lunes, 26 de marzo de 2012

Sobre mis nuevas rarezas


Ya pasaron casi 4 años.
Y hete aquí que he acumulado otras tantas.
Distintas, muy disímiles.
Es cierto que ya entré en la categoría de mujer  madura el pasado 14 de noviembre, pero no debiera ser razón suficiente, al menos no en lo genérico. ¿Quiero decir con esto que sí en lo específico? Pues, no estoy segura. 
En rigor de verdad ya no estoy segura de nada.
Quizás sea ése el busilis, el centro neurálgico de mis nuevas rarezas adicionales.
Ergo, primera rareza para alguien como yo que siempre estuvo muy segura de casi todo:

No estoy segura de casi nada

Ya diré junto a Francisco Luis Bernárdez mis favoritos versos, a saber:



No digas nada, no preguntes nada. 
Cuando quieras hablar, quédate mudo: 
que un silencio sin fin sea tu escudo 
y al mismo tiempo tu perfecta espada.

No llames si la puerta está cerrada, 
no llores si el dolor es más agudo, 
no cantes si el camino es menos rudo, 
no interrogues sino con la mirada.

Y en la calma profunda y transparente 
que poco a poco y silenciosamente 
inundará tu pecho de este modo, 
sentirás el latido enamorado 
con que tu corazón recuperado 
te irá diciendo todo, todo, todo. 



Una de las novedades en ese rubro  es que me he enamorado de llamar a  las cosas por su nombre, cueste lo que cueste y sea quien sea el interlocutor o interlocutora.  Reconozco que es prácticamente un pecado de lesa humanidad, ya que son escasos los seres humanos preparados para que se les hable sin arabescos, en forma directa, exacta, sin ambages ni cosmética.

Ser transparente es una cualidad angelical, de mundos etéreos, por eso las personas abusamos de las máscaras, ya sean de protección, ya sean para engañar, seducir, manipular, ocultar u  otros fines.
Que un mortal se atreva a ser transparente es imperdonable. 
Se arriesga al ostracismo o al éxodo masivo del entorno social.  
Ser auténtico es oneroso, caro, un verdadero albur, en fin, es lo que hay: 


Cultivo esta rareza de ser absolutamente auténtica y transparente



Ya he visto migrar varias golondrinas que comían de mi mano hasta hace poco.
Parece que mis palmas ya no les agradan porque llevan escritas en ellas verdades como puños.

Alguien me dijo: te estás quedando sola, Mir.

¿Y qué tiene de malo quedarse solo? 
Si tu obrar es limpio, quizás quedarte solo sea una recompensa. 
Es posible  que los que se auto-destierran ya no puedan  andar por tus senderos o ya no deban caminar junto a ti.  
Todo tiene un porqué.  
Sólo que descifrar ese enigma es tarea de dioses y una es humana, terráquea y mortal.
Por otra parte, no es menos cierto que el que se va sin que lo echen, vuelve sin que lo llamen.
El destino sabrá dignificar la aceptación.

Mi amiguísimo –el primus inter pares – llegó a culparme de haber sido mala, demasiado hiriente, rozando más de lo acostumbrado su hipersensible piel por cuestiones suyas que traté con absoluta franqueza y objetividad. 
A él le digo: no se puede balancear la verdad.
Cuando lo intentas te caes verticalmente en la mentira.

Y preferir la suavidad en las formas antes que la realidad en los hechos no es recomendable, conduce a distorsiones, a compasiones sin valor porque persiguen fines no claros.
Te diriges al abismo sin ser consciente que al final caerás y todo se perderá.
Perdona, amigo mío,  si he sido diferente al decirte ciertas verdades. 
Ya no priorizo las maneras sobre los contenidos: es mi nueva rareza de ser transparente. Lamento si te cae pesada, pero a fin de cuentas la preferirás porque tendrás aunque sea una amiga que te diga la verdad y sólo la verdad.


Le toca ahora a una rareza muy rara, si se compara con mi pasado



Espero pacientemente el devenir de los días


Yo que fui siempre tan inquieta, movediza, prospectiva.
Esta pasividad en el porvenir es si no increíble, cuando menos llamativa.  
Si tuviera que compararla con algo lo haría con la sensación de hacer la plancha en el agua de la piscina o en el mar, dejarse flotar de espaldas sin mover prácticamente un músculo, mirando el  cielo como única referencia…algo así.

Como digo en un poema mío llamado”Interrogantes”

“….Quedarse mudo y manso
dejando que las cosas sucedan por decantación
Como las piedras de un río…
Como el asfalto bajo las ruedas”

Y como diría Julio Cortázar:


 ¿Hasta cuándo vamos a seguir creyendo que la felicidad no es más que uno de los juegos de la ilusión?




Hay otra nueva rareza dando vueltas por mi vida, quizás permitida por haberme mudado a una casa rodeada de jardines:

Amenizo con la naturaleza mejor que con otro ser humano, sin quitarme el pijama por las mañanas,  pero con ropas finas de tarde y noche.


En los amaneceres, con el pijama puesto, costumbre que aún perdura, me siento mirando al este, con mi primera taza de café con leche, música clásica o suave de fondo, en el jardín posterior de mi casa.

Penetro el verde de mis plantas, el liquidámbar, el limonero, los papiros, la palmera, la tuya. 

Verifico la altura de mis trepadoras; el rosal inglés blanco, el rosal rojo compuesto,  los jazmines de leche, las madreselvas rosada y blanca, mis hiedras de Virginia o Vides del Canadá. 

Ausculto los rojos oscuros de mi ciruelo de jardín y los refulgentes de mis malvones dobles o mis geranios disciplinados….en fin todo un placer mezclarme con la naturaleza, ser parte de ella, aspirarla, respirarla, embriagarme de perfumes, exhalar paz verde. 




Otro tanto hago al atardecer, al ponerse el sol.  
Ocasos jamás visualizados como ahora que nada me impide admirarlos en todo su esplendor. 
Para ello me mudo al jardín delantero, junto a ambos cipreses, el  lambertiano y el leyland,  el enebro, el  laurel del jardín, el teucrio, la nandina, la cidonia, las rosas coral, las mimosas tapizando los muros color teja oscuro. 

Me pongo ropa linda, ropa suave, seda o raso o combinación de ellas si hace calor. Angoras, bremer, corderoy y terciopelos si la temperatura es fría con largos mantones tejidos en seda y lana, todo engamado como me gusta.

Me dejo a la naturaleza, me nutro de ella, aprendo su idioma, lejos de todos, en completa soledad, ¡qué decir de las noches oscuras con  cielos estrellados! Y ni hablar  de las tormentas con lluvia, rayos y relámpagos o de los vientos del sudeste, rabiosos, apasionados (eso sí, vistos desde el ventanal de mi escritorio o de mi dormitorio).

Y para el final la delicada rareza que más me conmueve o preocupa:


Ya no me enamoro.

No entraré en detalles, sabrán comprender
Parangonando a Julia Prilutzky sólo diré:

Me darás lo más dulce y más amargo: una breve alegría, un llanto largo... Sé que voy al dolor. Inútilmente.

O como en ese poema mío “Liberación” :

Hube de arrancarme
las raíces con los dientes

Caminar fue entonces para mí
un vuelo a ras del suelo

Tuve, además, que reajustar
ciertos principios categóricos
y anular otros más débiles

          Pensar me fue sentir con la cabeza

Al corazón, algo cansado,
lo licencié por tiempo indefinido

Y me eché a desandar veredas
deletreando a modo de plegaria
la palabra liberación


Es verdad: hay otro tipo de rarezas menos raras
A saber:

Hablo con mis dos perros todo el tiempo, les pregunto y sé que me contestan.

Son la mejor compañía que la vida me ha obsequiado.
Leales, cariñosos, íntegros, se esmeran por estar conmigo, se alegran cuando me ven reír, se entristecen si me ven llorar y no se quejan cuando escucho ópera a todo lo que da.

No veo televisión, excepto alguna película o programa cómico, pero tan de vez en cuando que es excepcional.

Escucho, en cambio, mucha música.  Socializo un poco por las redes (Twitter, Facebook). 

Leo.

Escribo.

Y procuro dejar de tirar del carromato con todos los desidiosos dentro.

Y de meterme en honduras para salvar a quien no desea ser salvado.




Porque ha adquirido plena actualidad algo que escribí hace casi 4 décadas y que dice así:

“Sucedáneos del sueño de un poeta (el que traducido al idioma de las personas serias significa quimera) nos hemos trastrocado en un vector orientado hacia el conformismo, las esperas sin solución de continuidad, las ingentes zozobras de la memoria que nos traiciona con el recuerdo ni bien nos halla desprevenidos.
Tributarios del renunciamiento, vemos ese mundo nuestro de cada día extrapolarse, diluirse váyase a saber en qué recónditos rincones de la nada.
Y esa pasividad de las cosas que nos obnubila: ese desgranarse del tiempo sin sentido, como si todo hubiera quedado en los límites de una tarde con sol y café y piedritas que gemían dócilmente a nuestro paso.
Pero a pesar que quiera ensordecerme con esas justas razones que nunca faltan hay algo que obcecra, insistente, constante, en el suelo, en mí, en los dibujos negros grises y blancos de la tela de mi paraguas.
Entonces, no basta que le mienta a mi almohada.  Ni resulta suficiente que se me sequen las lágrimas antes de dibujarme sus dos surcos en las mejillas.

Amén










4 comentarios:

Calaro07 dijo...

Un precioso espacio, en estos días que se mal gastan las palabras, es reconfortante ver alguien que utiliza nuestro riquísimo idioma de forma tan maravillosa, expresando tan gráficamente sentimientos y sensaciones. He tenido la suerte de dar contigo en twitter y llegar hasta este bello blog, te deseo unas muy felices Pascuas, besos mil

Tonnyboy dijo...

Al recorrer las lineas tan dinámicamente escritas, pulcras y listas, atinadas, aunque indolentes remueven desde dentro, me hacen reflexionar seriamente sobre lo poco y pobre de la entrega que algunos profesamos, me hace falta vida y experiencia para compartir todas esas ideas, y me pregunto si llegare a tal belleza al escribir sobre uno, al recorrer las lineas puedo ver una danza singular entre palabra y palabra, párrafo y párrafo e idea central.

Me resulto gratificante y reveladora la biografía, y la gran conjugación de citas que enaltecen una vida llena de ideas, ¡grandes ideas!, que hoy al menos me hacen pensar y quedar a deber, al no poder encontrar el sabor correcto del texto al leer, sin embargo dicen que el ejemplo enseña, y quiero leerme bailando un son similar al que hoy he visto aquí.

saludos

Pedro Alejandro Iñigo Espinosa dijo...

En lo formal, magnifico, es un placer leerte.
En el fondo, al fin has alcanzado la vida sin afectos, esos que nos hacen vendernos por una sonrisa fugaz peor que una puta tirada por un bocadillo de calamrares en la tapia del cementerio.
Ese es el placer que se alcanza con la edad. Te das cuenta que la verdad no es vitriolo y que la mentira, o la concesión a la inexactitud, es solo una ortiga envuelta en algodon.
En cuanto a lo que ya no te enamoras, es porque ya lo estás, lo sepas o no. Sin amor ¿quien escribiría algo tan bello?

Dos Mentes, Idea y Media dijo...

Gracias Pedro por tus palabras
Son un bálsamo
Besos