viernes, 4 de enero de 2019

AHORCÁNDOME. por Mir Rodríguez Corderí


Probablemente hubiera sido más sencillo si la soga pasara por la cintura y subiera luego por los costados del cuerpo hasta dar dos vueltas en el cuello.

Pero no se le ocurrió en ese momento.

La falacia llevó a que se bamboleara bastante hasta llegar a sentir algo de sofocación y la garganta comenzara a  percibir que el aire se iba yendo.

El dolor del esparto quemando casi la piel del cuello fue más fuerte que el agobio o el ahogo.

Hoy no era buen día para asfixiarse -pensó con angustia-

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