pensamientos, la ola interminable que sus ojos iban dibujando en el espejo al
observarse. Sólo neblina blanca en su mente, un nirvana espontáneo.
Marismas.
Algas con olor a algas.
Miasmas.
Musgos con olor a musgos.
Una visión que confundió al
comienzo con una alucinación: atravesar los espejos, entrar en un espacio
abierto, cielo, mar, rocas con líquenes, cuevas, hileras zigzagueantes como
culebras de espuma con yodo, salitre…gaviotas.
Ningún cuerpo sólido
atraviesa espejos, se dijo Martina, que no en balde era una de las estudiosas
de fenómenos anómalos, tales como agujeros negros, dimensiones, mundos
paralelos. Internacionalmente conocida y
reconocida.
Esto es inter-dimensional y
se ha abierto una línea de tiempo justo cuando miraba fijamente el placard.
Ahora entiendo ese decaimiento generalizado de mi estado de ánimo –pensó.
Con curiosidad de grado superlativo
se acercó a la primera cueva y entró. El camino de acceso daba recodos a
izquierda y derecha, sucesivamente, cada metro, metro y medio.
Una luz ligeramente azulada
impedía que la oscuridad se hiciera del interior de la cueva. Parecía brotar de
las paredes y por momentos del techo.
Sintió un olor a
comida y se dio cuenta que estaba muerta
de hambre. ¿Estoy proyectando?-se preguntó. Pero justo en ese instante entraba
a una amplia estancia que reproducía detalle por detalla la cocina-comedor de
la casa de sus padres.
Una señora que revolvía un guiso sobre el fuego le dijo:
Martina, siéntate a la mesa que ya te sirvo.
La voz de su madre la hizo
estremecer y no le faltó mucho más para constatar que era ella cuando se dio
vuelta acercando la olla a la mesa.
-Mamá- atinó a decir.
Por primera vez pudo
comprobar cómo se “siente el tiempo” en esa clase de fenómenos. Oleadas de
ternura se dejaban percibir mientras se visualizaban ráfagas de neblina color
sepia girando ora en espiral ora en círculos cerrados, envolviéndolo todo.
¡Ya llegué! Dijo la voz
masculina amada.
-Papá- exclamó Martina.
Y no tuvo necesidad de
darse vuelta que él ya se agachaba para besarle la mejilla.
Se sentó frente a ella y
comenzó a comer con ganas, sin dejar de reconocer que su esposa cocinaba como
una diosa. Papá…siempre tan romántico y agradecido.
La tarde pasó en un abrir y
cerrar de ojos.
Jugando al truco con papá.
Viendo el noticiero en la televisión con los dos.
Haciendo luego los
crucigramas los tres, mientras se escuchaba el Concierto de Grieg, el preferido
de mamá.
Pudo comprobar el efecto
película que tanto había estudiado, de atrás para delante: todos los
acontecimientos de su vida desde el nacimiento hasta…que papá le dijo: en un
momento estarás frente al espejo, mirándote fijamente y con la mente en blanco.
Debes decidir ahora. No hay tiempo. Son milésimas de segundo.
Martina se levantó, bajo la
mirada tierna de su madre, se acercó a su padre y lo besó en la frente
-Me quedo- se oyó decir.-
¿Sabes papi? Deben ser
círculos concéntricos de tiempo-espacio simultáneos y nuestra materia debe ser
una ilusión de los sentidos, por eso se sutiliza y pasa de uno a otro, bajo
rigurosas circunstancias como, por ejemplo...
Su padre le tapó la boca
para silenciarla.
Fue allí que pudo verse
retrospectivamente sentada en la cama, la maleta a medio hacer, mirando
fijamente los espejos del guardarropa.
En su mano derecha había un
revólver.
En sus ojos una clara
determinación.
5 comentarios:
Me pareció evocador el conjunto de simbolismos y el efecto tanatológico de lo inevitable, emociones y recuerdos.
Me pareció evocador el conjunto de simbolismos y el efecto tanatológico de lo inevitable, emociones y recuerdos
Cuento muy interesante, con un final magnifico. Un abrazo, Mir.
El instante antes de la muerte. Brutalmente real.
Que buen relato, me atrapan y después del final se me escapan tantos finales que no me animo a cerrarlos.
Felicitaciones señora escritora..MIR..
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