lunes, 26 de octubre de 2009

El Bien o el Mal.


BIEN O MAL


Dice Osho: No hay nada como bien o mal. Eso depende. Depende del punto de vista. No hay nada muy sólido sobre lo que uno pueda decidir que «esto está bien y esto mal». La misma cosa puede estar bien para una persona y mal para otra, porque, más o menos, depende de la persona. La misma cosa puede estar bien en un momento para una persona, y en otro momento estar mal, porque depende de la situación. Se os han enseñado categorías aristotélicas. Esto está bien y esto está mal. Esto es blanco y esto negro. Este es Dios y este el diablo. Estas cate­gorías son falsas. La vida no se divide en blanco y negro. Una gran par­cela es gris. Y si lo analizáis profundamente, el blanco es un extremo del gris y el negro es otro, pero el espacio comprendido entre los dos es gris. La rea­lidad es más gris. Así debe ser porque en ningún sitio está dividida. No hay compartimentos estancos en ninguna parte. Esa es una manera tonta de poner categorías, pero se ha implantado en nuestra mente. De modo que bien o mal no paran de cambiar. Entonces, ¿qué hacer? Si alguien quiere decidir absolutamente, se quedará paralizado, no será capaz de actuar. Si queréis eso y actuáis solo cuando tenéis una deci­sión absoluta sobre lo que está bien, estaréis paralizados. No seréis capa­ces de actuar en la vida. Uno debe actuar y actuar, en un mundo relativo. No existe una decisión absoluta, así que no la esperéis. Simplemente mirad y observad, y lo que sintáis que está bien, hacedlo.




Friedrich Nietzsche dijo
Todo lo que es profundo ama la máscara; las cosas más profundas de todas sienten incluso odio por la imagen y el símbolo. ¿No sería la antítesis tal vez el disfraz adecuado con que caminaría el pudor de un dios? Es ésta una pregunta digna de ser hecha: sería extraño que ningún místico se hubiera atrevido aún a hacer algo así consigo mismo. Hay acontecimientos de especie tan delicada que se obra bien a
l recubrirlos y volverlos irreconocibles con una grosería; hay acciones realizadas por amor y por una magnanimidad tan desbordante que después de ellas nada resulta más aconsejable que tomar un bastón y apalear de firme al testigo de vista: a fin de ofuscar su memoria. Más de uno es experto en ofuscar y maltratar a su propia memoria, para vengarse al menos de ese único cómplice: - el pudor es rico en invenciones. No son las cosas peores aquella de que más nos avergonzamos; no es sólo perfidia lo que se oculta detrás de una máscara, - hay mucha bondad en la astucia. Yo podría imaginarme que un hombre que tuviera que ocultar algo precioso y frágil rodase por la vida grueso y redondo como un verde y viejo tonel de vino, de pesados aros: la sutileza de su pudor así lo quiere. A un hombre que posea profundidad en el pudor, también sus destinos, así como sus decisiones delicadas, le salen al encuentro en caminos a los cuales pocos llegan alguna vez y cuya existencia no les es lícito conocer ni a sus más próximos e íntimos: a los ojos de éstos queda oculto el peligro que corre su vida, así como también su reconquistada seguridad vital. Semejante escondido, que por instinto emplea el hablar para callar y silenciar, y que es inagotable en escapar a la comunicación, quiere y procura que sea una máscara de él la que circule en lugar suyo por los corazones y cabezas de sus amigos; y suponiendo que no lo quiera, algún día se le abrirán los ojos y verá que, a pesar de todo, hay allí una máscara de él, - y que es bueno que así sea. Todo espíritu profundo necesita una máscara: más aún, en torno a todo espíritu profundo va creciendo continuamente una máscara, gracias a la interpretación constantemente falsa, es decir, superficial, de toda palabra, de todo paso, de toda señal de vida que él da.-


Khalil Gibran dijo, a través del profeta
Y uno de los ancianos de la ciudad dijo, «Háblenos del Bien y el Mal». Y él contestó: Del bien en ti puedo hablar, pero del malo no. Porque, ¿qué es lo malo sino lo bien
torturado por su propia hambre y sed? Sí, cuando el bien tiene hambre, busca comida aun en cuevas oscuras, y cuando él tiene sed, bebe aun aguas muertas. Eres bueno cuando eres unido con ti mismo. Pero cuando no lo eres no eres malo. Porque una casa dividida no es un antro de ladrones; sólo es una casa dividida. Y una nave sin timón puede vagar sin rumbo entre islas peligrosas pero hundirá en el fondo. Eres bueno cuando te esfuerzas por dar de ti mismo. Pero no eres malo cuando buscas ganancia para ti mismo. Porque cuando te esfuerzas por ganancia sólo eres una raíz que agarra la tierra y le mama el pecho. Claro que la fruta no puede decirle a la raíz, «Sé como yo, madura y completa y siempre dando de tu abundancia». Porque para la fruta dando es una necesidad, como recibiendo es una necesidad para la raíz. Eres bueno cuando estás totalmente despierto en tu habla, Pero no eres malo cuando duermes mientras tu lengua se tambalea sin propósito. Y aun el habla tambaleante puede fortalecer una lengua débil. Eres bueno cuando andas a tu meta firmemente y con pasos valientes. Pero no eres malo cuando andas cojeando hacia allá. Aun los que cojean no van hacia detrás. Pero Uds. que son fuertes y rápidos, asegúrense que no cojeen antes de los cojos, pensándolo una bondad. Eres bueno en maneras incontables, y no eres malo cuando no eres bueno, Sólo holgazaneas y te has puesto perezoso. Qué lástima que los ciervos no puedan enseñarles rapidez a las tortugas. En tu anhelo por tu gigante-mismo se halla tu bien: y ese anhelo está dentro de todos Uds. Pero en algunos ese anhelo es un torrente precipitándose con fuerza al mar, llevando los secretos de las colinas y las canciones del bosque. Y en otros es un arroyo plano que se pierde en ángulos y curvas y que perdura antes de alcanzar la orilla. Pero que él que anhela mucho no le diga a él que anhela poco, «¿Por qué eres lento y vacilante?» Porque los que de veras son buenos no les preguntan a los desnudos, «¿Dónde está tu prenda?», ni a los sin techo, «Qué ha pasado a tu casa?»


El bien y el mal para el budismo

El bien y el mal son vistos con frecuencia como aspectos de la vida diametralmente opuestos y mutuamente excluyentes. Pero en un sentido real y práctico, ese modo de pensar tan simplista no resulta satisfactorio. Incluso los más crueles criminales pueden sentir amor hacia sus padres e hijos. Entonces, ¿es esa persona, en su esencia, buena o mala? La sabiduría budista dice que el bien y el mal son aspectos innatos e inseparables de la vida. Este enfoque hace imposible rotular a un individuo o grupo particular como "bueno" o "malo". Cada uno de los seres humanos es capaz de acciones de la más noble bondad, o de la más vil maldad. En el budismo, por otra parte, el bien y el mal no son vistos como absolutos sino como relativos o "relacionales". Lo bueno o lo malo de una acción se entiende en términos de su impacto real sobre nuestras vidas y las de los demás, no en términos de reglas de conducta abstractas. Las acciones malvadas son aquellas que tienen como base un egoísmo estrecho, la ilusión de que nuestra vida está fundamentalmente desconectada de la de las personas, o de que podemos beneficiarnos a expensas de los demás. El mal ve la vida como un medio que puede ser utilizado, no como un fin en sí mismo. El bien es lo que genera la conexión entre nosotros y los demás, lo que sana y restaura los vínculos entre las sociedades humanas. En el contexto del budismo, el bien es identificado como "la naturaleza fundamental de la iluminación", o la libertad y felicidad absolutas que resultan de un profundo conocimiento de uno mismo. El mal indica la "oscuridad fundamental", o la ilusión innata de la vida que niega el potencial de la iluminación y causa sufrimientos tanto a uno mismo como a los demás. Esta oscuridad interior hace eco en la desesperación de que nuestra vida es deplorable e insignificante, también abre la brecha del temor que divide el corazón de las personas en "nosotros" y "ellos". Un buda es aquél que tiene el coraje de reconocer estos dos aspectos fundamentales de la vida. Como dice Nichiren, "Se llama buda a aquel que está profundamente iluminado con respecto a la naturaleza del bien y el mal, desde la raíz hasta sus ramas y hojas". Los budas aceptan su bondad innata sin arrogancia porque saben que todas las personas comparten la misma naturaleza de buda. Los budas también reconocen su maldad innata sin desesperación porque saben que tienen el poder para superar y controlar su negatividad. El rechazo a reconocer el potencial tanto para el bien como para el mal, surge del hecho de que como individuos somos reacios a vernos sea como muy buenos o muy malos, esto nos lleva a preferir escondernos detrás de una mediocridad moral colectiva que no requiere de la responsabilidad del bien pero tampoco de la culpabilidad del mal. Esta ambigüedad moral interior tal vez parezca impulsarnos a hacer juicios de los demás –a quienes sirven a nuestros intereses los catalogamos de "buenas personas" y a aquellos que nos desagradan como "malas personas". Con esto lo que tal vez intentamos, es compensar la confusión interna dejando claro quien es quien, afuera. Algunos ven el budismo como una enseñanza de tranquilidad y reposo –un balance pasivo. Pero, en realidad, la práctica del budismo nada tiene que ver con "un refugio para mantenerse a salvo". Es una lucha constante por crear valor y transformar el mal en bien, mediante nuestros propios esfuerzos por confrontarlo. Nichiren escribe, "Oponerse al bien se llama mal; oponerse al mal se llama bien". Se dice que el fundador de la Soka Gakkai, Tsunesaburo Makiguchi, apresado por sus críticas a las políticas bélicas del Japón, involucró a sus compañeros de prisión en un debate sobre la naturaleza del bien y del mal, preguntándoles si había alguna diferencia entre no hacer el bien y cometer realmente el mal. Si nos falta el coraje para confrontar las malas acciones, o las tendencias hacia el odio y la discriminación, tanto dentro de nosotros como en la sociedad, éstos se propagarán sin obstáculos, tal como lo muestra la historia. Martin Luther King (h), se lamentaba, "Tendremos que arrepentirnos en esta generación no simplemente por las palabras y acciones llenas de odio de las personas malas sino por el espantoso silencio de las personas buenas". En las palabras del presidente de la SGI, Daisaku Ikeda, "El universo, este mundo y nuestras propias vidas, son el escenario para una incesante lucha entre el odio y el amor compasivo, el aspecto destructivo y el constructivo de la vida. Nunca debemos ceder, debemos confrontar el mal a cada momento". Después de todo, el mal sobre el cual debemos triunfar es el impulso hacia el odio y la destrucción que reside dentro de todos nosotros. El proceso de reconocer, confrontar y trasformar nuestra propia oscuridad fundamental es el medio por el cual podemos fortalecer el funcionamiento del bien en nuestras vidas.

1 comentario:

rakel dijo...

olvidaba lo bueno ke llega a ser el mal..siempre viendolo es su lado opuesto.

tu gran admiradora.rakelita