Era una casa protegida. Sus elementales estaban suficientemente satisfechos. Se sentían útiles, eficientes y realizados. Todo respiraba una mezcla de optimismo, armonía, calidez y contención.
Hasta que un día, sin anuncios previos, sin preparación, sin pre y sin paración, vino a quedarse por tiempo indefinido la melancolía.
Previo a todo trámite, hubo un tiempo de quietud casi paralítica.
Ni los grandes cortinados, ni los papeles del escritorio con las ventanas abiertas de par en par, ni las telas tenues y livianas de los acolchados o de las cortinas del baño se balanceaban o movían para un lado u otro.
Todo daba lo mismo
Todo era estancamiento
Hasta se podría haber pensado en una foto sepia de ésas que testimonian tiempo pasado que no siempre fue mejor.
Para colmo, los árboles, las plantas del exterior, tampoco ayudaron mucho a la imagen total (¿o debiera decir final?).
La casa se había levantado en medio de dos grandes extensiones verdes. Especies muy variadas fueron elegidas con esmero no sólo para dar sombra sino para tener flores durante todo el año.
Los muros cubriéndose de mimosa, viñas de Canadá, hiedras varias, enredaderas acorazonadas…los cipreses de Leyland y lambertiano, el enebro, un enorme teucrio plateado, laurel del jardín, rosales ingleses trepadores, jazmín del país y de leche, el infaltable olivo, el nogal pequeño, malvones, geranios, margaritas, calas, caléndulas ,cóleos ,polígalamyrtifolia, madreselvas, tuya, westringiafruticosa, óleos texanos áureos, ciruelo arbustivo, gazanias, limonero cuatro estaciones, portularia afra, dos liquidámbar…..
Y hasta el enorme fresno de la vereda.
Todos se quedaron tiesos, inmóviles, a pesar de las brisas y los vientos, las tempestades y las tormentas.
Sobrevino luego un tiempo de “alterada normalidad”.
Los elementales no se atrevían a pensar en una mejoría. No perderían energía en creer por creer. Exigían certidumbres. No olvidaban aquella oportunidad en que imaginaron a sus anchas con fundamento en promesas vanas: la caída vertical frente a la realidad los había dejado mucho tiempo malheridos, exhaustos y agotados.
Nada parecía indicar un cambio, cuando un anochecer de luna llena dejó ver la silueta de la fantasía entrando por el portón de hierro negro con rejas.
Todo ha reverdecido y florecido en ambos jardines
Las cortinas del escritorio se mecen suavemente, los papeles a veces vuelan y caen al suelo
Las vaporosas telas efectúan volutas en el aire
Los elementales han vuelto a creer que quizás, sólo quizás todo vuelva a ser como al principio
Tienen fe
Yo, que no soy tan crédula, me he sentado a esperar que vuelvan a caer y a lastimarse.
El amor suele engañarse más de una vez, es ciego por naturaleza, es necio, es crédulo por antonomasia. Los sucesivos desencantos y golpes parecen no hacerle mella. Reincide. Insiste.
No puedo con él
MIR
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