viernes, 22 de julio de 2016

Ámame dentro de estas cuatro paredes.- Autora: Mir Cris Rodríguez Corderí


Ámame dentro de estas cuatro paredes:

                                    Nuestros cuerpos
Una calidez de pichón                             Las palabras que decimos 
                                                                 Las que no
                                    Tu alma, mi alma 

Deja afuera las visitas de cuello almidonado y exigencias de copita de licor y un poco de torta que-hice-esta-mañana; los palitos, las curvas de los números amables ingratos; los pasillos atiborrados de sonrisas sinceras o prostituídas y la gente camuflada o extrovertida en los pasillos. 
Deja afuera el mediodía de los ajenos;  el parasitismo de los aduladores; toda pertenencia inmerecida; todo sentimiento a contramano; el dominio de los teléfonos y las calles-prócer-tal, batalla-tal, presidente-viejo-idiota-por-qué-no-se-va-de-una-buena-  vez.
Quisiera poder mostrarte, aunque en un instante, aunque en un abrir y cerrar de ojos todos mis perfiles a una misma vez, los que conozco y los que no, para que pudieras atraparme materia y no materia, Mirta que casi nunca canta cuando se baña y Mirta mohín, manos pequeñas, pestañas largas-gracias-al-rimmel.
Pero tan solamente Dios y yo soy humana...

domingo, 10 de julio de 2016

Buenos días, tristeza.. Autora: Mir Cris Rodríguez Corderí

Sí.
Tienes razón.
Falta que el farolero venga a encender el alumbrado y la noche tenga luciérnagas propias en las calles desoladas y custodias del descanso.
Falta, además, que tironee yo del cordón que va de mi ombligo a tu ombligo inmaterial, álmico, invisible para  ojos negadores y extraño  al tacto ajeno.
Pero ya lo estoy haciendo.
Para que sientas ese tirón frenético de mis urgencias espirituales que siempre son tan obviamente demandantes.
Sólo falta que alces la voz, estés donde estés, declamando mi nombre, ya sea en sus 5 letras primigenias o en sus 3 de retaguardia.
Y, entonces, cuando los púrpuras sean más nítidos, el salobre del mar sature el aire, los olivares desprendan ese aroma de la nocturnidad propia de montes y valles, los cipreses custodien lo incorruptible y tú y yo sepamos a oscuridad compartida, a sueño entre dos que se sueñan siempre o casi siempre, allí, en ese instante exquisito y único, irrepetible, nos dibujaremos en la imaginación y haremos el amor, nuevamente, como si nunca antes, como si jamás lo hubiéramos hecho y fuera la primera vez.
Luego, que es como decir después, llegaremos adonde la crisálida puja por salir del cascarón y le enseñaremos a volar, mariposa al fin, por mis jardines abiertos a la noche hambrienta de pulsiones vitales y nacimientos a término.
Ah, me olvidaba decirte: te amo.