No es habitual saberse de alguien aún a la distancia y a socaire del tiempo.
No, no es habitual.
Hay que encontrar la horma justa, la otra mitad aleatoria, la que se sabe desde el olor y la nostalgia.
La que se siente aunque no sea tocable o visible o audible.
Es extraño ese encuentro de dos que parecen conocerse desde toda la vida y, lo que es más llamativo aún, desde todas las vidas, desde y hasta lo sempiterno.
Una no puede ya pertenecer a nadie más.
El tampoco.
Sólo resta esperar que el mundo ruede y nos reencontremos.
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